Desde hace años, los científicos buscan un planeta que se parezca de verdad a la Tierra. No solo en tamaño o composición, sino en algo mucho más importante: que pueda tener vida. Y la clave está, no en nuestro Sistema Solar, sino en los exoplanetas.
Los planetas parecen formarse de manera natural cuando nacen las estrellas, y prácticamente cada una de ellas podría tener su propio sistema planetario. La diferencia entre ellos está en los detalles: su composición, la distancia a su estrella o la estabilidad de su órbita.
Desde que en 1995 Michel Mayor y Didier Queloz anunciaron el descubrimiento de 51 Pegasi b, el primer planeta hallado fuera de nuestro Sistema Solar, la astronomía cambió para siempre. Aquel mundo era un gigante gaseoso extremadamente caliente, muy distinto a la Tierra, pero su hallazgo abrió la puerta a miles de nuevos descubrimientos.
¡Hola, Kepler-452b!
Desde aquel entonces, el gran objetivo de la exploración espacial ha sido otro, el de encontrar un planeta que pueda considerarse el gemelo de nuestro hogar. Por si acaso.
30 años después de aquel descubrimiento, el mejor candidato sigue siendo Kepler-452b, localizado en 2015 por el telescopio Kepler de la NASA. Eso sí, no está, para nada, cerca a nuestro hogar.

Concretamente, se encuentra a unos 1.400 años luz y gira alrededor de una estrella muy parecida al Sol, dentro de la llamada “zona habitable”, una región donde podría existir agua líquida. Es un poco más grande que la Tierra, ya que su radio es un 60% mayor, y tarda algo más en completar una vuelta a su estrella: 385 días.
Con esos datos, los astrónomos creen que su temperatura y condiciones podrían ser compatibles con la vida, aunque su gravedad sería algo más alta.
Lo que hace aún más interesante a Kepler-452b es que su estrella es más vieja que el Sol. Eso significa que si el planeta alguna vez tuvo océanos y una atmósfera similar a la nuestra, puede que esté entrando ya en una fase de calentamiento irreversible. En otras palabras, podría ser una versión futura de la Tierra, un espejo donde mirar lo que podría pasar dentro de mil millones de años.
Proxima Centauri b, un primo lejano
No es el único mundo que ha despertado esperanzas por su semejanza a la Tierra, ya que Proxima Centauri b, por ejemplo, está a solo 4,2 años luz, lo que lo convierte en el exoplaneta más cercano conocido. ¿Lo malo? Que su estrella, a diferencia del sol, es una enana roja muy inestable, que lanza ráfagas de radiación capaces de arrasar cualquier atmósfera.
Otro caso interesante es TOI-700 d, a unos 100 años luz, que orbita una estrella más tranquila. Aun así, todavía no se ha podido confirmar si tiene atmósfera o si podría mantener agua en la superficie.
Quizá dentro de unas décadas sepamos si hay otro planeta azul orbitando una estrella lejana. Hasta entonces, Kepler-452b sigue siendo lo más parecido a una segunda Tierra, una pista de que quizá no estemos tan solos como pensábamos, pero a una distancia demasiado grande como para dejarnos de conjeturas.










