El Sol es una inmensa bola de fuego. Libera tanta energía que es capaz de calentarnos, aunque estemos a 150 millones de kilómetros de distancia. Y la Tierra no es el único cuerpo celeste que se beneficia de su radiación. Sin embargo, a pesar de su energía, puede que el Sol esté demasiado tranquilo. Al menos, en comparación con otras estrellas similares.
Un estudio liderado por Timo Reinhold del instituto Max Planck (publicado en ‘Science’) ha analizado la actividad de casi 3.000 estrellas similares al Sol y ha descubierto que nuestra estrella es extrañamente estable. No se conoce el porqué, pero lo más probable es que el Sol no sea especial, sino que esté atravesando una fase más inactiva y que se vuelva más violento en los próximos (miles de) años.
Las hogueras del Sol
Vista “de cerca”, nuestra estrella es un mundo sumido en un incendio permanente. Las imágenes que acaban de publicar la ESA y la NASA, de la misión Solar Orbiter, revelan una superficie plagada de fulguraciones solares de mucho menor tamaño de las que observamos desde la Tierra, fulguraciones que han sido bautizadas como hogueras.
A “solo” 77 millones de kilómetros de distancia, lo más cerca que un objeto humano ha sacado fotos del Sol, la misión Solar Orbiter nos ayudará a entender un poco mejor el funcionamiento de la estrella. Entre otras cosas, busca aportar datos para comprender por qué la corona solar, la capa más exterior, está mucho más caliente que su superficie. Quizá las recién descubiertas hogueras tengan algo que ver.
“Estamos emocionados con estas primeras imágenes, pero esto es solo el principio”, señala Daniel Müller, project scientist de la ESA para la misión Solar Orbiter. “Solar Orbiter ha iniciado un recorrido por el sistema solar interior y se acercará mucho más al Sol en los próximos dos años. En última instancia, estará a 42 millones de kilómetros, que es casi una cuarta parte de la distancia del Sol a la Tierra”.
De hecho, es probable que la Solar Orbiter se convierta en el segundo objeto humano que más cerca ha estado del Sol. El primer lugar lo ocupa, por ahora, la sonda Parker Solar Probe, que en 2018 pasó a 26,55 millones de kilómetros de la estrella. Pero volvamos a la aparente tranquilidad de la actividad solar.
¿Es el Sol una buena estrella?
A pesar de lo poco que sabemos de ella, conocemos nuestro sol mejor que ninguna otra estrella. Sabemos que es un astro cambiante, con ciclos regulares (de cuyo descubrimiento ya hemos hablado), zonas de manchas oscuras que van y vienen, y llamaradas y explosiones que en cuestión de minutos liberan tanta energía que causan tormentas geomagnéticas en la Tierra y otros planetas del sistema solar.
Desde principios del siglo XVII, contamos con registros de la actividad solar. Y, gracias al análisis de partículas de muestras de hielo, podemos intuir cómo se ha comportado nuestra estrella en los últimos 9.000 años. Hasta ahora, todo parecía indicar que, pese a los cambios y fluctuaciones, el Sol era un astro monótono.
Así, un equipo de investigadores del instituto Max Planck, la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) y la Escuela de Investigación Espacial de Corea del Sur decidieron comprobar si las suposiciones eran correctas. Para ello, compararon el Sol con otras muchas estrellas con características similares a las de la nuestra. Todas estaban a medio camino (aproximado) de su vida y todas tenían tiempos de rotación similares, entre otras cosas.
Uno de los grupos con los que se comparó el Sol estaba formado por 369 estrellas prácticamente iguales. Y el Sol resultó ser mucho menos activo que todas ellas. La luminosidad de nuestra estrella entre picos de máxima y mínima actividad apenas varía un 0,07 %, mientras que las demás estrellas presentaron variaciones cinco veces mayores en término medio.
La investigación, sin embargo, tiene dos puntos débiles. Uno es la corta ventana de tiempo de observación. Unos pocos miles de años (y unas decenas en el caso de las demás estrellas) no son nada para astros que viven miles de millones de años. Otro es la calidad de los datos obtenidos. Muchas de las observaciones de las estrellas lejanas están llenas de interferencias y vacíos de información.
“9.000 años son un abrir y cerrar de ojos si tenemos en cuenta toda la vida del Sol [está camino de cumplir 4.600 millones de años]”, explica Timo Reinhold, primer autor del nuevo estudio. “Es posible que el Sol haya atravesado una fase tranquila durante miles de años y que, por lo tanto, tengamos una imagen distorsionada de nuestra estrella”.
Es decir, que nadie descarta que la actividad solar se dispare en los próximos miles de años. De momento, según las predicciones para los próximos 11 años, la situación se mantendrá sin grandes alteraciones. Quizá un vistazo más cercano a las hogueras solares que acabamos de descubrir nos aporte un poco más de información en el futuro.
Imágenes | Solar Orbiter, MPS, ESA