“La tecnología no es ni buena ni mala, pero tampoco es neutra”, dijo Melvin Kranzberg. La misma tecnología que nos permite mantenernos comunicados es aquella que nos facilita el acoso escolar. Cuando este sucede de forma continuada tanto de forma física como psicológica, lo llamamos bullying.
Aunque el neologismo bullying es reciente, el acoso escolar ha existido siempre. Desde que se tienen registros escritos ha habido abusones independientemente de la cultura. Pero el mal uso de la tecnología ha hecho al acoso más duro. ¿Puede la tecnología ayudar a mitigarlo?
Así ha cambiado el ‘bullying’ en las escuelas
La esencia del acoso escolar parte de un ataque deliberado. Es decir, un niño quiere y desea agredir física o mentalmente a otro, y lleva a término su maldad. Como parte de la violencia, tiene innumerables formas, que todos hemos escuchado siendo niños:
- Burlas como “el gordo” o “el gafotas”, roles que encontramos en todas las aulas desde primaria a bachillerato;
- amenazas como el “nos vemos a la salida”, un clásico del recreo;
- agresiones físicas, que van desde empujones ocasionales a palizas reiteradas;
- aislamiento sistemático, muy presente en tiempos de hiperconectividad como el que vivimos;
- …
Todos estos casos sido frecuentes desde que han existido clases con alumnos, y se remontan a hace milenios. Sin embargo, la tecnología ha posibilitado que el último, el “aislamiento sistemático” se convierta en bullying por excelencia.
Somos animales sociales y no queremos sentirnos solos. Necesitamos el sentimiento de pertenencia a un grupo, y a veces el daño físico es tan solo una molestia comparado con el miedo al rechazo. Este rechazo suele venir no de un único acosador, sino de todo un grupo inmóvil que no actúa.
A medida que los smartphones han entrado en las aulas de los colegios han cambiado el statu quo de las clases. Ya no es necesario tener un grupo físico con el que salir porque este puede estar repartido por varias aulas. Tampoco hace falta estar presente para agredir a un alumno.
Banearle de un chat o no dejar que acceda a un contenido determinado puede ser un modo bastante cruel de marginarle. De “hacerle bullying”. Además, ya no es necesario presenciar una agresión física in situ. Ahora puede ser grabada y compartida y, por tanto, no olvidada.
La agresión no se detiene nunca
Uno de los problemas del mal uso de los teléfonos móviles es que el bullying no se detiene nunca. En el acoso tradicional un niño era molestado en clase, en el colegio o de vuelta a casa, pero el resto del día quedaba a salvo.
Esto también ha cambiado. La hiperconectividad tiene innumerables ventajas, como estar al tanto de los deberes desde nuestra casa en el caso de los niños; pero también conlleva peligros si no sabemos usarla con sabiduría.
Ahora el niño acosado llega a casa y sigue presente en los chats de WhatsApp donde se le beja, tiene acceso al vídeo que le hicieron mientras le daban collejas, o lee una y otra vez comentarios en su contra en el muro de Facebook.
La agresión permanece ahí incluso en caso de que la víctima cambie de colegio. A menudo los abusadores del nuevo se nutren del acoso previo (público en las redes sociales) para seguir haciendo bullying al niño en cuestión.
¿Cómo podemos combatir el ‘bullying’ haciendo uso de la tecnología?
Para que se de el acoso escolar hace falta una víctima y un agresor, y este último es quien perpetra el bullying. Sin embargo, ambos necesitan apoyo psicológico de adultos capacitados. En el acoso, la clave es la visibilidad del problema y el intervenir de profesionales como orientadores y psicólogos.
El peor acoso es el que el niño se guarda dentro y del que padres y profesores no saben nada. Si no son conscientes del problema y el niño no se atreve a contarlo (por vergüenza, porque piense que es lo normal, por miedo…) no podrán solucionarlo. Pero el bullying tiene solución.
El primer paso para combatir el acoso escolar es la prevención. Si tienes un hijo o un familiar en edad escolar y te preocupa que sea víctima de bullying, hablar con él sobre el tema puede ayudar. Quizá nos demos cuenta de que es una víctima ocasional o reincidente.
También podría hablarnos de cómo uno de sus amigos es acosado en clase. Incluso podemos llevarnos la sorpresa de que nuestro hijo sea el maltratador, algo que muchos padres no consideramos hasta que nos llega una carta de la dirección del centro para que vayamos a hablar.
Necesitamos comunicación y programas de ayuda, y en esto las nuevas tecnologías son expertas. Los diálogos entre padres y profesores, ya sea cara a cara o vía WhatsApp ayudan a airear comportamientos peligrosos antes de que se conviertan en un problema.
Existe una aplicación llamada Appvise que trabaja en esta línea. Aunque Appvise es una plataforma interactiva que digitaliza parte de las funciones educativas, también cuenta con subrutinas de aviso y programas de apoyo tanto a víctimas como a acosadores.
El acosador también necesita ayuda profesional
A veces olvidamos que los acosadores también tienen problemas o que necesitan ayuda. A menudo los abusadores han sido previamente acosados en los centros escolares o tienen problemas familiares.
ZeroAcoso es una línea de ayuda para combatir el bullying que hace uso de herramientas digitales para prevenir, combatir y erradicar el acoso. Y esto implica asistir a tres partes:
- Víctima, una asistencia psicológica para evitar males mayores y ayudarle con el trauma. Es importante seguir adelante.
- Acosador, para comprender el origen del bullying, y para que este no vuelva a producirse.
- Compañeros de clase, a los que a menudo no tenemos lo suficientemente en cuenta. Son parte importante de la ecuación del maltrato.
El bullying basado en la tecnología necesita no solo de un acosador o acosadores, sino de una multitud silenciosa que no airee el problema. Basta que un niño plante cara al problema e informe a un adulto para que los mecanismos anti-bullying se pongan en marcha.
¿Cómo? Las herramientas de chat permiten el envío de conversaciones enteras. Las tarjetas de Google+ y Facebook disponen de un botón para reportar comportamientos y copiar enlaces. En Twitter se puede guardar un Tweet para mostrárselo al profesor o a los padres. Informar es fácil, educar sobre la importancia de hacerlo es lo complicado.
La misma tecnología que facilita el acoso a la víctima presenta las herramientas para la denuncia social del problema. Es improbable que los niños lean este artículo, y de ahí la importancia en la comunicación con ellos. Explicarles que pueden formar parte de la solución es el primer paso para erradicar el bullying.
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