Uno de los grandes temores que existen en el mundo es que una especie se extinga. Probablemente el ser humano fuese de las últimas en desaparecer pero es un hecho que ya sea por evolución algún desastre natural o la propia actividad del hombre alguna especie animal ha desaparecido por completo. Muchos ya no veremos algunos de los animales más impresionantes que han pisado la faz de la tierra pero si hay algo que la ciencia ha logrado es evitar que esto pase y todo con la ayuda de Katsuhiko Hayashi y sus avances en el campo de la genética.
Este genio de origen japonés logró establecer un método en el que solo se necesitaban dos animales de la misma especie para perpetuarla independientemente de su género.
La forma más inverosímil de obtener óvulos
En términos biológicos, una especie necesita de dos miembros de diferente sexo para perpetuarse. Es imposible hacerlo de otra manera cuando hablamos del reino animal, ya que de quedar dos miembros del mismo género será prácticamente imposible continuar con un linaje dado que no tienen lo necesario para crear más vida. ¿Pero qué pasaría si te decimos que esto es posible a día de hoy?, ¿Que hay un método con el que dos machos pueden tener un óvulo que gestar?.
Todo tiene que ver con un tratamiento generado en la Universidad de Osaka, donde Katsuhiko Hayashi es catedrático. Este investigador tuvo la idea de revolucionar la forma en que las especies son capaces de reproducirse. La naturaleza es sabia, pero en ocasiones necesitará un empujoncito de la mano de este proceso con el que se puede poner fin a la extinción de las especies.
En su investigación con ratones se sostiene que gracias a la obtención de células de la piel de la cola es posible reprogramarlas con el fin de obtener óvulos perfectamente funcionales. Esto se hace gracias a un proceso por el que convirtieron esas células en unas células madres pluripotentes, las cuales se usan en investigación para tratar enfermedades humanas y el desarrollo de fármacos.
En este caso es algo diferente. Lo que plantea Hayashi es que estas células cultivadas pierden el cromosoma Y durante su cultivo en un laboratorio. De hecho, los errores en la división celular de estas células denominadas como XO dieron como consecuencia que solo pudieran generar células con cromosoma XX, lo que significa que contendrían la misma cadena de ADN que tendría una hembra en su óvulo. De esta manera, estas células se podrían pasar a ser germinales primordiales que más adelante se pueden reprogramar con el fin de convertirlas en un óvulo listo para fecundar.
Este proceso necesitaría de un útero materno para que la gestación se produjera, algo que de momento es posible con muchas especies y que podría ayudar a que ninguna se perdiese aunque tuvieran que criarlas en cautivero.
Una posibilidad de que el ser humano se apoye en esta tecnología
El granito de arena que Hayashi con su investigación es de gran ayuda para que no haya más especies en peligro de extinción en el mundo. Pero la pregunta que muchos tendrán en mente tras conocer este proceso es si será posible realizar este proceso en seres humanos. El procedimiento en animales parece ser un éxito, pero es innegable que todos los seres vivos no tenemos las mismas capacidades ni la misma fisionomía con la que trabajar.
Sin embargo, esto no parece ser un problema para el investigador japonés, quien arroja un poco de luz sobre el tema diciendo que “se espera que la aplicación en humanos lleve mucho tiempo, quizá 10 años o más.” Sin embargo, continúa diciendo algo realmente importante que es que “aunque se aplique, nunca sabremos si los óvulos son lo bastante seguros como para producir un bebé”, lo que deja la puerta abierta al estudio y las pruebas futuras para comprobar si esta puede ser una solución para todas esas familias en las que hay un problema de fecundidad. Todo ees cuestión de esperar para comprobar si estos avances son suficientes para que el día de mañana cualquier ser humano pueda tener hijos biológicos o si es posible guardar muestras humanas por si el día de mañana se necesitase recurrir a un nuevo sistema de reproducción.
Imágenes: Universidad de Osaka