En pleno siglo XXI son muchos los que apuestan por el teléfono móvil como dispositivo preferido para jugar, pero eso no quita que a día de hoy muchos no sigan apostando por las consolas portátiles. El mundo de los ordenadores está haciendo esta transición tan curiosa, pero este estilo de jugar donde quieras ya tiene unas cuantas décadas y todo se lo debemos ni más ni menos que a Ralph Baer.
Para el común de los mortales es un nombre subestimado y prácticamente desconocido para su desgracia, pero su aportación al mundo de entretenimiento interactivo ha sido capital para que todo el mundo pudiera tener tanto en su casa un dispositivo para jugar.
Una infancia en la que pudo jugar poco
Cuesta creer que alguien con tanto talento para el mundo de lo que hoy consideramos entretenimiento y cultura pudiera dedicarse en su infancia a jugar todo lo que quisiera. Tenemos grandes ejemplos de muchos desarrolladores y productores cuya creatividad ha llegado a límites insospechados, pero en la época en la que nació Rudolph Heinrich Baer era algo realmente difícil. Si, este es el nombre real de nuestro protagonista, quien nació en 1922 en Pirmasens.
Su infancia la pasó en esta localidad en la que ya despuntaba por un claro interés por aprender cosas nuevas y una gran inteligencia. Sin embargo, él y su familia tuvieron que emigrar a Estados Unidos por la tendencia que estaba tomando el Gobierno alemán con lo que más adelante veríamos con la llegada al poder de la ideología nazi. De hecho, sus estudios los realizó durante los primeros años de gobierno, aunque se vieron truncados por su origen judío.
En EE.UU. su interés por las nuevas tecnologías le abrieron la puerta a un curso por correspondencia para formarse en electrónica. Esto le permitió viajar a Londres durante su formación militar obligatoria para formar parte del equipo de inteligencia aliado y, por si fuera poco, dedicaba su tiempo libre a estudiar álgebra. Él mismo ha bromeado con que esta disciplina le salvó la vida y todo porque mientras estudiaba tuvo que acudir a la enfermería donde le diagnosticaron bronquitis mientras que sus compañeros tuvieron que servir en el famoso desembarco de Normandía.
Lejos de este periodo bélico, en 1949, se graduó en Ingeniería en Chicago, lo que le abrió muchas puertas como ingeniero en electrónica, entre ellos la de Sanders Associates que por aquel entonces trabajaba en proyectos del Departamento de Defensa estadounidense. Aquí pudo trabajar con los transistores e incluso con los tan novedosos microprocesadores.
Un televisor vacío para emitir contenido
Esto es lo que vio Baer en el año 66. Resulta que en una reunión de trabajo se topó con una sala de espera en la que un televisor mostraba imágenes sin captar la atención de los asistentes. Fue entonces cuando la inspiración de dedicar parte de su equipo de ingenieros para exprimir aquella caja que emitía imágenes y todo gracias a un producto que debía ser barato.
Para ello contó con técnicos de categoría de confianza como fue Bill Harrison, quien se dedicaba a materializar las ideas de Baer que, en un principio, solo cambiaban la pantalla del televisor de rojo a azul. Pero la cosa no quedó ahí, ya que otra de las cosas que se plantearon fue la de incluir un rifle con la que disparar a puntos luminosos que había en la pantalla y más adelante se propuso un juego muy sencillo de ping-pong.
Esto fue el nacimiento de Odyssey, la primera consola de videojuegos.
El nacimiento de Atari
Por desgracia para Sanders, la compañía para la que trabajaba Baer, las cosas no iban muy bien y el proyecto quedó en el limbo. Pero no todo estaba perdido para algo tan interesante como el proyecto de Odyssey, el cual retomó de la mano de Nolan Bushnell. Él junto a Ted Dabney fundaron Atari en 1972 y pensaron que la tecnología que tenían en la mano podría ser lo que buscaban para el futuro del entretenimiento en casa.
Tras una serie de negociaciones, lograron que Baer se sumara al barco para hacer historia y aportar a los videojugadores los primeros vestigios de lo que hoy se experimenta con un mando en la mano.