Un código eficiente, flexible y en constante evolución. Un vehículo de emociones, pensamientos, reflexiones y sentimientos que une generaciones y culturas. Una tecnología ancestral grabada en nuestro ADN. La lengua es la máxima expresión de la capacidad humana de comunicación. Vivimos a través de una conversación interminable. Y, aun así, quizá no estemos valorando la importancia de hablar para el desarrollo de nuestra especie.
Una brecha en el vocabulario
A la edad de tres años, un niño de un entorno socioeconómico bajo ha oído 30 millones de palabras menos que uno de un entorno alto. La cifra, aproximada, ha traído de cabeza a la comunidad educativa e investigadora de Estados Unidos durante las últimas dos décadas. Bautizado como Word Gap, el concepto fue acuñado por primera vez en 1995, pero la brecha en el vocabulario sigue igual de abierta.
En su estudio ‘Meaningful Differences in the Everyday Experience of Young American Children’, Betty Hart y Todd R. Risley señalaron que existe un gran número de palabras a las que los niños de familias con ingresos más bajos nunca acceden. Una bola de nieve que va creciendo y que marca para siempre su desarrollo académico en el futuro. Ellos lo llamaron, no sin cierta controversia, la catástrofe temprana.
Hart y Risley también descubrieron que más del 85% de las palabras que usan los niños menores de cuatro años forman parte del vocabulario de sus padres. Básicamente, que lo que escuchan en casa es lo que crea la base de su capacidad lingüística en el futuro. Además, volvieron a analizar la brecha cuando los niños del primer estudio cumplieron nueve años y los resultados fueron similares.
En busca de un sentido
Desde 1995, se han multiplicado los estudios sobre este fenómeno, aunque la mayoría siempre en Estados Unidos. En 2013, un estudio desarrollado en la Universidad de Stanford quiso ir un poco más allá. Buscaron probar el procesamiento del lenguaje entre niños de 18 y 24 meses utilizando imágenes, instrucciones y su respuesta ocular. ¿Cómo afectaba esa diferencia de vocabulario a las capacidades de los niños?
Cada niño, acompañado de sus padres o tutores, escuchaba una voz grabada con instrucciones o palabras que requerían una acción (como identificar un objeto). Los investigadores grabaron los movimientos oculares del niño y su rapidez de respuesta en milisegundos. La brecha estaba ahí. Los niños de entornos socioeconómicos más altos respondían de forma más rápida. Además, cuando se intentaba que los niños procesan palabras que eran nuevas para ellos, los de entornos más acomodados también lo hacían más rápido.
De acuerdo con el informe PISA, y ahora hablamos de España, la brecha de resultados entre niveles socioeconómicos es evidente, no solo en cuanto a capacidades lingüísticas, sino también matemáticas o de resolución de problemas. ¿Puede el número de palabras que escuchemos en nuestros primeros años marcar de tal forma nuestro desarrollo?
Un cerebro listo para hablar
Tanto hablar de palabras, que los árboles no nos dejaron ver el bosque. Desde el MIT se acaba de publicar un estudio esclarecedor. La diferencia no está tanto en la riqueza del vocabulario, sino en la conversación. Los adultos que le hablan de igual a igual a los pequeños, conversando con ellos, refuerzan su desarrollo. Así lo muestran las imágenes de sus cerebros.
“Lo novedoso de nuestro trabajo es que proporciona la primera evidencia de que la conversación familiar en el hogar está asociada con el desarrollo cerebral en los niños. Es casi mágico ver cómo la conversación parental parece influir en el crecimiento biológico del cerebro”, explica John Gabrieli, miembro del Instituto McGovern de Investigación Cerebral del MIT y uno de los autores principales del estudio.
A través de imágenes de resonancia magnética, los investigadores identificaron las diferentes respuestas del cerebro al lenguaje y cómo estas se relacionaban con la conversación. Los niños que participaban más a menudo en conversaciones tenían el área de Broca (una parte del cerebro involucrada en la producción y el procesamiento del lenguaje) mucho más activa. A su vez, estas diferencias se replicaban después en diferentes tests a los que eran sometidos los niños.
“Lo importante no es solo hablarle a tu hijo, sino hablar con tu hijo. No se trata solo de trasladar el lenguaje al cerebro del niño, sino de mantener una conversación”, señala Rachel Romeo, otra de las autoras principales del artículo.
¿Dinero? Hablar, escuchar, entender
Según los análisis del estudio, la conversación interactiva brinda a los niños la oportunidad de practicar sus habilidades comunicativas, sea cual sea su nivel socioeconómico. Así, los niños que participan de las conversaciones de sus padres hablan mejor, escuchan más y comprenden con claridad lo que otra persona les intenta decir.
Los investigadores del MIT descubrieron que, de media, los niños de familias con mayores ingresos estaban expuestos a un lenguaje más rico. Aun así, los niños de niveles socioeconómicos más bajos que participaban en conversaciones familiares tenían habilidades lingüísticas similares y la actividad del área de Broca era parecida a la de los demás.
“Todavía existe la creencia popular de que existe una brecha de 30 millones de palabras y tenemos que hablarles constantemente a los niños pequeños o hacerles escuchar la televisión. Sin embargo, las imágenes del cerebro muestran que realmente es el diálogo interactivo el que está relacionado con un mejor procesamiento neuronal”, concluye Rachel Romeo.
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