Hace 5.000 años la humanidad no podía sobrevivir sin agricultura y ganadería. Habíamos excedido la capacidad para un pueblo de recolectores-cazadores. Hace 200 años nos adaptamos demasiado rápido al carbón, y nos fue imposible dejar de usar máquinas. Hace 50 años que somos completamente dependientes de la electricidad, y una década que toda nuestra civilización pasa por internet.
Cada hito tecnológico nos catapulta a una mejora en la calidad de vida, pero también nos hace ser un poco más dependientes de la tecnología del momento, ya sea esta la azada, el motor a vapor, el tendido eléctrico o los datos. Al tiempo, dejamos de entender cómo funciona buena parte de la tecnología y nos especializamos. ¿Dependencia tecnológica o adaptación al nuevo medio?
Sin electricidad no somos nadie
Hace unas semanas, en plena consulta del dentista, se fue la luz de todo el barrio. El suministro es muy estable en mi ciudad, y hacía una década que no lo perdíamos. Por suerte la intervención terminó minutos después con varios teléfonos de los auxiliares en modo de linterna, pero la odisea para ellos acababa de empezar.
Con el corte eléctrico no solo se había ido la iluminación. El teléfono, línea de comunicación principal, no funcionaba. Tampoco el ordenador que gestionaba la empresa. Ni siquiera la puerta de entrada, que se acciona con un motor. Lo curioso es que nadie sabía abrirla. Durante un buen rato fuimos observadores de una calle que seguía su marcha sin nosotros. Parecía una pecera.
El personal, altamente especializado en el tratamiento dental, no tenía muy claro cómo se abría una puerta o qué podría haber fallado. ¿Era algo de la consulta? ¿Había afectado al edificio? ¿Se trataba de algo más grande?
Tardamos bastante en desmontar parte de la puerta para que la gente pudiese salir, y nos dimos cuenta de lo vulnerables que somos a la falta de electricidad. Pero lo cierto es que ocurre lo mismo sin internet y con cualquier actividad especializada.
¿Especializados en internet?
Un gran número de habilidades profesionales en la actualidad se basan en interactuar con internet, un ecosistema digital combinación de multitud de redes. Pero, si internet deja de funcionar durante unos minutos, unas horas o varios días, la mitad de nosotros no tendría nada que hacer en la oficina:
Llegas al trabajo y te das cuenta de que no hay internet. ¿Podrías hacer algo? 🌐
— @euklidiadas@red.niboe.info (@euklidiadas) August 26, 2019
La especialización no es nueva, y no es mala per se. De hecho podríamos clasificarla como de lo mejor que hemos hecho a nivel de civilización. Especializarse en el cuidado dental o en la programación web evita que tengamos que estar pendientes de multitud de factores, y centrarnos en uno.
Hace unos años un tipo llamado Andy George pasó seis meses trabajando para hacerse un sándwich, cuyo valor de mercado ronda el euro. Llegó a gastar 1.500 dólares para conseguir los ingredientes necesarios, empezando por plantar un jardín y viajar miles de kilómetros a por agua de mar con la que lograr sal.
Incluso ordeñó una vaca para hacerse una loncha de queso y recolectó trigo para molerlo y hacer pan con la harina. Demostró la importancia que tiene la especialización en nuestra sociedad, pero también dejó latente todo ese conocimiento que hemos olvidado y cuesta mucho rescatar.
Siempre hemos dependido de la tecnología
La tecnología facilita notablemente la mayoría de los procesos que se llevan a cabo en ella, desde diseñar un chip específico a saber programarlo, pero nos deja indefensos ante cualquier variación del entorno. Algo que por otra parte tampoco es nuevo y hemos visto en el pasado.
Si nos remontamos a las grandes hambrunas, como la Gran Hambruna irlandesa, nos damos cuenta de que falleció el mismo número de personas que migró (un millón) pero pocos se fueron a vivir a los bosques a cazar-recolectar. La idea ni siquiera flotaba en el aire, y esta “desactualización” es rara.
Un campesino irlandés sabía tanto de caza como un programador sabe de cultivo hoy día. Si se va internet, ¿cuántos de nosotros nos haríamos con una azada? Probablemente pocos. La mayoría trataremos de evitar el cambio. La especialización nos viene bien, pero tiene el coste de que hay que “olvidar” otros conocimientos.
La dependencia tecnológica actual, ¿es nociva?
La hisotria se repite….!!!! pic.twitter.com/Nw4BvYo56B
— nico berman (@nicoberman) August 17, 2014
Cuando se habla de dependencia tecnológica hoy día se suele acompañar con imágenes de gente mirando sus teléfonos, aislados en la multitud. Sin embargo hubo un tiempo que la misma imagen, con periódicos en lugar de smartphones, ocupó las portadas de los periódicos.
Quizá debamos considerar las pantallas como una nueva normalidad ubicua, del mismo modo que en su momento el texto empezó a ocupar todo nuestro entorno con cartelería, revistas, periódicos o libros.
Las nuevas generaciones han nacido dando por hecho esta tecnología del mismo modo que hace milenios un campesino daba por hecho el cultivo. Era algo que estaba ahí y no iba a desaparecer.
Él cogía el arado y se adaptaba a la herramienta, mejorándola con el tiempo, del mismo modo que los programadores de hoy día interactúan con sus dispositivos. Al menos, mientras haya electricidad.
Imágenes | iStock/Aleutie, iStock/Ridofranz