Se dice que la mejor forma de aprender algo es jugando, y que muchos de los hallazgos más importantes del mundo se han conseguido a través de un elemento tan variable que es la casualidad. El caso de Agnes Pockels es uno de esos y uno de sus aportes al mundo de la ciencia tiene que ver con la tensión superficial que descubrió de la forma que menos te esperas.
La científica veneciana ha dado al mundo uno de los estudios más importantes de la física, especialmente cuando se trata de usar líquidos, y todo usando su cocina como laboratorio.
Una formación autodidacta y pura superación
La historia de nuestra protagonista de hoy es una de superación, especialmente si tenemos en cuenta y la época en la que vivió Pockels, quien nació en Venecia en el año 1862. Su estancia en la ciudad italiana no duró mucho ya que su vida transcurrió en la ciudad de Brunswick localizada en la Baja Sajonia.
Fue allí donde pasó y su infancia, una en la que, por desgracia, no tuvo acceso a una educación formal y tuvo que centrarse en las tareas de la casa y en especial al cuidado de sus padres. No lo tuvo fácil, ya que su padre contrajo la malaria durante una misión. Esta enfermedad tan dura hizo un poco más difícil que la propia Agnes pudiera cuidarlo de alguna manera.
Sin embargo, esto no le impidió que con el paso de los años pudiera pasar tiempo en el instituto municipal para niñas de la localidad en la que residían donde presentó un gran interés por las ciencias sociales y en especial por la física. Lamentablemente, aquí se encontró con uno de los grandes escollos de la época para las mujeres y era que este tipo de formación estaba destinada exclusivamente a los hombres, aunque tuvo un salvoconducto: su hermano, quien sí estudió Física en la Universidad de Gotinga.
Curiosamente, los dos hermanos tenían las inclinaciones diferentes ya que mientras Friedrich se decantaba por la parte más teórica y matemática de esta ciencia armes iba más a la parte experimental y práctica. Con este apoyo sus conocimientos fueron cada vez más avanzados todo de manera autodidacta y además con un laboratorio en casa que aprendió a dominar como nadie.
La cocina, su laboratorio ‘casero’
Antes ya te hemos comentado dos aspectos importantes de la vida de Agnes que fueron determinantes en el desarrollo de sus estudios prácticos. Además de poseer una fuerte capacidad para estudiar física las tareas del hogar hicieron de la cocina su laboratorio de prácticas.
A día de hoy cualquiera pensaría que esto es completamente inverosímil pero en aquellos años había muchos elementos físicos que todavía no se entendían y que armes logró estudiar gracias a estos dos elementos. Y es que algo que a día de hoy parece evidente en su época no lo era tanto como es su gran aportación a la física con la tensión superficial.
Gracias a los utensilios de cocina cotidianos y el Aguado que utilizaba para fregar los platos consiguió ver como reaccionaban las sustancias dentro del agua como eran las grasas y los aceites que prácticamente se separaran del H2O. De hecho, fue más lejos y fue capaz de crear un dispositivo de precisión muy alta para medir esta tensión superficial lo que a día de hoy se conoce como cubeta de Pockels.
Este dispositivo rudimentario en su momento creado con una sartén era capaz de medir cómo afectaba los aceites y jabones a una monocapa de agua para determinar así el tamaño de las moléculas que las formaban.
Un Nobel que nunca llegó
La aportación Agnes era, y sigue siendo, muy importante hoy en día y todo se lo debemos a su constancia. La veneciana tuvo la oportunidad de hacer publicaciones en la revista Nature que sigue vigente hasta nuestros días e incluso tuvo la posibilidad de intercambiar correspondencia con científicos contemporáneos con los que eran capaz de intercambiar todo tipo de ideas.
Sus estudios permitieron a muchos laboratorios seguir progresando en el campo molecular y sus estudios no fueron reconocidos hasta su edad más anciana. Por un lado la Universidad Politécnica de Brunswickle dio un doctorado honoris causa en ingeniería, pero lo que nunca llegó a reconocerse fue un premio más que importante: el Nobel. Por desgracia, Irving Langmuir fue quien se lo llevó por un perfeccionamiento de su aparato de medición, y lo decimos así porque ni siquiera fue mencionada en ningún momento.
Aún así, no deja de ser una de las mentes más brillantes del mundo de la física y la química que ha aportado mucho a toda la comunidad científica que se ha valido de sus estudios y aparatología para llegar al punto en que ha llegado, todo gracias a mucho esfuerzo y dedicación.