Vivimos en internet. Cada vez pasamos más tiempo en la red, cada vez depositamos más parte de nuestras vidas en la nube. Nunca falta un “estás enganchado a internet”, casi siempre acompañado de un amasijo de ideas sobre si internet es algo positivo o algo negativo…
Nos preguntamos con el famoso sociólogo francés si ‘¿Están locos estos romanos?’, si el ambiente digital es inherentemente negativo y qué podemos hacer para mejorarlo.
Internet es la vida real
Las relaciones digitales (es decir, las creadas y desarrolladas en la red) son “significativas, cercanas y duraderas”, en contra de lo que solemos pensar sobre internet (Bargh, McKenna y Fitzsimons, 2002). Es más, muchas de estas relaciones se terminan por trasladar a la vida real mediante encuentros físicos. “Esto implicaría”, nos dice la psicóloga Iria Reguera, “que, al contrario de lo que popularmente se cree, internet no ha cambiado nuestra manera de relacionarnos, ni el tipo de relaciones sociales, sino que nos ha dado otra vía para hacerlo y desarrollar dichas relaciones”.
El ciber-ostracismo (que en este caso quiere decir ‘hacer el vacío por parte de personas únicamente conocidas en la red’) provocaba las mismas reacciones que el ostracismo tradicional: mal humor, ansiedad, estrés, preocupación temporal e, incluso, paranoia (Williams, Cheung y Choi, 2000).
Es lógico, porque aunque a veces pensamos que nuestra forma de comportarnos, nuestra forma de ser y nuestra personalidad cambian en el medio online. Pero parece que no es así, internet ha creado una nueva manera de hacer las mismas cosas que ya hacíamos (Tyler, 2002 o Manso, 2006).
Pasporta Servo lleva más de cincuenta años haciendo lo que hoy hace AirBnB; el Carpooling (el coche compartido) surgió en EEUU con fuerza tras la crisis petrolera de los 70, pero podemos datar las primeras iniciativas organizadas en 1914; El Speed Dating (del que Tinder es una evolución natural) surgió a finales de los noventa pero se llevaba practicando informalmente en las comunidades judías de California durante décadas. Hay muy pocas cosas nuevas bajo el sol.
Internet no nos cambia, nos amplifica
Lo que sí es verdad es que Internet nos ayuda a ser más efectivos en ciertas cosas. Siguiendo el viejo adagio ‘Dios los cría y ellos se juntan’, en la vida offline, tendemos a juntarnos con la gente que piensa, siente y cree cosas similares a las nuestras. En internet también, pero al pulverizar las barreras geográficas, han creado grupos mucho más uniformes que antes: seguimos y somos seguidos por personas con características parecidas a las nuestras (Wu, Hofman, Mason y Watts, 2011).
Y los grupos influyen. De hecho, algunos estudios indican que las condiciones de la red podrían exaltar la influencia que tienen las normas grupales sobre la gente (Spears, Postmes, Lea y Wolbert, 2002). Es decir, que es posible que internet permita que los grupos (las comunidades digitales) influyan más sobre nosotros.
Si juntamos esa mayor influencia con que la ‘sensación de anonimato’ nos desinhibe, tenemos un cóctel perfecto para el linchamiento del ‘otro’. Volveremos sobre esto (sobre nuestra capacidad de ser troles y haters casi sin darnos cuenta) otro día. Hoy hablaremos de qué hace al ambiente digital un sitio saludable.
Seres sociales
Porque no nos llevemos a engaño, como decía Aristóteles el hombre es una animal político: un ser social. En general, nuestro árbol familiar está lleno de seres profundamente sociales que se juntan más para celebrar algo juntos que por cualquier motivo práctico. Internet, cambiando la idea tradicional de soledad, ha hecho mucho bien a muchas personas.
Reguera tiene claro que “Si la pregunta es si nos comportamos diferente en internet o si han cambiado los patrones de relación, la respuesta es no. En cambio, si la pregunta es si internet tiene una serie de características que afectan a nuestro comportamiento, entonces la respuesta es necesariamente afirmativa”. La red tiene una serie de características particulares (desindividualización, desinhibición, polarización de los grupos y facilitación social) que sí afectan a particularmente a nuestra forma de comportarnos. ¿Cómo podemos mejorar ese ambiente digital?
Ambientes saludables
En este sentido, utilizando la idea de Marisa Salanova (2008), catedrática de la UJI, podemos catalogar las comunidades digitales como saludables o como tóxicas. Las comunidades digitales saludables serían «aquellas comunidades caracterizadas por invertir esfuerzos de colaboración, sistemáticos e intencionales para maximizar el bienestar de sus miembros».
Hay una serie de 9 factores (Warr, 1990) que hacen que los entornos sociales sean más positivos y saludables:
(1) la claridad de los objetivos, tareas y roles en comunidad
(2) la autonomía de los miembros de la comunidad,
(3) las oportunidades que ofrece la comunidad para el contacto social,
(4) la variedad temática o de tareas,
(5) la existencia de información y feedback sobre el el comportamiento de los miembros,
(6) la justicia del ratio entre lo que se da a la comunidad y lo que se recibe,
(7) la seguridad,
(8) que la pertenencia a la comunidad sea valorada socialmente
y (9) el apoyo de los líderes naturales de la comunidad
Salanova, una de las mayores expertas en organizaciones saludables a nivel internacional, propone que, en el fondo, el ambiente digital positivo surge como una interacción entre las prácticas y relaciones del grupo, sus integrantes y lo que producen.
Aunque también existen recursos valiosos que pueden mejorar cualquier comunidad digital: la inteligencia emocional es decir, la capacidad de regular las emociones y transformar el estado de ánimo. El entrenamiento en la toma de conciencia de las habilidades y destrezas de uno mismo y de los demás. La apertura a la experiencia de emociones positivas como entusiasmo, calma mental, curiosidad o satisfacción. La asertividad o la capacidad de pedir apoyo a la gente que tenemos cerca.
Pero la idea más poderosa que la ciencia tiene que aportarnos sobre cómo podemos mejorar el ambiente digital es la evidencia de que la mejor forma de cambiar el comportamiento de los demás es cambiando el nuestro (Jacobson, N. S., Christensen, A., Prince, S. E., Cordova, J., & Eldridge, K., 2000). Las relaciones humanas son una interacción. Es realmente sorprendente cómo cambiar pequeños detalles de nuestra forma de estar en el ambiente digital, cambia la forma en que los demás nos ven y las dinámicas comunitarias que surgen alrededor de nosotros.
Imágenes | Julian Burgess, Raúl Hernández González