Los errores que comete el profesional a la hora de comprar su equipo (y sí, también es posible equivocarse con el SO)

En tecnología sucede no pocas veces, especialmente ahora que contamos con infinidad de opciones donde elegir, que todos los dispositivos nos parecen casi iguales. Esto puede hacer que nos relajemos en la crucial tarea de elegir un equipo para trabajar. O que dediquemos un presupuesto excesivamente ajustado o sobrepasado.

Con los ordenadores, ya sean de sobremesa o portátiles, este efecto de “relajación” puede llevarnos a tomar una decisión de compra equivocada que suponga, más adelante, una pérdida económica, ya sea por no ofrecer una productividad adecuada o, incluso, por haber elegido especificaciones por encima de las necesarias, lo cual redunda en un peor retorno de la inversión.

Comprar un equipo sin sistema operativo no parece una buena idea

A menudo, encontramos equipos portátiles o de sobremesa con un precio inferior al de otros equivalentes en cuanto al hardware. El secreto: no incluyen sistema operativo o simplemente llevan instalado el gratuito FreeeDOS basado en Linux y con el que se interactúa a través de comandos. Esta opción puede ser indicada para usuarios avanzados, que tengan las ideas muy claras y quieran realizar ellos mismos una instalación específica de un sistema diferente a Windows, o para aquellos que ya cuentan con una licencia de Windows operativa.

Una tercera razón para comprar un equipo sin sistema operativo es ahorrarse unos euros adquiriendo aparte una licencia de Windows en oferta. Es tentador, pero no suele ser una buena idea salvo que se tenga muy claro lo que se está haciendo.

En primer lugar, si más adelante queremos instalar Windows, tendremos que hacerlo de un modo artesanal y buscando en la web del fabricante los controladores y utilidades recomendados para gestionar los recursos del equipo. Windows 10 (Home y Pro) viene con controladores para la inmensa mayoría de componentes actuales, pero no nos libraremos de instalar las utilidades del fabricante.

En segundo lugar, si hablamos del ámbito profesional, el hardware suele hacer tándem con el sistema operativo. Así, si prescindimos de este último para ahorrar, cabe la posibilidad de que elijamos un PC que no cuente con componentes específicos para usos profesionales, como los que presentan las plataformas Intel vPro o Ryzen Pro de AMD. Posteriormente, aunque instalemos la versión Pro de Windows 10, habrá funcionalidades que no podremos aprovechar completamente.

El sistema operativo: la diferencia entre el poder o no poder

Por supuesto, acertar en la elección de la versión de Windows 10 es crucial en el terreno profesional. Para usos domésticos, Windows 10 Home es suficiente: no tendremos que ajustarnos a políticas de seguridad que dependan, por ejemplo, de tecnologías como la encriptación de los datos o de las comunicaciones de red.

La autenticación biométrica no está tan sujeta a problemas de seguridad como en los entornos profesionales. Y tampoco encontramos la necesidad de conectarnos a redes corporativas. Todas estas características se hallan disponibles en la versión Pro de Windows 10, pero no en la Home.

Sin un sistema operativo Windows 10 Pro, no podremos activar algunas funcionalidades habituales en los entornos de trabajo corporativos, como acceder a los recursos de red, cifrar las unidades de almacenamiento o dejar que los administradores TI realicen tareas de mantenimiento en nuestros equipos.

Es decir, tendremos dificultades para integrarnos en grupos de trabajo o no podremos hacerlo si las políticas de seguridad empresariales son estrictas, con la consiguiente dificultad técnica, pérdida de tiempo o, incluso, teniendo que renunciar a usar nuestro ordenador en favor de alguno facilitado por la organización, lo que redundará en una mala imagen de nuestro perfil profesional. Para evitar estas situaciones, puede ser recomendable elegir un equipo con Windows 10 Pro de partida o actualizar la versión Home a la Pro. La inversión es mínima y compensará con creces.

Un equipo doméstico no suele ser una buena solución profesional

Entre los profesionales liberales, autónomos o micropymes se suele cometer el error de adquirir PC portátiles o de sobremesa orientados al segmento doméstico. Con ello, se asumen de forma consciente o inconsciente los efectos derivados de tener un ordenador, en general, menos robusto que los concebidos para el ámbito profesional.

No queremos decir que un equipo para el mercado residencial sea malo. En absoluto. Lo que decimos es que las necesidades de un profesional son más exigentes que las de un usuario doméstico. O, cuando menos, son necesidades diferentes. Por ejemplo, un equipo gaming como el Lenovo Legion 7i tiene rendimiento y una notable robustez, pero la estética y elementos como la iluminación del teclado no encajan en un escenario profesional, donde sí es más probable que se requieran tecnologías de administración remota, como la mencionada Intel vPro, acompañadas de la versión también Pro del sistema operativo Windows 10.

Por tanto, la decisión más acertada pasa por decantarnos por equipos pensados para un uso profesional, tanto en la parte de la construcción como en la de la seguridad o el propio sistema operativo. De hecho, en los ordenadores para el hogar, por lo general, el sistema preinstalado suele ser Windows 10 Home, que no hace gala de funcionalidades de seguridad y administración de la edición Pro que hemos comentado unas líneas más arriba y que sí son relevantes para usos profesionales.

El tiempo es oro: si tienes que esperar, cambia de equipo

También tenemos a quienes, a pesar de escoger una máquina profesional, “tiran por lo bajo” para ahorrarse unos euros creyendo que podrán apañarse con especificaciones más modestas, con poca RAM, una unidad de almacenamiento HDD o una SSD de capacidad demasiado limitada. Al final, si una tarea habitual tardamos en completarla dos minutos más que con un equipo adecuado a nuestra actividad, al cabo de un mes podremos haber perdido varias horas de tiempo. Y el tiempo, en negocios, es dinero.

Si haces un cálculo sobre cuánto cuesta una hora de trabajo, al final tendremos que un equipo lento supone una fuente de pérdidas importante. Y si los equipos lentos están en manos de los trabajadores, la productividad decaerá de forma notable.

La solución pasa por calcular cuánto tiempo y productividad perdemos a causa de mantener un PC obsoleto en activo. Y convertir ese tiempo y productividad en euros para evaluar la conveniencia de actualizarlo.

Pasarse de especificaciones es también un error

En el lado opuesto, otro error común cuando se elige un ordenador para un uso profesional es el de optar por configuraciones del tipo “por si acaso”.  Es decir, aquellas en las que “tiramos por lo alto” por si en algún momento necesitamos más rendimiento o más almacenamiento. Si bien en algunas ocasiones esta estrategia está justificada, como en negocios en expansión o sujetos a dinámicas cambiantes, en general, es una estrategia que redundará en inversiones excesivas.

El precio que pagaremos por una solución sobredimensionada puede que supere incluso al de la compra de dos equipos ajustados a las necesidades concretas de un negocio. Además, los ordenadores empiezan a devaluarse en el momento en el que los hemos empezado a pagar. Si estamos meses sin aprovechar el rendimiento de un procesador más potente, los 200 o 300 euros de más que habremos abonado se perderán sin habernos beneficiado de él.

En definitiva, es preciso definir con precisión los requerimientos de nuestro negocio y adaptar la compra a ellos. Solo si tenemos claro que necesitaremos en un plazo de tiempo corto más rendimiento o funcionalidades, será óptimo decantarse por más prestaciones.

Rendimiento, movilidad y autonomía: la fórmula de la emulsión

El rendimiento, la movilidad (ligereza, tamaño) y la autonomía son como aceite y agua: no mezclan bien. Si queremos rendimiento, la movilidad sale perjudicada y la autonomía también. Si queremos movilidad, el rendimiento pierde y la autonomía se ve limitada por la capacidad de la batería.

Muchas veces cometemos el error de elegir un PC priorizando la variable equivocada. Si nos movemos con frecuencia y compramos uno con un elevado rendimiento, pero es pesado y tiene poca autonomía, notaremos el peso de más y la dependencia de los enchufes. Si priorizamos la movilidad, pero tenemos que editar vídeo habitualmente, acabaremos esperando por los renderizados más de lo que deberíamos.

Una vez más, la solución pasa por establecer muy bien las prioridades y evaluar aspectos aparentemente secundarios, como la carga rápida de las baterías, por ejemplo. En este aspecto, si elegimos un portátil con un procesador potente y carga rápida, puede compensarnos que la autonomía no sea tan prolongada como otro con un peor procesador. De este modo, podremos “emulsionar” estas tres variables en forma de una máquina equilibrada.

En los ordenadores de sobremesa encontramos un dilema similar, pero en este caso la autonomía pasa a ser el consumo energético y la movilidad se ciñe al tamaño y volumen en litros. Son variables que también deberemos tener en cuenta y que no combinan bien entre sí y con el rendimiento.

La estrategia que no falla: la objetividad

Al final, la elección de un equipo para trabajar, ya sea portátil o de sobremesa, pasa por desapegarse de sesgos heredados o adquiridos y adoptar una posición de análisis objetivo sobre qué necesitamos y qué soluciones nos proponen fabricantes como Lenovo.

Aceptar cargas extra para ahorrarnos unos euros es una mala táctica. Si elegimos un portátil o un sobremesa para uso doméstico en entornos profesionales, asumiendo por nuestra parte la responsabilidad de cuidar especialmente del ordenador, estaremos preocupándonos todo el rato por su integridad.

Por ejemplo, en verano, un equipo de sobremesa doméstico que tenga que estar funcionando 24×7 puede no aguantar ese tipo de uso y acabe por sobrecalentarse, reduciendo su rendimiento. En cambio, las propuestas profesionales suelen pasar pruebas de resistencia más exigentes.

El sistema operativo es otra variable de gran relevancia. Windows 10 Pro es la propuesta óptima para un uso profesional. Ahorrarse algunos euros en la licencia Home o elegir un equipo sin sistema operativo, a la larga (o no tan a la larga), redundará en gastos que pueden ser mayores que el ahorro realizado en el momento de la compra.

Igualmente, recuerda evaluar la conveniencia de escoger una plataforma como vPro o Ryzen Pro, especialmente si trabajas en/con organizaciones o si el teletrabajo es una posibilidad presente o futura. Este tipo de tácticas es más crítica aún cuando compramos por internet, donde no tenemos la experiencia directa en primera persona con los productos, por lo que hay que fijarse muy bien en todos los detalles.

Imágenes | Lenovo, Microsoft

 

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