Cuando emprendemos un viaje, sabemos la tecnología a nuestra disposición para realizarlo; aviones, trenes, barcos, coches… Si tomamos el AVE de Madrid a Barcelona, sabemos que el viaje durará unas dos horas y media, aproximadamente, y estamos muy familiarizados con la tecnología que lo permite, porque lleva con nosotros bastante tiempo y forma parte de nuestra vida diaria. Las películas, sin embargo, se salen de nuestra vida diaria, y por eso pueden permitirse el lujo de sacarse de la manga medios de transporte que probablemente nosotros nunca veremos hechos realidad.
El DeLorean del futuro
Uno de los viajes que más le gusta explorar al cine es el que nos lleva a otras épocas temporales. Y no tiene por qué ser con una máquina extraña que un científico loco construye desde cero; puede ser utilizando un DeLorean que un científico loco convierte en una máquina del tiempo. Eso es lo que hace Doc Brown en ‘Regreso al futuro’. Con uno de esos coches, un condensador de fluzo (la mala, pero ya legendaria, traducción al español de “flux capacitor“), un poco de plutonio para generar 1,21 gigavatios de energía y una velocidad de 141 km/h, se puede viajar a 1955. O a 2015. O a 1885.
Nadie ha construido hasta ahora una máquina del tiempo a partir de un DeLorean, pero otras películas han utilizado otros avances tecnológicos o, más bien, otras teorías físicas para viajar por el espacio y por el tiempo. En ‘Interstellar’, por ejemplo, utilizaban un agujero de gusano para desplazarse al otro extremo de la galaxia, un concepto que también aparecía en ‘Contact’. Pero en lo que respecta al viaje espacial, hay dos tecnologías que se han estudiado mucho, pero que no terminan de hacerse realidad.
Salto al hiperespacio
‘Star Trek’ introdujo para los espectadores el concepto del warp drive, el motor de curvatura. Esta tecnología permitía a la nave Enterprise generar “arrugas” en el tejido espacio-temporal que la impulsaban a una velocidad mayor que la de la luz (que es físicamente imposible para partículas con masa). La influencia que la creación de Gene Rodenberry tuvo en toda una generación de ingenieros llevó a que algunos investigaran la posibilidad de que un método de propulsión así pudiera hacerse realidad.
El que estuvo más cerca fue Miguel Alcubierre, que en 1994 desarrolló un motor que se servía, precisamente, de la curvatura del espacio-tiempo para impulsar una nave. Su desarrollo, sin embargo, no pasó de la teoría, y aunque ha habido intentos de convertirlo en realidad, no se han concretado. Aparte de este warp drive, hay otra tecnología utilizada en las space operas que permite a las naves desplazarse a la otra punta de la galaxia en apenas minutos: el hiperespacio.
El Halcón Milenario en ‘Star Wars’ puede ser la nave más famosa que utiliza esa tecnología ficticia, que genera agujeros de gusano para facilitar el desplazamiento, de nuevo, a mayor velocidad que la de la luz. Tampoco está al alcance de la tecnología actual, pero desde luego que sería una manera estupenda de poder irnos a tomar el sol a Marte, por ejemplo.
El teletransporte
‘Star Trek’ no sólo presentó a los espectadores el motor de curvatura, sino que también introdujo un nuevo concepto de viaje: el teletransporte. Desarrollada en realidad como una manera de abaratar costes durante el rodaje (los planos de la Enterprise aterrizando y despegando eran caros y se tardaba mucho en rodarlos), esta tecnología permitía que los tripulantes de la nave fueran enviados desde allí hasta la superficie de un planeta sin necesidad de utilizar un vehículo.
“Beam me up, Scotty” se convirtió en la frase más conocida de esta serie, y de las películas posteriores, y es otra tecnología que se ha intentado desarrollar en los últimos años. Se ha logrado enviar un fotón entre los observatorios de La Palma y el Teide, en Canarias, pero el camino hasta poder enviar una persona de la superficie de la Tierra a la Luna, por ejemplo, no parece estar disponible.
Tampoco nos olvidemos, de todos modos, de los modos de transporte personales como la mochila de cohetes de ‘Rocketeer‘, que permite a un joven piloto convertirse en algo así como un superhéroe volador.
¿La magia es tecnología?
De todos modos, los métodos favoritos del cine de transporte inmediato están más cerca de la magia que de la ciencia y la tecnología. La saga de Harry Potter tiene su propio teletransporte con los polvos flu, y no pueden dejarse de lado los chapines colorados de Dorothy en ‘El mago de Oz’; tres golpecitos con los talones repitiendo “A casa” y… Puff. De vuelta en Kansas.
Aun así, de todas estas tecnologías locas e improbables de viaje que presenta el cine, la de ‘Tron’ sigue siendo difícil de igualar. ¿Cómo puede uno acabar no sólo dentro de un ordenador, sino dentro de la idea que se tenía en los 80 de lo que era internet? Eso sí, este método tiene un inconveniente, y es que no podemos movernos de Flynn’s Arcade. Es un viaje virtual.
Imagen | Kreg Steppe