tormenta en el sahel

La lluvia que no vuelve África verde

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El desierto del Sahara es un océano de arena. El más grande del planeta Tierra. Y, como todo océano, también tiene sus orillas. Al norte sus dunas llegan a tocar el mar Mediterráneo y al sur limita con el Sahel, una palabra de origen árabe que significa precisamente eso: costa, borde.

El Sahel es una franja de más de 5.000 kilómetros de longitud que se extiende del Mar Rojo hasta el Atlántico. Es lo que se conoce como una ecorregión de transición, a medio camino entre el desierto del Sahara y la fértil sabana. Comprende también algunos de los países más pobres e inestables del planeta, como Mauritania, Mali, el sur de Sudán o Eritrea.

Al contrario que en el vecino Sahara, el terreno y el clima del Sahel permiten la agricultura, aunque es uno de los ecosistemas más amenazados por la desertificación. Y eso a pesar de que las lluvias se han multiplicado por cuatro en las últimas tres décadas. Parece incomprensible, pero así son los efectos del cambio climático.

Las muchas caras del calentamiento global

Muchos de los efectos del cambio climático nos son todavía desconocidos. Gran parte de las conexiones causa-efecto entre diferentes zonas todavía tienen que ser investigadas. Así, un equipo de investigadores europeos liderado por el Centre for Ecology & Hydrology (CEH) de Reino Unido acaba de publicar un estudio sobre las precipitaciones en el Sahel: llueve cuatro veces más que hace 30 años.

tormenta en el sahel

Tormenta sobre el Sahel / CEH

Mediante el análisis de datos recogidos entre 1982 y 2016, el estudio muestra un aumento constante de los episodios pluviométricos extremos. Hoy, durante las épocas de monzón (entre junio y septiembre) se producen hasta 80 tormentas extremas, un fenómeno que sucedía alrededor de 20 veces al año en el pasado.

El resto del año, prácticamente no llueve. Así, la sequía extrema combinada con la alta frecuencia de las lluvias torrenciales no hace sino empeorar la situación climática y social de la zona. Según el estudio, esta tendencia aumentará el riesgo de inundaciones y enfermedades, sobre todo en el África occidental.

“Es cierto que ya se esperaba que el calentamiento global produjese tormentas de mayor intensidad, pero nos ha cogido por sorpresa la rapidez con la que se están produciendo los cambios en esta región de África”, explica Christopher Taylor, meteorólogo en el CEH.

Tormentas más grandes que Andalucía

Y es que cuando hablamos de las tormentas que se producen en el Sahel, no estamos hablando de la típica tormenta de verano que refresca el ambiente tras un día caluroso. Se trata de cúmulos de tormentas que superan los 100.000 kilómetros cuadrados de superficie (como Andalucía y Extremadura juntas), con nubes que alcanzan los 16 kilómetros de altura.

Es lo que se conoce, técnicamente, como Sistema Convectivo de Mesoescala, un mega-cúmulo de tormentas que puede descargar más de 250 litros por metro cuadrado en espacio de pocas horas.

Según la clasificación del laboratorio de tormentas de la agencia estadounidense NOAA, los sistemas de mesoescala son el tipo de tormenta eléctrica más violento registrado en la Tierra. En sus casos más extremos, unidos a centros de bajas presiones sobre aguas tropicales, dan lugar a huracanes y ciclones.

Este tipo de cúmulos tormentosos han sido registrados en muchas zonas cálidas del planeta. Sin embargo, en la franja africana que se extiende al norte del Ecuador, han alcanzado algunos de sus episodios más violentos, intensificados en los últimos años. En el Sahel, además, es prácticamente el único tipo de lluvia que se produce.

vegetacion en el sahel

Vegetación típica del Sahel / Haile F

¿Por qué llueve más?

El equipo de científicos europeos creía entender bien la dinámica de los monzones y cómo se producían las tormentas. Pero se vieron sorprendidos por un curioso dato: la temperatura local del Sahel durante el monzón no parecía haberse incrementado en los últimos años. Las tormentas se nutren de calor y de humedad, entonces, ¿qué causaba ese aumento desmesurado de los episodios tormentosos?

La respuesta estaba en el gigante arenoso que acompaña al Sahel en su frontera norte. La temperatura del Sáhara ha aumentado muy por encima de la media global en los últimos años, sobrecalentando una zona ya de por sí tórrida e intensificando el gradiente de temperatura con el Sahel.

Así, el aumento de esta diferencia entre temperaturas intensifica el fenómeno conocido como cizalladura, la diferencia en la velocidad del viento entre dos puntos de la atmósfera. A su vez, este fenómeno acelera la convergencia de humedad y genera tormentas y episodios pluviométricos extremos. Básicamente, mientras el Sahara se sobrecalienta, el Sahel se ahoga.

“Las tormentas africanas son máquinas meteorológicas muy complejas en las que las corrientes de aire extraen rápidamente el agua de la atmósfera y producen lluvias torrenciales. Estas máquinas se han vuelto muy eficientes en las últimas décadas, con el consiguiente aumento de fenómenos peligrosos”, puntualiza Douglas Parker, profesor de meteorología en la Universidad de Leeds y coautor del estudio.

La lluvia que no riega

En la cuenca del río Níger, en el África occidental, se encuentra Burkina Faso, un país en el que más del 90% de su población vive de la agricultura y, como tal, de la lluvia. Allí, se han registrado casi 80 episodios de lluvias torrenciales en los últimos 30 años, 70 de ellas en la última década. Y, sin embargo, el país padece episodios severos de sequía.

El principal problema de las lluvias torrenciales es la erosión del suelo fértil, del que depende la agricultura. Los periodos de mayor sequía reducen la cubierta vegetal del terreno y, cuando la lluvia cae, no hay nada que sujete la tierra. Este fenómeno se reproduce cíclicamente y cada vez con más intensidad, incrementado la desertificación y destruyendo las posibilidades agrícolas del país. Allí, el cambio climático no se debate, se sufre.

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Zonas encharcadas tras las lluvias, en Mali / Wikimedia Commons

Por otro lado, cuando la lluvia cae de forma tan repentina, causa importantes inundaciones. “Los daños son más destacados en las áreas urbanas, donde los cursos naturales del agua están interrumpidos”, explica Abdoulaye Diarra, investigador senior del International Institute for Water and Environmental Engineering de Ouagadougou, en Burkina Faso, colaborador en el estudio.

“Las inundaciones de septiembre de 2009 en Ouagadougou causaron grandes daños en la capital. Más de la mitad de la ciudad estaba inundada, incluyendo el principal hospital”, añade.

Hace unos 12.000 años, el Sahara no era tan árido como en la actualidad y en el convivían grandes comunidades de mamíferos, como búfalos, gacelas, leones y, por supuesto, humanos. Pero la arena los acabó expulsando al norte y al sur, a los márgenes del desierto. Hoy, esos grupos siguen soportando los envites de la desertificación, que ha encontrado en el agua y el calentamiento global el mejor aliado para expandir sus fronteras.

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