Si quieres emocionarte con la tecnología, esto es para ti

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Somos seres esencialmente emocionales. Como señalaba el divulgador, neurocientífico cognitivo y profesor en Psicobiología Manuel Martín-Loeches, «nuestra capacidad de manipular objetos e intenciones […] dota al ser humano de una sensibilidad hacia lo que le rodea. Al tratar de anticipar lo que piensan otras personas hace al cerebro más abierto a todo y puedan afectarle cosas muy peregrinas, como una música de fondo, el color de una pared, etcétera».

Esta facultad innata para sentir, recordar y emocionarse, está presente en todas las circunstancias. La tecnología no nos ha hecho insensibles. No nos emocionaríamos si no ante alguna oferta deseada del Black Friday o frente a la simple espera de un nuevo gadget. La tecnología no es ajena a la moda, a la cosmética y la estética y, por tanto, a nuestra percepción e interacción con el mundo.

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Nuevos escenarios para nuevos tiempos

Del amor entre dos robots que hablan “distintos idiomas” al acto sacrificial de un héroe que tiene mucho de humano, la ciencia ficción sirve como puente entre esos futuros hipotéticos donde la tecnología ha permeado a través de la piel y donde, o bien nosotros poco a poco somos un poco más máquinas, o ellas un poco más humanas.

Porque al final se trata de una convivencia interespecie. Sólo necesitamos rememorar aquella escena de E.T. el Extraterrestre para que las lágrimas nos asalten. O el monólogo del replicante Roy Batty (Nexus 6), una brillante lectura de nuestras capacidades y limitaciones como especie.

Y tampoco tendríamos que remontarnos a los clásicos. La serie británica Black Mirror ha sido capaz de mostrarnos nuestras virtudes y nuestras miserias y ponerlas del revés. En San Junipero, por ejemplo, mediante la clásica simulación “vida más allá de la muerte” que ya trataba Alejandro Amenábar en Abre los Ojos.

Upstream Color: Theatrical TrailerUpstream Color: Theatrical Trailer

¿Somos dueños de nuestros actos?

Upstream Color es probablemente una de las películas más atrevidas que existen en la actualidad. Un rompecabezas a nivel estructural, pero también emocional, la segunda cinta de Shane Carruth, director y guionista de Primer, una de las películas más brillantes sobre paradojas temporales.

A través de escenas oníricas nos hablan de cómo una persona es dominada —literalmente, controlada a través de un miembro parásito— y, de paso, traza una lectura sobre las epidemias nacidas en granjas, y nuestra forma de tratar a los animales que nos comemos.

The Nostalgist: A Sci-fi Short Based on a Story From the Author of RobopocalypseThe Nostalgist: A Sci-fi Short Based on a Story From the Author of Robopocalypse

El sueño de la razón

Hablábamos al principio del sueño eterno y Abre los Ojos. Pero, ¿y si los robots también quisieran vivir en ese idílico mundo?

The Nostalgist es un corto del año pasado donde se nos presenta la ciudad de Vanille —en tecnología, “vainilla” es la versión básica de algo, la aburrida y convencional edición, en referencia al sabor más corriente que puedes encontrar en todas las heladerías—. Dentro de ella no vive nadie, es sólo una simulación, una sintonización a través del sistema ImmerSyst Eyes & Ears. Y quien vive en ella, son un padre y un hijo que, bueno, quizá necesiten alguna que otra reparación.

https://www.youtube.com/watch?v=XYGzRB4Pnq8

Una cuestión ética

No diremos nada nuevo al situar Ex Maquina —la cinta donde Alex Garland ha dado el salto a la dirección— justo aquí, como colofón final. Probablemente sea una de las obras más brillantes de la ciencia ficción moderna. En su tratamiento de los “robots de amor” nos sumergen en la ética de nuestros actos, del sueño-sujeto-objeto, algo ridículo, porque en un sentido puro los autómata son más libres que nosotros. Y un tropo que en realidad habla del poder, la sumisión y de cómo nosotros, como especie, llevamos ejecutando desde el origen mismo: porque el amor es egoísta, pero mucho más lo es el poder.

En nuestras lecturas sobre futuros plausibles hemos desarrollado conceptos como la gamification del trabajo y la borification del ocio. Hemos dejado en manos de algoritmos la capacidad de escribir nuestra historia moderna, porque necesitamos creer que podemos hacerlo mejor, cuando sólo recibimos un reflejo de nuestros defectos, y hemos creado cientos de obras de ficción como las citadas, por deseo y necesidad de exorcizar nuestros temores sumergidos asumiendo que la realidad será, ojalá, más indulgente.

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