En las películas y videojuegos del espacio hay un elemento que nunca falta y eso son las naves espaciales. Desde naves más menos sencillas como la Cazadora de Samus Aran hasta los Cruceros de batalla imperiales de Star Wars todo se podrían considerar prodigios de la ingeniería aeroespacial más avanzada y que jamás pudiste imaginar. Sin embargo, más allá de lo que la tecnología nos quiere ofrecer hay un elemento que todos comparten para realizar los famosos saltos espaciales y eso es el motor de curvatura.
Por supuesto no hablamos de motores convencionales como los que hoy en día funcionan en los automóviles que circulan por nuestras calles, sino de un elemento más avanzado con el que mover un vehículo a gran velocidad de una punta a otra del universo empleando el menor tiempo posible.
¿Ciencia ficción o ciencia real?
No todas las cosas que las películas de ciencia ficción vaticinaban para más allá del año 2000 se han cumplido. A día de hoy no hay robots por las calles, pero tampoco los coches se ha levantado del suelo con propulsores que son capaces de llevarte por el cielo de un lado a otro del mundo. Si ya nos vamos al punto de la fantasía, tampoco existen esas naves galácticas tan impresionantes que son capaces de surcar el espacio en cuestión de segundos. Y es que nos vamos a detener en esto último porque en realidad estamos más cerca de lo que piensas de crear una nave espacial (y no, no nos referimos a la Starship de SpaceX).
Más allá de una infraestructura lo suficientemente fuerte como para aguantar en el espacio, se necesita un motor capaz de poner en funcionamiento toda la nave y esto es lo que se conoce como el Warp Drive. Tal vez como con esta terminología no lo conozcas ya que se trata de lo que comúnmente se llama motor de curvatura. Durante muchos años se ha pensado en este motor como un propulsor teórico capaz de alcanzar velocidades superiores a las de la luz y todo sin romper ninguna ley física.
Son dos cosas prácticamente imposibles, sobre todo si tenemos en cuenta que el mismísimo Albert Einstein puso un límite de velocidad universal que no se puede exceder y son los 300.000 kilómetros por segundo. Pero el hecho de que un erudito como Einstein pusiera un límite no significa que el método científico se ciña a esta medición de manera tajante. Y si no que se lo pregunten a Miguel Alcubierre que en 1994 ya estudió la posibilidad de un motor espacial que rompiera hasta afirmación.
El estudio se apoyaba en las propiedades de suspensión y contracción del tejido espacial con el fin de avanzar por el universo y todo gracias a reacciones químicas con las que es posible liberar energía para mover la nave.
Fuchs y su nuevo diseño
Pero la ciencia sigue avanzando y un nuevo modelo de estos warp drives hasta ahora en las manos del investigador de la Universidad de Alabama conocido como Jared Fuchs. Gracias a ver a sus estudios sobre los movimientos del espacio y cómo se comporta este a pesar de que las galaxias no se mueven ha reabierto este debate de una manera magistral.
El científico con la ayuda de Applied Physics ha logrado llegar a la conclusión de un nuevo modelo que se acerca a la velocidad de la luz utilizando técnicas gravitatorias tradicionales para generar una burbuja en la que pueden viajar elementos sin romper los principios de la relatividad de los que hablaba Einstein.
De hecho, también rompe otra teoría sobre un elemento clave para la alimentación de semejante motor. Hasta ahora se pensaba que se necesitaba materia oscura presente en el universo para que el propulsor pudiera realizar estos saltos en el espacio, pero todo apunta a que todo es más sencillo y con materiales más fáciles de conseguir y menos inestables.
Más cerca de surcar el espacio
De momento, estas investigaciones y teorías dejan claro que el día de mañana existe una posibilidad plausible de que la humanidad se desplace por el universo en cortos periodos de tiempo. Los trabajos de Fuchs y Alcubierre solos en la punta del iceberg para lo que el día de mañana puede experimentar el ser humano, aunque es un hecho de que cada día estaba más cerca de que esos viajes intereses especiales sean una realidad y no un mero producto de la fantasía del ser humano.