Cuando la nieve se derrite y el sol empieza a calentar, los osos Grizzly y sus crías se despiertan de su larga siesta de invierno. Lo primero es comer. Encontrar el arroyo más cercano en busca de un buen salmón es una de las mejores opciones. También los hay que asaltan las colmenas en cuanto están cargadas de miel. Otros, sin embargo, prefieren comer polillas.
En el parque de Yellowstone, en Estados Unidos, algunos de estos gigantes pardos abandonan la comodidad del valle para trepar a las laderas rocosas. Allí, donde ya no crece vegetación, se esconde un tesoro muy calórico, comido en abundancia. Según la autoridad del parque, cada polilla aporta alrededor de media caloría. Así, cada Grizzly puede llegar a ingerir hasta 40.000 insectos al día.
“En un mes capturando polillas en Yellowstone, un oso podría comer cerca de la mitad de lo que necesita para todo el año”, señala Hillary Robinson, investigadora del parque nacional estadounidense. ¿Y si los seres humanos hiciésemos lo mismo?
El beondegi, crisálidas de gusano de seda, es popular en Corea. / stawarzallegro, Wikimedia
El futuro perfecto de la alimentación
Hace tiempo que la FAO, la organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, viene resaltando las virtudes de alimentarse de insectos. No en vano, existen unas 1.900 especies de artrópodos comestibles en el planeta. Y alrededor de 2.000 millones de personas los incluyen como parte de sus dietas tradicionales.
La FAO y otras organizaciones coinciden en que, en los próximos 30 años, cuando la población global se acerque a los 9.000 millones de habitantes, necesitaremos cambiar la forma en que producimos comida. Sobre todo, si queremos eliminar el hambre crónica y reducir el impacto de la industria alimentaria en el planeta. Así que, ¿por qué insectos? Estas son las razones de las Naciones Unidas:
- Por salud. Son alternativas alimenticias ricas en grasas, proteínas y minerales como calcio y hierro. Algunos pueblos llevan siglos alimentándose a base de insectos con mucho éxito.
- Por el medio ambiente. Los insectos y su cría emiten muchos menos gases de efecto invernadero (metano y dióxido de carbono) que la de vacas, cerdos y ovejas. Además, su cría no necesita pastos y, por lo tanto, no es necesario destruir bosques para construir granjas. Por último, los insectos son organismos muy eficientes y necesitan pocos cuidados (para generar el mismo alimento, los grillos necesitan 12 veces menos alimentación que un ternero).
- Por la subsistencia de las sociedades. La cría de insectos necesita poca inversión e infraestructura, por lo que puede convertirse en un buen motor de desarrollo en países pobres. Sin embargo, es un sector que también necesita de innovación, por lo que además representa buenas oportunidades para la investigación tecnológica.
La FAO lleva años intentando convencer al mundo para que se alimente de insectos.
Así es el futuro perfecto que pinta la FAO, un futuro que podría estar más cerca de nuestras tiendas de lo que pensamos. De hecho, durante 2016 y principios de este año, Suiza, Bélgica, Dinamarca y Reino Unido permitieron el cultivo y la venta de insectos. También en Estados Unidos están surgiendo empresas para la cría de artrópodos, aunque es en Asia donde parecen haber tomado la delantera.
Tecnología y startups al servicio de la entomofagia
La relación de hombres e insectos a través de la tecnología no es algo nuevo. Ya en el año 1.300 a.C. existen evidencias claras de la existencia de elaboradas granjas de gusanos de seda. Sin embargo, el auge de la alimentación basada en insectos, o entomofagia, es más reciente, y está impulsando la creación de multitud de compañías y la aparición de nuevas oportunidades de negocio.
Granjas domésticas hi-tech
Durante la dinastía Tang, entre los siglos VII y X, los grillos se convirtieron en mascotas muy populares en China. Así sus dueños podían escuchar sus cantos de verano, aunque fuera estuviese nevando. Hoy, el gigante asiático ha visto nacer la primera startup enfocada en el negocio doméstico de la cría de insectos.
Livin Farms produce The Hive, un dispositivo diseñado por dos emprendedoras austríacas, Katarina Unger y Julia Kaisinger, que podría ser algo común en las cocinas del futuro. Un aparato que permite criar la cantidad necesaria de larvas comestibles para que una familia se pase por completo a la entomofagia.
Robots y big data para insectívoros
Aspire es otra startup, a medio camino entre Estados Unidos y Ghana, en la que creen que los insectos son el alimento del futuro. Su campo de trabajo es la agricultura de precisión, es decir, la utilización de tecnología y herramientas de big data para automatizar y hacer más eficiente el proceso de cultivo de insectos.
Además, han desarrollado un sistema mediante robots autónomos que ha permitido estandarizar todo el proceso de cría hasta la recolecta, un proceso que, aseguran, apenas produce residuos.
Más grillos: cookies y barritas energéticas
La “domesticación” del grillo no ha sido el único avance en las relaciones entre humanos e insectos llegado desde Asia. En Corea, donde la industria de cría de insectos ya generó en 2016 cerca de 300 millones de dólares, trabajan para que el mundo abandone los prejuicios a la hora de ingerir insectos.
El sector privado y las universidades colaboran en varios proyectos para convertir los insectos en grasas y proteínas con las que elaborar alimentos más atractivos, como helados o cookies con chocolate.
También en Estados Unidos, alrededor de las tendencias alimentarias que rechazan la ingesta de cereales, la compañía Exo ha lanzado al mercado una serie de barritas energéticas que son pura proteína. El secreto: 100% grillos, con sabor a coco, vainilla, canela o plátano.
Barritas energéticas a base de grillos. / Exo
Innovación sin tanta tecnología
Tal como señala el informe de la FAO, el cultivo de insectos para consumo humano está generando oportunidades en el sector tecnológico. Pero también atrae innovación en sectores tradicionales que no pueden invertir en ordenadores y maquinaria.
Uno de los ejemplos más recientes está en Kenia, donde, durante las fuertes sequías que no permiten el cultivo vegetal, algunos agricultores están introduciéndose en la captura y la cría de termitas.
En la región del lago Victoria, se ha desarrollado una simple trampa luminosa, elaborada con materiales accesibles y económicos, que permite a la población local capturar grandes cantidades de agoro, una especie de termita, tanto para consumo propio como para su venta.
Además, en el oeste del país se están construyendo las primeras granjas rudimentarias de termitas, inspiradas por otras costumbres tradicionales como la recolección de las setas que los propios insectos cultivan en los termiteros.
De Kenia al sur de la península de Corea, pasando por los mercados de Suiza o Estados Unidos, los insectos van poco a poco conquistando la alimentación del planeta. Si los osos hace años que fueron capaces de cambiar el salmón por las polillas, ¿por qué no podemos pasarnos a las termitas en papillote o el tartar de grillos?