Isaac Peral es, sin duda, uno de los genios más ilustres de la historia española. El porqué lo tienes en el mismo titular de este artículo, ya que es considerado como el inventor del submarino moderno. Eso sí, no fue para nada un proyecto sencillo, pues se encontró con infinita de trabas para dar vida a esta nave marina.
Isaac Peral nació en Cartagena el 1 de junio de 1851, en el seno de una familia de tradición naval. Su padre era un oficial de la Armada y su madre una mujer que consiguió que su hijo ingresara en la Escuela Naval con solo ocho años, algo para nada común en la época, gracias a una solicitud realizada a la mismísima reina Isabel II. Gracias a ello, Isaac se formó como marino y participó en varias misiones militares y científicas, como la guerra de los Diez Años en Cuba, la Tercera Guerra Carlista o el levantamiento de los planos del canal de Simanalés en Filipinas.
Pero más allá de su experiencia militar, por lo que realmente destacó esta gran mente nacional fue por sus labores como profesor de Física y Química en la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada, donde demostró su talento e interés por la electricidad, un paso previo la desarrollo del primer submarina a propulsión eléctrica, el germen de lo que hoy son los submarinos modernos.
El primer submarino, ‘made in Spain’
Por lo que es conocido este cartagenés es, sin duda, por ser el inventor del primer submarino a propulsión eléctrica y plenamente funcional, conocido como el submarino Peral. La idea se le ocurrió tras la crisis de las Carolinas en 1885, cuando España se enfrentó a Alemania por el control de unas islas del Pacífico. Isaac pensó que un buque capaz de navegar bajo el agua y atacar por sorpresa sería una gran ventaja estratégica para la defensa nacional. Así que se puso manos a la obra y presentó su proyecto al ministro de Marina, que lo apoyó de inmediato tras darse cuenta de la ventaja táctica que supondría el contar con una nave de estas características.
El submarino Peral se construyó en los astilleros de La Carraca, en Cádiz, y se botó en 1888. Era una nave de forma fusiforme y 22 metros de eslora, que pesaba más de 80 toneladas y podía albergar a 12 tripulantes. Estaba equipado con dos motores eléctricos alimentados por unas baterías especiales diseñadas por el propio Peral, que le permitían alcanzar una velocidad de 10 nudos bajo el agua y una autonomía de 400 kilómetros.
Por supuesto, al igual que los submarinos modernos, también tenía un periscopio para ver lo que sucedía en la superficie, una brújula protegida de las interferencias magnéticas, un aparato para regular la profundidad sin usar lastres y varios purificadores de aire para respirar mejor. Y lo más importante: un tubo lanzatorpedos con tres cargas explosivas, que podía disparar a una distancia de hasta un kilómetro.
El submarino Peral realizó varias pruebas con éxito, demostrando su capacidad para sumergirse, emerger, maniobrar y disparar torpedos. La prensa lo alabó como un prodigio tecnológico y Peral se convirtió en un héroe popular por un tiempo.
Pero el antibelicismo que ahora mismo impera en ciertos sectores de la sociedad, no es nuevo, y en aquel momento también hubo muchos detractores que se opusieron al invento por motivos políticos, económicos o militares. Algunos ministros le negaron el apoyo económico y logístico que necesitaba para perfeccionar su prototipo. Otros le acusaron de fraude o espionaje. Y otros le hicieron una campaña de desprestigio, difundiendo falsas teorías de que el sumario podía hundirse a la mínima y que era muy poco seguro.
Peral se sintió traicionado y decepcionado por las autoridades que debían respaldar su proyecto. Solicitó la baja en la Marina en 1891 y se dedicó a fabricar material eléctrico por su cuenta. También patentó varios inventos prácticos relacionados con el alumbrado público. Pero nunca dejó de defender su submarino ni de buscar financiación para seguir adelante con él. Desgraciadamente, un tumor cerebral del que fue operado en Alemania fue lo que le impidió acabar su trabajo, provocándole la muerte a los 44 años de edad.
Compartiendo éxito con un irlandés y un francés
La verdad es que los inventos son cosas complicadas. Algunos de ellos aparecen después de años de investigación y pruebas; algunos otros son felices coincidencias que, en su aleatoriedad, cambian el curso de la historia para siempre y, en otras ocasiones, resulta que dos personas que no se conocen de nada y que están separadas entre sí por miles de kilómetros de distancia, tienen la misma idea.
Este es el caso del mérito por el desarrollo del primer submarino de este tipo, ya que casi exactamente al mismo tiempo que Peral estaba probando su submarino, John Philip Holland, un maestro de escuela irlandés que no tenía ninguna conexión con el ejército, también desarrolló uno. Además, el arquitecto naval francés Dupuy de Lôme y su amigo Gustavo Zédé trabajaron en un proyecto para un submarino eléctrico, que se puso en marcha en 1888.
Holland también se vio influenciado por la guerra para dar vida a su invento, el cual se le ocurrió tras la Batalla de Hampton Roads en la Guerra Civil Americana. Emigró a los Estados Unidos en 1873, donde su investigación fue apoyada financieramente para enfrentarse a los británicos.
Años después, en 1897, Holanda desarrolló con éxito el primer submarino utilizado por la Marina de los Estados Unidos, el Holland Tipo VI que utilizó una potencia de motor de combustión interna, lo que fue una mejora con respecto al Peral, la nave en la que se basaba este nuevo invento.