¿Por qué la adicción a Internet no existe pero tú sí estás enganchado?

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Estás enganchado. Reconócelo. No pasa nada. Sí, yo también he jugado al Age of Empires hasta que las llagas de las posaderas no me dejaban estar sentado. Sí, a mi también me han echado a patadas del ciber mientras tratábamos de ganar al Counter a unos terroristas. Y sí, yo también tengo ataques de pánico cada vez que llego a un hotel y me dicen “no hay WiFi en las habitaciones”.

Cada día la expresión ‘Adicción a Internet’ se vuelve más popular e, incluso, cada vez es más fácil encontrar personas dedicadas a tratarla. Pero, ¿Existe en realidad? ¿Es algo de lo que debamos preocuparnos?

¿Qué es la adicción a internet?

Para empezar, la adicción a internet es una broma. En 1995, Ivan Goldberg escribió un correo electrónico en una lista de profesionales de la salud mental. En él, afirmaba haber descubierto un nuevo trastorno (el “Síndrome de adicción a Internet”) y proponía crear un cibergrupo de ciberadictos anónimos. ¿Un grupo de adictos a internet reuniéndose vía internet? ¿Un grupo de alcohólicos subvencionados por Duff? ¿Qué podría salir mal?

Hubo gente que no pillo (o que no quiso pillar) la ironía. Hasta hoy en día es posible ver citado a Goldberg en artículos relativamente serios como referencia.

A partir de aquel momento, y con ayuda de algunos estudios metodológicamente dudosos, la adicción pasó a ser una etiqueta de uso corriente y, ya de paso, la base de un próspero negocio: el del tratamiento on-line de la adicción a Internet.

Pero la verdad es que la famosa adicción a Internet no se parece en nada a las adicciones que se describen en los manuales de psicología y psiquiatría.

Si nos paramos a pensarlo, la necesidad de mirar el móvil nada más nos despertamos, la necesidad de revisar las noticias de última hora al llegar al trabajo o la obsesión por meternos, entre pecho y espalda, todo el catálogo de Netflix, no se diferencian en nada de la obsesión por leer el periódico de la mañana en los años 50 o la ansiedad al saber qué pasará en nuestra telenovela favorita que sentíamos en los 90.

Como dice Helena Matute (la gran referencia en España sobre este tema), tendemos a confundir cosas adictivas con cosas que nos ocupan mucho tiempo. La televisión nos ocupa muchas horas y no es adictiva; al contrario, la nicotina no nos quita casi nada y engancha que da gusto.

¿Qué diferencia la adicción de la utilización excesiva?

Aunque normalmente hablamos de adicción al juego, al sexo o a las compras, los textos diagnósticos no consideran ninguna adicción no química: es decir, las adicciones se definen según la sustancia que las causa. Las adicciones (como el alcoholismo, el tabaquismo u otras drogodependencias) lo son en virtud de lo que las causan. Y, hasta la fecha, aunque algunas telecos se parezcan sospechosamente a los camellos, no conocemos ningún caso de administración intravenosa de internet. Ni intravenosa, ni de ningún tipo.

Eso no quiere decir, claro está que los comportamientos compulsivos no existan.

Está claro que hay cientos de miles de personas que pasan interminables horas conectados y tienen dificultad para dejarlo.

El problema es que el único criterio para evaluar un comportamiento excesivo es ‘lo normal’. Si pasas más horas de ‘lo normal’ sentado en el ordenador: enganchado. Si pasas más horas de ‘lo normal’ haciendo deporte: adicto. Si pasas más horas de ‘lo normal’ dando masajes a tus amigos: pásame tu teléfono que deberíamos conocernos.

Más allá de las bromas, el mundo es un sitio muy poco normal; un sitio lleno de gente rara, especial, ‘de su padre y de su madre’. Si nos ponemos rigurosos, todos podrían ser adictos a algo. Es un sinsentido.

El doctor Leonard Holmes, citado también por Matute, es muy contundente: “¿Cómo pueden algunos estar hablando de utilización patológica de Internet si ni siquiera sabemos todavía qué es un uso “normal” de Internet?”. Es cierto, aunque a veces pensemos que internet es parte del orden natural de las cosas, lleva con nosotros muy poco tiempo. “¿Se dan cuenta de que si seguimos así, cuando todos pasemos en Internet el mismo tiempo que pasamos ahora viendo la televisión, todos los desórdenes mentales que ya existen podrán acabar siendo atribuidos a la adicción a Internet?”, dice Matute.

¡Yuhuu! Puedo mudarme a internet

Tampoco saquemos las cosas de contexto: una cosa es que no exista un ‘uso normal’ de internet y otra cosa distinta es que un uso excesivo de internet sea inocuo.

En psicología, algo es un problema cuando impide a las personas alcanzar la vida que quieren. Si ver series o pasar noches sin dormir por jugar al WoW hace que no rindas en el trabajo o en la universidad, tenemos un problema.

La ‘adicción a internet’ no existe y eso es una buena noticia porque no hay nada que esté machacando tus circuitos neuronales obligándome a seguir haciendo eso que haces. Es mucho más fácil recuperar el control de nuestra vida si se nos va de las manos.

Más vale que dejemos de ir acusando a internet de todo lo malo que nos pasa en este mundo, porque tiene pinta de que vamos a pasar mucho tiempo con ella.

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