El Instituto de Educación Secundaria Lamas de Abade, de Santiago de Compostela, lleva años convertido en un gran laboratorio para investigar la influencia de la tecnología en nuestro día a día. Lo que empezó como un debate en el aula se ha convertido en un complejo estudio sociológico que involucra profesores, alumnos y colaboradores externos, y que derivó en la creación en 2017 del Instituto de Investigación de Gadgets Tecnológicos (IIGT).
¿Qué influencia tiene el móvil en la escuela? ¿Y en nuestra salud? ¿Cómo nos afecta la obsolescencia programada? Preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez y que estos alumnos han plantado en una meticulosa investigación. Un trabajo que, en breves, puede alcanzar una dimensión mundial.
Macroencuestas y más de 65.000 datos
“Desde el momento en el que la tecnología se materializa en dispositivos de consumo ubicuo, es decir, que están donde tú estás, como el móvil, se convierte en invasiva”, explica Francisco Javier Pérez, el profesor de Filosofía que está detrás de la iniciativa. “Yo, que llevo 35 años en este oficio, veo cómo mis alumnos están siendo progresivamente abducidos – bromea- por el teléfono móvil, por encima de cualquier otro dispositivo. Llegan al instituto con él en la mano, se sientan en las escaleras mirándolo y luego cuando entran en clase están pendientes por si les entra un mensaje”.
Esta situación está cambiando, ya que en el IES Lamas de Abade se ha limitado el uso de los dispositivos tanto dentro como fuera de las aulas. Sin embargo, este profesor quiso evitar que las normas se acatasen sin más. E invitó a sus alumnos a comenzar una investigación sobre el impacto de la tecnología en su entorno, que suma ya más de tres años.
“Los alumnos fueron los protagonistas del proceso”, explica. “Fue muy divertido: hicimos una reflexión grupal sobre cómo se utiliza el móvil en el aula, formulamos preguntas, suscitamos respuestas y luego contrastamos la información”.
En total, encuestaron a más de 1.000 estudiantes de cuatro centros educativos diferentes. Y tabularon a mano más de 65.000 datos que hacen referencia a cómo se consume el móvil (cómo se adquiere, cómo se usa y cómo nos deshacemos de él) y a la influencia cognitiva, emotiva y conductual que tiene en cada uno.
Los resultados, que reflejan la percepción que los estudiantes tienen de su relación con los dispositivos, se combinan con estudios y conclusiones de expertos. El resultado es una investigación sociológica muy completa, que puede consultarse en la web del Instituto de Investigación de Gadgets Tecnolóxicos (I.I.G.T.).
Móvil y escuela
Para el 87% de los encuestados, el móvil no mejora su capacidad de estudio. Para el 86%, no mejora tampoco su capacidad de atención. Por otro lado, el 53% considera que sí favorece el entretenimiento perpetuo. Y el 39% confiesa que tiene problemas para controlar el uso que hace del mismo.
Los datos permiten sacar conclusiones. “No parece muy inteligente usar el mismo soporte para el ocio compulsivo que para el estudio reflexivo, porque lo primero tenderá inevitablemente a invadir lo segundo”, señala Xavier Casillas, alumno del IES Lamas de Abade, haciendo referencia a una de las conclusiones principales del estudio.
Xavier considera que el dispositivo tiene dos caras, una positiva y una negativa. “Entiendo que puede ser útil para el aprendizaje, cargas menos peso y tienes todo en el mismo dispositivo, pero al mismo tiempo no creo que estemos lo suficientemente preparados para llevarlo de forma correcta. Siempre habrá alguien que lo haga mal”, explica. “Lo veo como algo útil pero no para utilizarlo como primera herramienta”.
Algo con lo que coincide su profesor. “Yo creo que nuestra investigación apunta a aconsejar minimizar el uso del móvil como herramienta educativa. Sirve para encontrar datos concretos, pero para fomentar el pensamiento crítico es mejor optar por otras fuentes, como libros con un buen texto”.
… y móvil en general
Las preguntas planteadas por Francisco Javier Pérez y sus alumnos hicieron reflexionar a los encuestados sobre todo tipo de temas. ¿Favorece el móvil que me controlen? ¿Generan las redes sociales sentimientos de envidia? ¿Influye en la forma en que me relaciono con los demás?
Las conclusiones son, en muchos casos, llamativas. Partimos de que el 100% de los encuestados (alumnos entre 12 y 17 años de institutos de Santiago de Compostela) tiene un teléfono, normalmente facilitado por sus padres. El 65% lo cambia cada dos o tres años; sin embargo, casi tres de cada cuatro no lo venden ni lo reciclan: lo guardan.
Un 20% lo usa más de cinco horas al día en los días lectivos, y más de ocho en los no lectivos. Sobre todo, para chatear (con Whatsapp como aplicación principal), usar las redes sociales y escuchar música. “Nos hemos dado cuenta de que entras un momento a mirar algo, te distraes, pasas a otra cosa, sale una notificación y pasas a otra, y así pasas demasiado tiempo casi sin enterarte”, confiesa Xavier Casillas.
La mayoría de estos adolescentes no considera que el móvil fomente el control (ni parental, ni inter-pares, señalan en el estudio). Es decir, no lo asocian al riesgo de ciberacoso o bullying. Para la mayoría, es emocionalmente neutro. “Consideran que no influye en sus emociones, ni para bien, ni para mal”, explica el profesor de filosofía. Sí consideran, sin embargo, que el móvil no palía el sentimiento de soledad. “Esto implica que en el fondo reconocen que el móvil es un instrumento de aislamiento. El 30% indica que es más fácil relacionarse a través del móvil que en persona”.
Poder reflexionar sobre estas preguntas y contrastar los datos con la opinión de los expertos fue, precisamente, lo que motivó a este profesor a comenzar este complejo análisis. Analizar, señala, parte del trinomio que define el mundo contemporáneo: ciencia para conocer, tecnología para transformar y democracia para legitimar.
Desde dentro
“Al principio pensábamos que sería el típico trabajo de instituto, sencillito, que haces y olvidas en unos meses”, cuenta Xavier Casillas, alumno del IES Lamas de Abade. “Sin embargo, empezamos a recibir cientos de respuestas y a ver cómo las personas confesaban que se sentían afectadas por el uso del móvil, y cada vez nos vimos más involucrados en el tema”.
Xavier Casillas participó en el estudio el año anterior, cuando cursaba 4º de la ESO. Y no duda en confesar que la experiencia le hizo reconsiderar el uso que hace del dispositivo. “Empezamos a reflexionar sobre los datos que nos llegaban: lo uso más horas de lo que pienso, pago una cantidad por los datos para estar conectado todo el día, me aseguro de tenerlo cargado al 100% siempre… empiezas a sumar y al final piensas: ‘quizá lo esté usando más de lo necesario’. Y esa sensación no es mala, porque ayuda a reflexionar, pero tampoco es muy cómoda al principio, cuando te das cuenta”.
Al igual que otros de sus compañeros, se planteó dosificar el uso del móvil. Empezó por desinstalar juegos que ya no usaba (o que ni siquiera recordaba que tenía instalados). Y por dejar de lado el móvil para sacar tiempo a aficiones que había dejado un poco de lado, como leer. “He subido el número de libros que quiero leer para estar entretenido y no mirar tanto el móvil”, explica.
Un paso más allá
El siguiente paso del Instituto de Investigación de Gadgets Tecnolóxicos es llevar su investigación a nivel mundial. Han diseñado una súper encuesta (aunque queda mucho mejor en gallego, “súper enquisa”) que van a traducir al inglés, al francés, al portugués y al gallego y van a enviar en un soporte digital a otros institutos y universidades de cualquier lugar del mundo.
El objetivo es medir la confianza en la ciencia y la tecnología. “Es un proyectazo. A mí me interesa mucho investigar el vínculo entre tecnología e ideología, porque la tecnología es símbolo de progreso”, señala el profesor Francisco Javier Pérez. “Cuando quieres representar una sociedad futura, nunca apelas a un rasgo político o económico. Siempre apelas a la tecnología. Sabes que ‘Star Treck’ está en el futuro porque tienen una tecnología avanzadísima, por ejemplo”.
Detrás está, también, el objetivo de analizar la concepción de la tecnología a nivel global. “Siempre tiene dos caras, aspectos positivos y negativos, pero estamos en un momento en el que los aspectos negativos se minimizan”, señala, haciendo referencia a problemas como la protección de datos.
Para llevar a cabo este proyecto, solo tienen un pequeño escollo: el material. Son un centro pequeño y necesitan modernizar su equipo – ya que analizar los datos a mano será muy complicado cuando el proyecto alcance una dimensión mundial. Es su único freno, ya que ganas no les faltan.
Imágenes | IIGT/Francisco Javier Pérez, Unsplash/Robin Worral