La historia de la humanidad está llena de grandes científicos, personas que dedicaron su vida en pos de la ciencia y que han cambiado el mundo tal y como lo conocemos. Hoy, vamos a contar la historia del científico español Leonardo Torres Quevedo, una de las mentes más brillantes del siglo pasado. ¿Quieres saber una de sus grandes aportaciones a la ciencia? Sigue leyendo que te lo contamos todo.
De las máquinas analógicas hasta la calculadora moderna
Desde el siglo XVII los sistemas de cálculo se llevaban realizando con la calculadora de Wilhelm Schickard hasta que en 1822, momento que Charles Babbage presentara su máquina en diferencial, que estaba orientada a la resolución de cálculos muy complejos. A pesar del avance realizado por Babbage, los ingenieros de la época tenían muchos problemas con la resolución de ecuaciones diferenciales y polinomios, hasta la llegada de Torres Quevedo presentó un estudio sobre las máquinas algebraicas y su aplicación en el campo de la ingeniería.
En 1920, Leonardo Torres Quevedo presentó 1920 en París una calculadora completamente automática a partir de la tecnología que se usaban en antiguos teléfonos, ofreciendo rapidez de cálculo hasta entonces desconocida, así como la posibilidad generar circuitos lógicos.
Su funcionamiento es muy interesante. Para ello, en una máquina de escribir se anotan los datos de la operación aritmética que se desea realizar. A continuación, se transmite eléctricamente las indicaciones a la máquina, que realiza el cálculo en sincronización con la máquina de escribir, obteniendo los resultados de la operación.
La obra de Leonardo Torres y Quevedo no se quedó en el olvido, sino que, con el desarrollo de la máquina electromecánica, Louis Couffignal en 1938 mejoró el procedimiento a partir del desarrollo de una máquina de computadora binaria electromecánica y que sirvió como germen a los pocos años para el inicio de la era de las computadoras.
Otros grandes inventos de Leonardo Torres y Quevedo
La producción tecnológica de Leonardo Torres no termina con la invención descrita anteriormente, sino que su producción abarca mucho más. Para ello, en las Academias de Ciencias de España y París, se presentó un nuevo tipo de dirigible que solucionaba uno de los grandes problemas de la aeronáutica gracias a la dotación de una barquilla al incluir un armazón interior de cables flexibles que dotaban de rigidez al dirigible por efecto de la presión interior.
Otro experimento de Torres Quevedo tuvo su lugar en el área de transbordadores, funiculares o teleféricos, donde centró sus primeros estudios debido a la presencia de estos en su pueblo natal. Como consecuencia de ello, en 1897, construyó en su casa el primer transbordado, al que llamó “transbordador de Portolín” para salvaguardar un desnivel de unos 40 metros.
Este experimento supuso la base para solicitar su primera patente que tuvo lugar 17 de septiembre de 1897, en concreto, se trataba de “un funicular aéreo de múltiples cables, con el que lograba un coeficiente de seguridad apto para el transporte de personas y no solo de cosas”. Posteriormente, construyó el denominado transbordador del río León, de mayor envergadura y con la inclusión de un motor, y que, años después, siguió siendo utilizado exclusivamente para transporte de materiales, no de personas.
Por último, tenemos que destacar el radiocontrol, el telekino, el cual fue presentado en la Academia de Ciencias de París, donde llevó a cabo una demostración experimental. El Telekino es una especie de máquina autómata que ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertizanas. Este invento tuve una importancia vital en la humanidad, donde estableció los cimientos de los sistemas de remoto inalámbrico, base para la fabricación del mando a distancia.
Tres años después, en 1905 ensayó las primeras pruebas de Teekino, manejando el primer vehículo terrestre del mundo en el frontón Beti Jai de Madrid. Este experimento generó tanto interés que el 1906, el monarca Alfonso XIII y ante una gran multitud, demostró con éxito el invento en el Puerto de Bilbao al guiar un bote desde la orilla, aunque también se buscó dar un paso más y utilizar este protosistema para poder dirigir proyectiles y torpedos para avanzar en la guerra del Rift, pero tuvo que abandonarse el proyecto por falta de financiación.
Gracias a sus investigaciones, Torres y Quevedo es uno de los grandes científicos e inventores del siglo pasado y cuyos análisis sentaron las bases para muchas de las industrias que tienen una importancia en el día a día.