Mario Molina hizo historia, pese a que su nombre no resuene con toda la fuerza que debería. Porque fue este científico el que salvó a la humanidad al completo del desastre ambiental. Gracias a sus estudios sobre la capa de ozono, consiguió resolver uno de los problemas más graves a los que la Tierra ha tenido que hacer frente: el agujero de la capa de ozono.
En ocasiones, los seres humanos pecamos de obviar la importancia real de la ciencia, así como de invertir tiempo y dinero en investigación científica. Por suerte, hay personas como Mario Molina Pasquel y Henríquez, que dedicó su vida al completo a investigar la capa de ozono.
A él le debemos el haber determinado cuál era el origen del agujero de la capa de ozono. Y es precisamente por eso que el mexicano recibió un premio Nobel, compartido con Sherwood Rowland y Paul Crutzen, en el año 1995. Su historia es el ejemplo viviente de cómo la ciencia puede ayudarnos, y cómo es fundamental estudiar el cambio climático.
Mario Molina: una vida dedicada a la ciencia
Pero ¿quién es Mario Molina? Si nunca habías escuchado su nombre y ahora quieres saber más sobre él, ¡no te preocupes! Porque nosotros te lo vamos a contar todo. De esta manera, queremos rendir un pequeño homenaje a este científico y su increíble labor.
Mario Molina nació en Ciudad de México, en el año 1942. Tuvo la suerte de nacer en una familia que estaba bien situada, puesto que su padre, Roberto Félix Molina Pasquel, era embajador de México en Etiopía, Filipinas y Australia. Gracias a eso, pudo permitirse estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México. Y tuvo claro desde el primer momento lo que quería estudiar: Química. Ya en su más pura juventud supo que quería dedicar su vida a la ciencia.
Tras terminar la carrera, en 1965, decidió seguir estudiando, pero dio el salto a Alemania. Pero hay a quien las ansias de conocimiento le hacen ir a más, ¡y eso le sucedió a Mario Molina! Continuó formándose, y en 1972 recibió su doctorado en Fisicoquímica en la Universidad de California.
Dedicó su vida no solo a la investigación, sino también a la docencia. Aunque lo que realmente le apasionaba era el problema ambiental, que ya veía bastante claro por aquel entonces. Y fue así como acabó alertando al mundo del peligro que corría la capa de ozono.
El agujero de la capa de ozono
Como ha contado el propio Mario Molina en una entrevista, “al principio muchos científicos creían que el agujero de la capa de ozono era una cosa natural”. Él, junto con su equipo de investigación, se dedicaron a estudiar cómo los clorofluorocarbonos (CFC) estaban adelgazando de forma alarmante la capa de ozono.
Señalaron que estos clorofluorocarbonos, que llevaban utilizándose desde la década de 1940 en multitud de aerosoles, estaban destrozando poco a poco la capa de ozono. No solo señalaron que esta se encontraba muy dañada en la zona de la Antártida, sino que todo esto podría ir a más. La capa de ozono nos protege a todos los seres vivos de los rayos ultravioleta, que son letales. Pero, como ya hemos visto, fueron muchos los que juzgaron que este adelgazamiento era algo normal, y que no había que preocuparse.
Por suerte, ni Molina ni sus compañeros científicos se rindieron, y comenzaron a divulgar sobre los conocimientos que tenían en ese momento de la capa de ozono. En el año 1974, publicaron un artículo en la revista Nature donde advertían de cómo este uso de gases CFC podía acabar por generar una catástrofe ambiental. Lucharon tanto por convencer a la población que, finalmente, lo hicieron. Y fue en 1987 cuando se firmó el famoso Protocolo en Montreal. Todas las naciones que fabricaban CFC prometieron cesar la producción, y buscar sustitutos que no hicieran tanto daño a la atmósfera.
Premio Nobel de Química en 1995
Su labor marcó por completo el futuro de la humanidad. Como él mismo afirmó en una entrevista, el problema de la capa de ozono “se pudo resolver con el protocolo de Montreal”. También señaló que “como duran mucho tiempo, lo que vemos este siglo es el resultado de lo que se emitió el siglo pasado”. Esto lo explicó en el año 2019, un año antes de fallecer. Ahora mismo, ya sabemos que hay estudios que señalan que, si seguimos así, en 2040 se habrá cerrado casi por completo el agujero de la capa de ozono en gran parte del mundo.
Pese a que en 1995 todavía no se sabía el bien que este científico había hecho a nuestro mundo, la Real Academia Sueca decidió otorgarle el premio Nobel de la Química. Lo compartió, como hemos señalado, con Sherwood Rowland y Paul Crutzen, sus compañeros de investigación.
La lucha continúa: el cambio climático
Hay una frase de Mario Molina que nos parece demoledora: “corregimos el agujero de la capa de ozono, pero aún no hemos resuelto el cambio climático”. Y es que su lucha ha continuado, buscando cuidar a la población de los riesgos que la contaminación puede suponer. Tanto es así que publicó en el año 2019 un estudio sobre cómo la contaminación afecta incluso a los fetos dentro del útero materno.
Según explicó, continuamos teniendo dos problemas fundamentales: la capa de ozono y el cambio climático. Y si bien es cierto que el primero parece resuelto, el último está lejos de estarlo. Como señaló, este cambio está conectado al uso de los combustibles fósiles, y estos son la base del crecimiento a nivel económico de la gran mayoría de los países. Es complicado de abordar, y requiere de un gran esfuerzo por parte de todos los países.
Por desgracia, este increíble científico en 2020 falleció en su ciudad natal a causa de un infarto agudo de miocardio, a los 77 años. Eso sí, se llevó con él decenas de reconocimientos y premios, más allá del premio Nobel. Y, por supuesto, el inmenso agradecimiento de toda la humanidad. Porque sin él, y sin sus descubrimientos, hubiéramos estado abocados a una crisis ambiental de grandes proporciones.