Conocedores de que pueden convertirse en un freno para la UE, en marzo de 2017 Holanda manifestó su deseo de conformar una «Europa a varias velocidades». Un acuerdo que permitiría a algunos países desarrollarse1 a mayor velocidad que otros si así lo deseaban. Algo insólito para la UE.
Meses antes, la eurodiputada francesa Mady Delvaux propuso en un informe contemplar derechos civiles en el ámbito de la robótica, que más tarde enunció como una serie de normas. De nuevo, sin precedentes históricos. ¿Se adapta Europa a una sociedad conformada por entidades fragmentadas?
La Unión Europea prepara sillas extra para los no-humanos
Que la UE plantee la posibilidad de que IAs y robots posean en un futuro derechos, e incluso que sean vistos como iguales ante la ley, es motivo como para apartar las palabras robot o inteligencia artificial del campo de la ciencia ficción para llevarlo al de la sociología. O, como poco, a la política.
Cierto es que los futurólogos no se ponen de acuerdo sobre en qué momento robots e IAs serán lo suficientemente inteligentes como para compartir una silla en nuestra mesa parlamentaria.
Sin embargo, las figuras de prestigio en el campo de lo que está por llegar (Kaku, Dixon, Moravec, Kurzweil o Toffler, entre otros), afirman que habrá un punto a partir del cual esto será una realidad. Tanto es así que Europa les escucha a día de hoy, y legisla en base a ese futuro quizá cercano.
De entrada, el Parlamento Europeo se prepara para robots e IAs, pero también habrá de contemplar otras entidades tales como ciborgs, moravecs, cíbridos, sustitutos, clones o transhumanos, entre otros.
Cíborgs: humanos ampliados con tecnología
Suena a ciencia ficción, pero miles de humanos han optado ya (como último recurso en una primera generación) por un implante quirúrgico que los coloca en la categoría de cíborgs.
Una entidad que no es del todo humana pura pero que decididamente no los convierte en robots. Son un punto medio, un avance desde una humanidad sin modificación hacia una mejora gracias a la cibernética.
Lejos de ser algo reservado a unos pocos, hoy día la empresa Cyborg Nest vende el sentido de la magnetorrecepción por 425 dólares. Es el primer sentido no humano comercializado del mundo, y pronto le seguirán más. Con este implante mediante piercings al pecho uno puede percibir el campo magnético de la Tierra por un importe inferior a lo que cuesta un abono de transporte anual.
Cientos de personas lo han comprado y se lo han instalado en el pecho, y miles lo han solicitado en todo el mundo. Son ciborgs de segunda generación, aquellos que no necesitan reparar su cuerpo con cibernética pero que desean una ampliación, y van a cambiar la sociedad.
Esta segunda generación de ciborgs voluntarios forzarán a una tercera generación a ampliarse para tener oportunidades. Pensemos en unas oposiciones a bombero en 2050. Frente a la mayoría de los candidatos, unos pocos disponen de sensores en su cuerpo que les permiten localizar latidos humanos entre los escombros. Como ciudadano, ¿cuál prefieres que esté de guardia cuando se te caiga un edificio encima?
Moravecs: robots desactualizados con componentes orgánicos
El nombre de moravecs como criaturas surge, de la mano del escritor Dan Simmons, al tomar prestado el apellido de Hans Moravec. Hans lleva décadas trabajando en IA, y hace tiempo que comprendió que una entidad puramente robótica está terriblemente limitada.
Por ejemplo, los humanos no seremos capaces de realizar millones de sumas en segundos, pero disponemos del sentido del humor o de algo tan poco concreto como la intuición. Herramientas sin las cuales moverse por el mundo es complejo.
Con esto como base, Simmons dibujó en su libro Ilión/Olimpo unas criaturas sintientes llamadas moravecs que, partiendo de una base mecánica y robótica, habían sido ampliados o complementados mediante componentes orgánicos.
Puede parecernos absurdo llenar de órganos a un robot, pero tengamos en mente los graves problemas de comunicación entre etnias de humanos solo porque tenemos culturas diferentes.
¿Cómo será comunicarse con robots que no comparten ni siquiera nuestros componentes básicos? ¿Cómo encontraremos un marco de referencia común sobre el que trabajar si al robot le importa un bledo la calidad del aire y a nosotros nos mata la contaminación?
En el libro Ilión aparecen referencias constantes al sentido del olfato humano integrado en estos moravecs. Aunque es improbable que en un principio les pongamos nariz, desactualizar a nivel orgánico una entidad mecánica podría servir como puente a la hora de establecer una relación humano-máquina. Conseguir así cierta comprensión mutua sobre el mundo que compartiremos.
Algo tan necesario en el marco de la tolerancia entre distintas culturas tiene como expresión humana «ponerse en la piel del otro». Quizá en el futuro necesitemos piel orgánica en entidades mecánicas para ganar cierta empatía mutua.
O la adición de unas pocas neuronas humanas que permitan a entidades mecánicas comprender algo tan abstracto para ellas como el sentido del humor, base de la comunicación humana. Si nosotros ampliamos nuestros cerebros orgánicos para realizar operaciones digitales, ¿por qué no iban los robots a ampliarse en capacidades humanas mediante biología?
Cíbridos, sleep-dealers y sustitutos: la complejidad de un Parlamento físico
A día de hoy el Parlamento Europeo es más un lugar que una institución. Esta prácticamente se disuelve cuando los eurodiputados se levantan y marchan a sus países de origen, para volver a conformarse una vez se sientan todos de nuevo. Mantener un parlamento de este tipo con entidades puramente virtuales como las IA puede resultar complejo.
También de la mano de Simmons, esta vez en su tetralogía Los Cantos de Hyperion, aparece la figura del cíbrido. No es el primero que la menciona, pero Simmons le pone un nombre. No deja de ser una extensión física de una entidad cibernética (IA). Algo así como un brazo robótico con forma de humano que una IA pueda manejar para moverse entre nosotros.
Pensemos en cómo serían las comunicaciones parlamentarias sin costumbres tan cercanas para nosotros como dar la mano, hacer una reverencia o sonreír. Los cíbridos, o marionetas IA, pueden constituir en el futuro un nexo de unión entre IAs y humanos, que de otro modo solo podrían comunicarse a través de pantallas.
En 2008, aparecía la película Sleep-dealers, que trataba un tema similar. Para transportar mano de obra barata a países desarrollados se usaba una red de Internet que unía operadores humanos de países pobres con robots en países ricos. Y, un año después, se presentaba la película Surrogates (Los Sustitutos) con la misma base tecnológica pero distinta aplicación.
Esta vez desde la perspectiva de que un humano no puede encontrarse en dos lugares a la vez, ni seguro dentro de un caparazón orgánico. De modo que para desplazarse (virtualmente) el guionista Robert Venditti planteó el uso de herramientas muy parecidas a los cíbridos de las IA: unas prótesis de cuerpo entero llamados sustitutos (o sustis).
Es más que probable que, una vez logrados robots bípedos humanoides y una red de alta velocidad estable, usemos este tipo de títeres para movernos por el mundo.
Una humanidad a distintas velocidades
Del mismo modo que ocurre hoy con la identidad sexual, cabe prever a futuro una humanidad fragmentada. Siempre habrá humanos (o entidades) que se sientan incómodos o fuera de lugar con el modo en que nacieron. Por supuesto, tendrán derecho a reparar esa diferencia para convertirse en quienes sienten que son.
De aquí a unas pocas décadas será frecuente que quien lo desee pueda implantarse componentes cibernéticos para convertirse a voluntad en ciborg, y así ampliarse, sin que la sociedad lo tilde de loco. De un modo similar a como el cambio de sexo se está normalizando hoy en países más progresistas.
Como punto de partida, pensemos en el nacimiento de Louise Brown, el primer humano probeta, nacido en 1978. El nacimiento de Louise se catalogó tanto de aberración como de superbebé. Pero hoy día, aunque no demasiados humanos nacen mediante fecundación in vitro (un 1,5% del total en el EEUU de 2012), está tan estandarizada que ni es noticia ni escandaliza a nadie.
La hemos aceptado como una alternativa más a la reproducción. Y dentro de unos años es posible que los clones o los humanos mejorados genéticamente tengan un trato similar.
Con los robots, IAs y las variantes mencionadas arriba, resulta complejo determinar el grado de madurez necesario para que sean partícipes reales de la sociedad (o sigan como meras herramientas de ayuda).
En lo que sí hay bastante consenso es que, a medida que emergen diferentes tipos de humanos con identidades y culturas dispares a las existentes antes de su aparición, debemos encontrar entre todos puntos de contacto para fomentar los objetivos conjuntos y el entendimiento. Focalizando así los esfuerzos conjuntos hacia una humanidad a distintas velocidades, sin que distinto tenga un carácter peyorativo.
Como han hecho a principio de 2017 los líderes holandeses o la eurodiputada Mady Delvaux, hemos de aceptar que Europa (y más adelante el mundo y la humanidad) está compuesta por individuos que no tienen por qué ser como nosotros para que haya un entendimiento y una cultura de avance conjunto.
Incluso aunque los distintos tipos de individuos lleven direcciones y velocidades diferentes entre sí. O quizá sean precisamente nuestras diferencias las que merezca la pena compartir y combinar.
En Lenovo | ¿Se parecerán los robots a nosotros o a los animales?
Imágenes | Etereuti, iStock/DorSteffen, Cyborg Nest, iStock/Ociacia, iStock/fotoslaz, iStock/michakdootwijk
1. El término desarrollo es un término muy discutido en la actualidad, debido principalmente a dos factores: (a) que en un sistema planetario el valor generado tiene topes, y que por tanto hay una barrera al desarrollo; y que (b) el PIB, magnitud de referencia para el nivel de desarrollo de un país, prácticamente no tiene que ver con la generación de valor real. Si se usa aquí es por simplicidad, y porque la UE aplica esa palabra. Del mismo modo, palabras usadas en este artículo como avanzado, desarrollado o adelantado, tienen como referencia el desarrollo tecnológico, y no son per sé sinónimos de mejor, sino de diferente y/o tecnológicamente viable.