Nos gusta estrenar móvil. Nos gusta presumir de él, de sus nuevas capacidades. ¡Hasta ocho núcleos! ¡Ahora con 20 megapíxeles y autoenfoque! Da igual de dónde vengan los datos, nos aferramos a ellos como un tronco en mitad de la deriva. Cuanto mayor es el conocimiento del usuario, mayor su sensación de seguridad.
Precísamente por eso conviene bucear entre los datos: ¿de dónde viene ese SoC? ¿Tuvo esta o aquella tirada problemas de distribución? ¿Cómo es que rinde tan bien el nuevo procesador del nuevo Phab2 Pro, si es un Snapdragon 652 y ya tenemos en las fábricas el todopoderoso 835? Eso mismo vamos a intentar hacer: responder a estas cuestiones, aclarar los puntos calientes que todo usuario debe conocer si no quiere tropezar.
Los núcleos y su gran cuento de hadas
Se dice que a más núcleos, más potencia. Sería lo lógico. Entonces, ¿por qué el superordenador Titan, con “sólo” 560.000 núcleos, genera un tope de 17.590 TFlops, mientras que Sequoia, el monstruoso superordenador de más de 1.570.000 núcleos, llega por los pelos a la marca de los 17.173 TFlops?
Está bien, este no era un ejemplo muy certero pero nos hacemos a la idea: la construcción del sistema, la disposición de cada componente, los protocolos sobre los que opera, el ancho de banda, son elementos que hablan sobre la ROM, la RAM, velocidades de reloj y no sobre número de núcleos. Estos son sólo una manecilla de un gran reloj, interconectado por cientos de semiconductores.
En los teléfonos actuales los núcleos actúan según la demanda de potencia. En un sistema de 6 núcleos, el fabricante puede optar por una configuración de 4+2, donde los cuatro primeros sean una vanguardia que trabaja mediante nodos y deja en reposo los 2 restantes, únicamente para tareas de apoyo, evitando un gasto energético innecesario.
Este tipo de técnicas se han beneficiado, y han venido propiciadas, por la arquitectura ARM, ideal para equipos de espacio reducido como móviles, portátiles o consolas. Los fabricantes recurren al citado sistema big.LITTLE no por tendencia, sino por necesidad: es necesaria más potencia, pero mantenerla alimentada en todo momento devoraría nuestras baterías.
Pero la RAM sí, ¿verdad?
La RAM ha crecido a tenor de las necesidades. Necesitamos, objetivamente, más RAM que hace 5 años porque, de hecho, las aplicaciones demandan más recursos. A más bytes, mayor fluidez y capacidad de asumir una mayor cantidad de tareas simultáneas.
Que nuestros smartphones actuales cuenten con ocho veces la potencia de los sistemas de hace una década no es una maniobra de marketing. Eso sí: la clave está en el módulo. En su construcción, para ser exactos. Todo procesador actual se fundamenta en transistores. Un transistor es la unidad mínima, que emula el comportamiento de un bit, un interruptor que permite el paso o no de energía.
Cuando leemos sobre la importancia de fabricación a pequeña escala —de 22 a 14 nanómetros, por ejemplo—, esto viene determinado por dos variables: mayor tamaño significa mayor calor residual. Sobre una superficie menor es más fácil disipar el excedente. Y, a menor tamaño, menor consumo energético. Es una cuestión de optimización: lograr, en el mismo espacio, meter mayor cantidad de transistores. Y eso tiene un precio: investigación, desarrollo y fabricación.
Y claro, esta es una carrera que evoluciona cada vez más lentamente. Cuando, en un futuro, cambiemos del silicio a otro superconductor con propiedades cuánticas, cuando hablemos de qubits como hablamos hoy de bytes, olvidando por el camino los diseños horizontales —sobre placa—, podremos trascender en la cantidad de transistores por nanómetro cuadrado.
Contando megahertzios con los dedos
Citábamos más arriba al procesador Qualcomm Snapdragon 652, el cual cuenta con una GPU Adreno 510 a 550 MHz y memoria a 933 MHz en doble canal; pero aún quedan varios elementos por destacar. Por ejemplo, el sistema de carga. No todos los teléfonos móviles cargan en el mismo tiempo, y no sólo por la cantidad de miliamperios-hora que es capaz de cargar un modelo, sino por el amperaje que soporta.
Este procesador es compatible con Quick Charge 2.0 y Quick Charge 3.0. Qualcomm permite cuatro tipos de carga a conveniencia del terminal: 5V / 2A, 9V / 2 A, 12V /1.67A y 20V / 2A. El primer protocolo soporta un máximo de 18 vatios, 9A por 2 A, pero Quick Charge 3.0 ya permite jugar con todos los rangos y hacer combinaciones, ofreciendo incrementos de voltaje según le convenga.
Y, cuanto más versátil es el chip, más inteligente será la carga, menos energía se desperdicia, lo que redundará en una carga más eficaz. ¿Has oído hablar de esos 50% de batería en 30 minutos? Pues es gracias a la construcción de la batería más la optimización en la carga gracias al procesador.
Lo que vemos al otro lado
Al otro lado del procesador, de la memoria flash y el slot para la batería, tenemos la pantalla, que no entiende de clases de anatomía electrónica. Solo pide potencia. Imagínate la potencia necesaria para alimentar una pantalla de 5,5 pulgadas Quad HD como la del Moto Z o, más aún, las 6,4 pulgadas quad-HD del Phab2 Pro.
En el primer ejemplo se cuenta con la tecnología TurboPower, que ofrece 8 horas de vida útil en 15 minutos de carga —y una batería de 2.600 mAh—. En el segundo, la apuesta sube hasta los 4.050 mAh y la misma tecnología de power-carga mejorada 2,4 veces. Además, la pantalla se adapta a las condiciones de luz variables, a los reflejos luminosos, una manera dinámica de ahorrar unos cuantos vatios extra.
https://www.youtube.com/watch?v=fOYmgaGlRLQDecíamos también que el Phab2 Pro cuenta con procesador Snapdragon 652, pero no uno cualquiera, sino una versión modificada en cuanto a velocidad de memoria, sumado a una serie de mejoras en los componentes exteriores: triple cámara, por ejemplo, destacando trasera de 16 MP, delantera de 8 MP, capturador de audio en 5.1, detectando las fuentes de emisión del sonido y posicionándolas, con 3 micrófonos de voz 360, cancelación de ruido y soporte para Dolby Atmos.
¿Para qué tantos gadgets? Para complementar la experiencia con Tango, la tecnología de realidad aumentada patentada por Google que cuenta con más de 30 aplicaciones, y que no necesita gafas ni cascos especiales, solamente un procesador óptimo. Tango ofrece desde una suite para trackear, dibujar y diseñar mobiliario (LOWE) hasta videojuegos para los más pequeños como Woorld, creado por el diseñador de Katamari, uno de los nominados a mejor juego del año por la Academia de las Artes y las Ciencias.
Tango sería inviable sin un procesador potente. La realidad aumentada necesita mapear cada centímetro de una habitación, reconocer la posición de los objetos y recordarla. Es decir: crear una jaula 3D sobre la que moverse, generar elementos tridimensionales en tiempo real, y no “romperse” sobre la simulación de la pantalla.
Así que ya sabes: la próxima vez que adquieras un nuevo terminal, con la efusividad de la celebración, no olvides que no todos los números afectan por igual.