El concepto de mar es el mismo para todos: una gran masa de agua que gobierna la Tierra desde su superficie. Es lo que le da el color azul a nuestro planeta, por no hablar de que es el sitio de donde nacen todos los organismos que hay a día de hoy gobernando la corteza. Sin embargo, puede que no sepas que existe un Mar Perdido entre la gran extensión de tierra que hay en el mundo.
Lo más curioso es que este mar está escondido a la vista de todos, pero existe y es visitable. Otra cosa diferente es que puedas bañarte en él, que eso es más difícil.
Un mar bajo el suelo que pisas
El mundo nos ha mostrado muchos accidentes geográficos dignos de mención como son las cataratas de Iguazú, la Gran Barrera de Coral o las Montañas de Zhangjiajie por nombrar algunas de ellas. Sin embargo, hay otras que no están visibles a primera vista y ese componente misterioso las hace más que especiales. Los ejemplos más claros son las cuevas que se adentran en la tierra y que guardan muchos secretos para los espeleólogos.
Pero en la que te vamos a contar solo entran buzos, ya que te vamos a hablar del llamado Mar Perdido. Sí, hay muchas concentraciones de agua a lo largo y ancho del mundo con nombres muy llamativos como son el Mar Muerto, el de la Crisis o incluso hay uno de la Serpiente, pero puede que nunca hayas escuchado hablar de este que ha permanecido oculto durante mucho tiempo.
El nombre se debe a que esta concentración de agua permaneció inadvertida durante muchos años pese a que había sido un lugar lleno de historia. Nos remontamos a su lugar de origen, que no es otro que el Parque Nacional de las Grandes Montañas Humeantes de Tennessee, en Estados Unidos. Concretamente, dentro de las llamadas Cavernas de Craighead, se expande una masa de agua que para muchos fue un lago en sus inicios, pero esconde secretos que nadie ha logrado descifrar.
Un descuido que se convirtió en descubrimiento
Cuando te decimos que el Mar Perdido está en un lugar poco accesible debes de creernos. Y es que su historia se remonta a la prehistoria según los hallazgos encontrados en los últimos años ya que se han encontrado desde huesos de animales antiguos hasta herramientas de nativos americanos. Y eso no es lo único, se han encontrado restos de pólvora utilizada por soldados confederados en su interior.
Pero aquí hablamos de las cuevas que lo protegen, ya que no fue hasta el 1905 cuando un muchacho llamado Ben Sands lo sacó a la luz. Su historia podría haber acabado muy mal, ya que a sus entonces 13 años decidió ponerse a jugar en la cueva arrastrándose por nada menos que 12 metros por un túnel no apto para claustrofóbicos. Para su sorpresa, su final del camino fue una caída que lo precipitó contra una de las partes menos profundas del lago, pero lo suficiente para que el pequeño saliera de allí por su propio pie.
Ni radares ni sonares han llegado a la parte más baja
El resto después de esta historia nos lleva hasta el día de hoy en que el Mar Perdido se ha transformado en una atracción turística más del parque. Sin embargo, no deja de ser objeto de estudio permanente, ya que es su interior lo más interesante que hay. Cualquiera podría decir que se trata de un ‘laguito’ de 243 metros de largo y 67 metros de ancho, pero lo cierto es que los que se han zambullido en el interior aún no han conocido el fondo de esta masa de agua.
De hecho, los únicos que pueden entrar son buzos especializados en labores de investigación que arrojen algo de luz sobre el fondo de esta masa acuática que, como te decíamos antes, está lleno de ramificaciones que la convierten en un laberinto donde ir por un túnel u otro puede suponer un fallo que cueste la vida.
Por suerte, todos los que han entrado han vuelto, aunque los estudios de su instrumental todavía no han alcanzado para tocar el interior de este. De momento, se han alcanzado nada menos que 5,2 hectáreas de agua, aunque todavía queda mucho más por conocer. Solo el tiempo y los avances tecnológicos nos darán a conocer más características de esta masa de agua perdida durante tanto tiempo y recuperada no hace mucho a la que queda un misterio pendiente por resolver que no es otro que el lugar al que desemboca.