Muchas personas piensan que algunos de los elementos que aparecen más actuales son fruto de las mentes del presente. Por desgracia para ellos algunas de las respuestas han de encontrarse en el pasado sobre todo si tenemos en cuenta los casos de elementos que a día de hoy son tan comunes como pudo ser el caso de Luis Anaya fue como el de nuestra protagonista de hoy que es Ángela Ruiz Robles.
Probablemente esta sea la primera vez que escuchas el nombre de esta escritora e inventora española que a día de hoy se podría considerar como la inventora del libro electrónico tal y como lo conocemos hoy el día.
Una vida dedicada a las ciencias sociales
Como te hemos dicho antes, probablemente sea la primera vez que escuches el nombre de Ruiz Robles y lo cierto es que a día de hoy pasa muy desapercibido, sobre todo para todos aquellos que han pasado de leer sus libros en páginas de papel a una pantalla.
Su historia comienza en Villamanín, un pueblo de León en el año 1895. La mayor parte de su vida temprana la vivía allí, pero tuvo que desplazarse a León para cursar los estudios superiores de Magisterio en León donde además daba clases de taquigrafía, mecanografía y además contabilidad. Es por esto que su labor estuvo muy centrada en el ámbito de la educación y otras ciencias sociales, aunque por lo que destacó notablemente fue por su labor docente en organismos como la Escuela Obrera Gratuita, el colegio Ibañez Martín o la escuela Nacional de niñas del hospicio.
Su labor fue realmente encomiable y su vida laboral culminó con el cargo de directora en el colegio Ibáñez Martín en 1959 donde se mantuvo hasta su jubilación. Esto no le quitó de realizar algunas conferencias y escribir un total de 16 libros principalmente dedicados a la ortografía.
Su faceta como inventora ha llegado hasta nuestros días
Como puedes ver, la vida de Ángela Ruiz estuvo muy centrada en el mundo de la docencia, pero eso no le quitó dedicar tiempo a otra de sus grandes pasiones que llevaba a cabo mediante diferentes proyectos en el ámbito científico. Uno de los elementos más importantes de su carrera fue su proyecto científico gramatical para conocer las diferentes formas del habla de nuestro país a nivel gramático, morfológico, fonético y sintáctico. Y esto por no hablar de otra de las grandes aportaciones que fue la enciclopedia mecánica y que a día de hoy sigue expuesta en el museo Nacional de ciencia y tecnología de La Coruña.
Y es este elemento lo que nos llama la atención, el que en la patente registrada en 1949 se titula ‘procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para lectura de libros’. En su descripción consta que su intención era la de innovar la enseñanza para que fuera más intuitiva e incluso amena y todo mediante un sistema de placas que se podían colocar a dos lados de un dispositivo que más tarde la leería mediante sencillos pulsadores para mostrarle al alumno en una pantalla el contenido que manejaban.
Además, contaban con un sistema de iluminación eléctrico que se accionaba con un pulsador para que se pudiera ver mejor. Por si fuera poco el invento estaba pensado para que lo llevaran los niños, de tal forma que su fabricación debía estar hecho con materiales ligeros y además no podía ser muy voluminoso, lo que mantenía de cierta manera la esencia de los libros.
Una de las intenciones de la inventora era la de crear una enciclopedia que fuera de fácil acceso para todo el mundo, aunque por desgracia este proyecto no pudo finalizarse debido al alto coste de la inversión y por si fuera poco al poco caso que recibió del sistema educativo de la época. Fue por este motivo por el que decidí registrarla como una patente a pesar de que no llegase a buen puerto.
Lo que sí es que apareció llegó de la mano de los talleres del Parque de Artillería de Ferrol donde se construyó un prototipo de este primer libro electrónico hecho de bronce madera y zinc y que tenía una dimensiones que de largo y ancho podrían asemejarse a una hoja de papel A4 a la que habría que añadir seis centímetros de fondo y un total de cuatro, cinco kilos de peso.
Probablemente en términos de pesos se alejaba un poco de lo que Ángela Ruiz esperaba que fuese su invento, pero a día de hoy es considerada una de las precursoras del libro electrónico que se adelantó nada más y nada menos que 20 años a lo que a día de hoy tiene muchos usuarios en sus mochilas y bolsillos.