Lo que el amor ha unido… que no lo separe el Smartphone

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Firma invitada: Beatriz Serrano.

La última vez que tuviste una conversación cara a cara con tu compañero de piso fue cuando se cayó el Wi-Fi común. La comunicación fue directa y franca como un “Te quiero” inesperado o un “Ya no te quiero” que llevas tiempo esperando. Sólo que en tu caso abriste la puerta de tu habitación y gritaste al vacío de la oscuridad del pasillo “¿Te funciona el Wi-Fi?”. Al otro lado alguien respondió con una negativa y no tuvisteis más remedio que volver a veros en el salón. Te alegró ver de nuevo a Paco, había cogido unos kilos desde la última vez que le viste y tenía una preciosa mujer e hijos. Paquito Jr te cayó bastante simpático. Todavía recuerdas el momento no sin cierta dosis de ansiedad… ¡hablar es tan siglo XX!

Todavía hay más, el otro día cuando paseabas de la mano de tu novia y se puso a llover tuviste que escoger entre sujetar el paraguas o dejar tu Smartphone a un lado, así que para seguir tuiteando cosas bonitas decidiste soltar la mano de tu chica en un ejercicio que logró que hasta el señor que le dedica piropos deshonestos por la calle le parezca ahora un Romeo contemporáneo.

Enhorabuena, amigo, eres un Phubber. No puedes estar más de cinco minutos sin consultar la pantalla de tu teléfono móvil que te reta luminosa desde encima de la mesa cada vez que recibes un me gusta, un comentario o que alguien comparte un vídeo de un gato muy pequeño y por tanto, muy gracioso. No te preocupes, afortunadamente ser Phubber no es una enfermedad terminal. Lo que sí está en fase terminal son tus relaciones sociales y más aún, tu relación sentimental.

Pongamos las cartas sobre la mesa: habláis más por Whatsapp que en persona. Ella es tu distracción en el trabajo y cuando estás de cañas con amigos. Sin embargo, cuando ella se materializa frente a tus ojos como el ser humano que es, no puedes evitar echar miradas fugaces a esa prolongación de tu mano que es tu teléfono móvil. Alguna vez, estando ella en la cocina y tú en el cuarto de baño le has mandado el emoji del beso. Un día se te olvidó darle las buenas noches y le mandaste un mensaje privado en Twitter (ella dormía a tu lado).

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El teléfono móvil se ha convertido en el amante del siglo XXI, capaz de causar las mismas discusiones de pareja que antes se daban por una tercera persona y ahora por un aparatito del tamaño de una postal: o él o yo.

Y al otro de la pantalla la nada. Porque, admitámoslo, lo que pasa fuera durante las dos horas que estás cenando con tu chica tampoco es tan excitante como la amante sedienta de sexo que antaño esperaba en una lúgubre habitación de hotel. Que todos sabemos que no eres precisamente un agente del MI6 con una intensísima doble vida. Tu vida, de hecho, tira más bien a normalita. De modo que todo ese empeño que pones en demostrar que estás vivo y sigues respirando y haciendo cosas chachis a través de las redes sociales le demuestran a tu chica que en la vida real tu estado es más bien vegetativo. Que podrían dormir todas las partes de tu cuerpo excepto el dedo índice y pulgar para poder seguir haciendo scroll.

Y ahí está ella, observándote y pensando en otros tiempos cuando utilizabas esos dedos para cosas más divertidas que ampliar un meme de Julio Iglesias que te acaba de llegar al grupo de Whatsapp de la peña del pueblo.

Pero al mismo tiempo es absurdo sentir celos de un teléfono móvil. No es un ser humano, no es ese canalla levantapibas que espera a tu chica en la barra del bar, no es una ex, ni siquiera es el robot Emilio (ahí todo el mundo tendría un duro rival, lo admito, nadie lleva mejor que él una bandeja cargada de queso).

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La situación es mucho más intrincada. El phubberismo, esa enfermedad tuya, le demuestra que quizás no está siendo lo suficientemente interesante o divertida. Que quizá el problema lo tiene ella y no tú. Por eso es muy importante que poses tu pupila en su pupila azul y le digas eso de “No eres tú, soy yo” o poniéndote un poco más creativo (que esa excusa pasó de moda la primera vez que se utilizó, allá por el siglo I) coge su Smartphone y lánzalo dramáticamente por la ventana para después gritar que se salve ella, que tú ya estás perdido.

A fin de cuentas, si de verdad lo haces y eres capaz de resumirlo en 140 caracteres, puede quedarte un tuit bastante gracioso.

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