Un trozo de desierto en un país superpoblado que luchaba por salir de la pobreza. Un poco de flower power. Una madre y muchos hijos de un planeta llamado mundo. Una idea de experimento en constante evolución para cambiar las cosas. Un laboratorio para una nueva sociedad sin dinero, sin religión, sin poder.
Así nació Auroville, el sueño de una humanidad unida y autosuficiente. Una de esas locas ideas de los años 60 que hoy sobreviven en un mundo al que le cuesta encontrar algo en lo que creer. Una ciudad con nombre de fantasía en la que los problemas terrenales también han anidado. Un sueño hippy del que se ha hablado mucho en términos filosóficos, pero poco a nivel de ciencia y tecnología. Así se ha aliado este proyecto con el conocimiento científico.
43 naciones en equilibro
“Auroville quiere ser una ciudad universal donde hombres y mujeres de todos los países sean capaces de vivir en paz y en progresiva armonía, por encima de todo credo, política y nacionalidad. El propósito de Auroville es lograr la unidad humana”. Con estas palabras, Mirra Alfassa exponía por primera vez, en 1965, el proyecto de ciudad internacional-universal.
Esta mujer de nacionalidad francesa, nacida en el siglo XIX, puso las primeras piedras físicas – y espirituales – de Auroville. Por eso todo el mundo en la ciudad la conoce como La Madre. La idea no era suya, sino que surgió de los escritos de Sri Aurobindo, su pareja, filósofo y yogi indio, pero ella fue quien convirtió el pensamiento en algo concreto.
Un año más tarde, en 1966, el gobierno de la India presentó el concepto de Auroville ante la Asamblea General de la UNESCO, que lo refrendó por unanimidad. El 28 de febrero de 1968, jóvenes de 124 naciones de la Tierra inauguraban la nueva ciudad a 10 kilómetros de Puducherry, en la India, en un terreno amenazado por la desertificación.
Diseño urbano de Auroville / Auroville.org
Hoy, el experimento de la ciudad de la Aurora cuenta con 2.500 habitantes de 43 países diferentes, aunque más de un tercio son indios. Su diseño urbano con forma de mandala, pensado para dar cabida a más de 50.000 personas, está dominado por el Matrimandir, una gigantesca bola dorada de 36 metros de diámetro concebida para la meditación colectiva. Pero Auroville es mucho más que yoga y mantras.
De hecho, ninguna religión puede ser predominante ni intentar convencer a los aurovilianos para que se conviertan. Tampoco existe el poder al uso, y las decisiones se toman de forma comunitaria (aunque la ciudad no es ajena a las leyes de la República de la India). Y si hay algo que obsesione a esta ciudad no es el dinero, sino la autosuficiencia y la sostenibilidad.
Donde antes solo había tierra yerma, Auroville se ha convertido en un oasis de jungla. Más de dos millones de árboles plantados, una agricultura sostenible y una política responsable de uso de agua han resultado en el que es, probablemente, el mayor éxito de este experimento: el equilibrio entre ciudad y naturaleza.
Pero nada es definitivo y los desafíos de la humanidad siguen presentes en esta casi-utopía. Los aurovilianos se ven a sí mismos como un proyecto inacabado. No será el dinero ni la religión lo que les ayude a completarlo. Será la educación, el equilibrio entre razón y espíritu y la ciencia al servicio del hombre. El conocimiento humano trabaja para sostener uno de los últimos sueños hippies.
Auroville fue construida en una zona semidesértica, hoy rodeada de jungla / Auroville.org
El medio ambiente primero
Casi el 100% de las frutas y verduras que consumen sus habitantes es producido en 15 granjas de cultivos biológicos situadas en el cinturón verde de la ciudad. Una combinación entre frutales y huertas, sin pesticidas ni otros productos tóxicos, mantiene la base alimenticia de una población que es eminentemente vegetariana.
Estas explotaciones agrícolas son eficientes en el uso del agua, pero sufren la sobreexplotación de los acuíferos cercanos. En una zona semidesértica en la que las precipitaciones son estacionales (llueve mucho, pero unos pocos meses al año), buena parte de los recursos en investigación se centran en encontrar una alternativa al uso de los acuíferos subterráneos.
La desalinización se ha descartado por su elevado coste, por lo que se trabaja en dos direcciones: reutilizar las aguas residuales (de momento son capaces de cubrir el 1% de las necesidades de la ciudad con agua reciclada) y el almacenaje en condiciones de salubridad del agua de lluvia. Desde 2014, el agua ha pasado a ser un asunto central de la investigación científica auroviliana.
A nivel energías renovables, la ciudad también se ha convertido en una especie de laboratorio planetario. Los pozos de agua funcionan con sistemas eólicos y solares, la electricidad se produce mediante plantas fotovoltaicas y el calor se genera mediante biogás con los desechos agrícolas y plantas solares térmicas.
Tras las primeras décadas en las que los ciudadanos de Auroville se centraron en desarrollar e implementar los sistemas de energía, los esfuerzos en los últimos años se han enfocado en la eficiencia. El llamado Plan Maestro para la eficiencia, desarrollado en 2015, persigue la medición exhaustiva de la producción y el consumo de agua y energía para hacer frente a los desafíos futuros.
La gestión de residuos y el reciclaje es otra de las grandes asignaturas pendientes del planeta y es de especial relevancia en la India y, claro, en Auroville. El trabajo de la ciudad se centra en dos pilares: el tratamiento y la reutilización de los residuos y la reducción de los desperdicios.
En el primero, destacan proyectos como el sistema descentralizado de tratamiento de agua (DeWats), que utiliza bacterias y plantas para filtrar el agua, o los baños que generan compost para su reutilización en agricultura. También cuenta con programas de artesanía que devuelven a la vida la mayor parte de desechos no orgánicos en forma de ropa y arte.
Sistema de tratamiento de aguas residuales en Auroville / Auroville.org
En cuanto a la reducción de residuos, con el objetivo zero-waste en mente, Auroville ha desarrollado programas educativos para concienciar, no solo a sus habitantes, sino a todas las comunidades que rodean la ciudad-laboratorio.
Un MIT sostenible
Los primeros aurovilianos pusieron la educación en el centro de todo. De hecho, su constitución afirma que “Auroville será el lugar de la educación ilimitada y el progreso constante”. La educación básica, libre y gratuita cubre a todos los niños de la ciudad y a cerca de un millar de menores de las aldeas vecinas.
Tanto énfasis se ha puesto, que hoy en día Auroville se ha convertido en un centro de investigación y desarrollo bastante importante en la India. Sus avances en materia medioambiental, agrícola y energética no son meros inventos, muchos se han convertido en papers ampliamente debatidos por la comunidad científica.
El Auroville Institute of Applied Technology y el Auroville Centre for Scientific Research, una especie de MIT sostenible, ofrecen además formación científica como medida contra la pobreza y la desigualdad en la región. El poder de la ciencia para cambiar el entorno, presumiblemente, hacia mejor.
Biblioteca central de Auroville / Auroville.org
El avance científico y el desarrollo sostenible son la cara más brillante de la ciudad de la Aurora. Pero este laboratorio social no se salva de las críticas. Su dependencia de la ayuda exterior (en España el Gobierno de Navarra, el Ayuntamiento de Pamplona y la Generalitat de Catalunya subvencionan Auroville), la excesiva burocracia para recibir a nuevos miembros, el uso del turismo para conseguir dinero con el que cubrir las necesidades que se escapan del círculo de la autosuficiencia…
La lista es amplia y se ha debatido mucho sobre ella. Es lo que pasa con los experimentos, que, analizados antes de que concluyan, es difícil saber si están teniendo éxito o están fracasando con estrépito. De momento, podemos seguir observando. Tampoco es que el planeta esté sobrado de soluciones.