Los 11 viajes de exploración más asombrosos de la humanidad

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Firma invitada: Sergio Parra.

Los viajes más asombrosos de la humanidad son los que tienen un cariz explorador, los que no se limitan a alcanzar nuevos finisterres, sino a hacer nuevos hallazgos por el camino. Porque esa clase de viajes son tanto exteriores como interiores: cambian por dentro algunas de las cosas que creíamos saber sobre el mundo.

Son viajes que, aunque hayan sido realizados por personas individuales, en realidad afectaban a toda la humanidad. Una parte de todos nosotros fue con ellos. Sobre todo en los 11 siguientes.

Cabeza de Vaca, la aventura en América

Foto: Wikipedia
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Álvar Núñez Cabeza de Vaca nació entre 1488 y 1490, y fue el primer europeo de la historia en visitar las cataratas de Iguazú, en Argentina.

El 17 de junio de 1527 partió en su primer viaje a América, con cinco naves y 600 hombres, y exploró la costa sur de Norteamérica desde la actual Florida pasando por Alabama, Misisipi y Luisiana y se adentró en Texas, Nuevo México, Arizona y en el norte de México hasta llegar al Golfo de California. Durante aquel viaje recogió las primeras observaciones etnográficas sobre las poblaciones indígenas del golfo de México.

La expedición sufrió tormentas, deserciones, enfermedades y otras dificultades en el Caribe. Solo Cabeza de Vaca y tres compañeros lograron llegar a tierras españolas después de ocho años viviendo todo tipo de aventuras.

Expedición científica Malaspina

Foto: Wikipedia
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En septiembre de 1788, el teniente de navío Alejandro Malaspina inició una expedición político-científica de escala mundial cuyo objetivo era estudiar los principales territorios españoles en América y Asia, sobre todo para incrementar el conocimiento sobre ciencias naturales (botánica, zoología, geología). Fue probablemente el primer viaje de exploración científica de la historia.

A bordo de la expedición viajaban personajes importantes de diversos campos del conocimiento, como el astrónomo y cartógrafo Juan Gutiérrez de la Concha, los pintores José Guío y Fernando Brambila, el botánico Luis Née, los naturalistas Antonio Pineda y Tadeo Haenke o el marinero Alcalá Galiano. La expedición partió de Cádiz hasta las Canarias, y de allí cruzaron el Atlántico hacia el Río de la Plata. Más tarde arribaron a Montevideo, luego hacia las islas Malvinas. Desde allí a Cabo de Hornos y, ya en el Pacífico, tomaron rumbo norte explorando toda la costa americana occidental: Chiloé, Valparaíso, El Callao, Guayaquil, Panamá y Acapulco.

Además, la expedición no solo se fundaba en la exploración, sino también en la colaboración con las autoridades locales y eventuales científicos que se encontraban en cada lugar para así ampliar las tareas de investigación.

La odisea botánica de Ruiz y Pavón

Foto: Lapausadelcafé

La expedición de los botánicos Hipólito Ruiz y José Pavón permitió entre 1777 y 1788 estudiar las plantas de Perú y Ecuador, incluyendo los Andes y la Amazonía, y posteriormente en Chile. Junto a estos dos botánicos, participaron también el médico y botánico Joseph Dombey y los dibujantes Isidoro Gálvez y José Brunete.

Los resultados del viaje fueron 3.000 vegetales desecados, gran cantidad de plantas vivas, y casi 2.500 dibujos botánicos a tamaño natural.

John Bartram y un cuarto de todas las especies nuevas

[caption id="attachment_4048" align="aligncenter" width="650"]Foto: Florida Foto: Florida

También de cariz botánico fueron las expediciones de John Bartram, aunque él solo logró catalogar un cuarto de todas las especies nuevas descubiertas en Norteamérica. Bartram era un cuáquero de Pensilvania nacido en 1699 que empezó a interesarse por la botánica a raíz de la lectura de un libro sobre el tema. Tal y como lo explica Bill Bryson en su libro Un paseo por el bosque:

Empezó a enviar semillas y esquejes a un correligionario londinense suyo. Este le animó a buscar nuevas especies y Bartram se embarcó en varios viajes cada vez más ambiciosos que le llevaron a recorrer más de 1.500 kilómetros por las más escarpadas colinas. Pese a ser un completo autodidacta que nunca aprendió latín y entendía solo en términos muy generales las clasificaciones de Linneo, fue un coleccionista de plantas excepcional, con una habilidad asombrosa para localizar e identificar especies desconocidas.

Mertz y su mapa de la Antártida

Foto: Wikipedia
Foto: Wikipedia

El explorador polar suizo Xavier Mertz (1883-1913) participó en una legendaria exploración junto a otros dos exploradores con el objetivo de dibujar el mapa del interior de la Antártida. Uno de los miembros del equipo, entonces, se precipitó por una grieta de hielo, llevándose con él la mayoría de los trineos y la mitad de los perros. Lo que descubrieron entonces, de forma inadvertida, fue la importancia del a vitamina A.

Porque, para sobrevivir a las duras condiciones del viaje, tuvieron que comerse a sus perros de la raza husky: en 100 gramos de hígado de husky hay suficiente vitamina A como para matar a un hombre adulto. Y es que la vitamina A es imprescindible para sobrevivir, pero su exceso resulta tóxico.

La travesía del Beagle

Foto: Wikipedia
Foto: Wikipedia

Charles Darwin tenía veintidós años tenía cuando se inició la segunda expedición del HMS Beagle, un bergantín de la Marina Real Británica, al mando del comandante Robert Fitz-Roy, que zarpó de Plymouth el 27 de diciembre de 1831. Un épico viaje de exploración científica que inspiró las primeras anotaciones que sugieren las ideas que más tarde le llevarían a escribir su teoría de la evolución por la selección natural.

Santiago de Cabo Verde, Brasil, Tierra de Fuego, Chile, Islas Galápagos, Australia, Islas Cocos, Ciudad del Cabo… fueron algunas de sus escalas.

Fuentes del Nilo

Foto: Ntz
Foto: Ntz

El Nilo fue un elemento fundamental para el florecimiento de la civilización del Antiguo Egipto. A pesar de los intentos de griegos y romanos, el curso alto del Nilo permaneció inexplorado en su mayor parte. Varias expediciones habían fracasado en sus intentos por determinar la fuente del Nilo.

Los europeos prácticamente no consiguieron nuevos datos sobre los orígenes del Nilo hasta los siglos XV y XVI. El lago Victoria fue contemplado por europeos por primera vez en 1858, cuando el explorador británico John Hanning Speke alcanzó su orilla Sur durante su viaje de exploración por el África central con Richard Francis Burton. Burton también popularizó una palabra que en árabe quiere decir viajero. Introdujo las palabras safari y pijama en el diccionario de la lengua inglesa. El descubrimiento de las fuentes del Nilo, sin embargo, fue más de Speke que de Burton, pues Burton recelaba de él, tal y como explica Gonzalo Ugidos en su libro Chiripas de la historia:

Ello fue que cedió a las insistentes peticiones de Speke para que le permitiera viajar solo hacia el norte en busca del lago Ukewere. Los mercaderes árabes les habían hablado de un gran bhar, un mar o lago, que se hallaba a quince o dieciséis días de marcha hacia el norte. Speke era un hombre valeroso y terco, estaba casi ciego y los residuos de un escarabajo que se le habían metido en la oreja lo habían dejado sordo, pero con una pequeña escolta se metió en un territorio desconocido rodeado de personas que lo mismo podía resultar misericordiosas que asesinas. El 30 de julio de 1958 la caravana ascendió por una empinada cuesta y de pronto surgieron ante ellos las vastísimas aguas del N´yanza que Speke llamó Victoria en honor a Su Gracia Majestad y del que tuvo la certeza que era el auténtico nacedero del Nilo.

Bougainville y la inocente Tahití

Foto: Yovisto
Foto: Yovisto

Louis Antoine de Bougainville hizo la primera circunnavegación francesa, y se destacó por su descripción de Tahití. Era 1766 cuando inició su gran expedición para dar la vuelta al mundo. En marzo de 1769 completa la primera circunnavegación francesa volviendo a Saint-Malo perdiendo tan sólo a siete hombres de un total de doscientos.

La descripción que Bougainville hizo de Tahiti en 1771 en su libro Voyage autour du monde, ofreció una visión de un paraíso terrenal donde los hombres y mujeres vivían felices en la inocencia, lejos de la corrupción de la civilización.

Cook y el viaje total

Foto: Wikipedia
Foto: Wikipedia

En dos viajes a finales del siglo XVIII, el inglés James Cook exploró los remotos mares del sur, cartografiando las tierras de Oceanía a bordo del ‘HMS Resolution’, el barco mejor equipado de la época.

Cook nació un 27 de octubre de 1728 en el pueblecillo de Marton, condado de Yorkshire, pero exploró zonas árticas y antárticas, fue el primero en superar el círculo polar antártico en 1733, dio tres vueltas alrededor del globo, descubrió muchas islas en Oceanía, y en 1773 llegó a unas islas que llamó Hervey, pero que más tarde se llamarían islas Cook. Los descubrimientos de James Cook fueron en realidad pocos y de escasa importancia. Sin embargo, sus aportaciones geográficas revolucionaron esta ciencia y le valieron la consideración de ser el más grande explorador británico de la historia.

La vuelta al mundo de La Pérouse

Foto: Wikipedia
Foto: Wikipedia

Jean François Galaup, conde de La Pérouse, fue un marino francés que protagonizó una expedición naval alrededor del mundo. Su objetivo era completar los descubrimientos llevados a cabo por James Cook en el océano Pacífico. Entre los participantes en la expedición, había numerosos científicos: un astrónomo, un médico, tres naturalistas, un matemático, tres dibujantes…

La importancia de aquel viaje y todos los conocimientos científicos que se obtuvieron de él ha sido suficiente como para fundar museos en su nombre. Incluso en el libro Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne se menciona el nombre de Lapérouse.

Explorando el Polo Sur

Foto: Wikipedia
Foto: Wikipedia

Robert Falcon Scott fue el valiente que, junto a un grupo de ingleses, se lanzó a la aventura ser el primer humano en alcanzar los noventa grados de latitud sur. Partieron en noviembre de 1911, después de equiparse con perros y provisiones. En enero de 1912, Scott llegó al fin a su meta. Con tan mala fortuna que halló una bandera noruega: Roald Amundsen había llegado justo un mes antes que él, llevándose todos los honores.

Al menos, la experiencia le permitió estudiar a los pingüinos, a los que calificó de “depravados”, al observar que algunos machos se apareaban entre ellos o con hembras que ya estaban muertas.

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