¿Nos estamos olvidando de cómo escribir?

Puede que no hagas la lista de la compra en el móvil. Puede que todavía cuelgues un post-it de tu puño y letra en la nevera. Pero, ¿cuánto hace que no escribes una carta a mano? Quizá, incluso, nunca lo hayas hecho. La tecnología nos ha dado otras herramientas para escribir y llegará el día en que no reconozcamos nuestra propia letra. ¿Nos estamos olvidando de escribir?

¿Vamos a dejar de escribir?

En realidad, esto no es solo una posibilidad. Ya está pasando y los datos no dejan lugar a duda. Un estudio de 2014 en Reino Unido señalaba que una de cada tres personas no había escrito nada a mano en los últimos seis meses. Mientras intentamos que la inteligencia artificial aprenda a leer textos de nuestro puño y letra, otro estudio de 2012 sugería que alrededor de un 30% de la gente no entiende su propia escritura.

En España, los datos son parecidos. De acuerdo con el informe Vuelve a escribir, realizado por IPSOS en 2016, tres de cada cuatro españoles no escriben con regularidad de forma analógica. Además, el porcentaje aumentaba en los menores de entre 16 y 24 años hasta superar el 90%.

¿Cuántas felicitaciones navideñas has recibido por correo? Hace 10 años, inundaban los buzones. Hoy, una punzada de nostalgia te atraviesa si eres de los afortunados que aún recibe alguna. Según los últimos datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), siete de cada diez españoles no han recibido una carta de un particular en los últimos seis meses. Solo el 30% asegura haber enviado una.

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Así reacciona el sistema educativo

Si los niños y sus padres no escriben, si el mercado laboral no lo demanda, ¿por qué seguir enseñando a escribir a mano? Desde 2013, algunos estados de Estados Unidos han empezado a reducir la importancia de la escritura analógica en las aulas, favoreciendo que lo alumnos aprendiesen a utilizar los teclados con fluidez.

También en Finlandia, cuyo modelo educativo es utilizado tantas veces como ejemplo del buen hacer, las escuelas están priorizando la escritura en smartphones y teclados. Aunque no están dejando de escribir a mano, sí lo hacen menos. En España, de momento, el debate no parece estar sobre la mesa. ¿Nadie va a decir nada para echarle un cable a la escritura manual? Al fin y al cabo, lleva con nosotros unos 5.000 años.

“Cuando escribimos, una serie de circuitos neuronales únicos se activan”, aseguraba Stanislas Dehaene, psicólogo del Collège de France, en París, en una entrevista con el Washington Post. “Existe un reconocimiento del gesto en la palabra escrita, una especie de reconocimiento por simulación mental en el cerebro”.

El debate lleva décadas abierto

La discusión alrededor de las ventajas y desventajas de la escritura manual lleva tiempo entre nosotros. No es culpa de Twitter y los millennials, ya cuando se popularizaron las máquinas de escribir se hablaba sobre el tema. Sin embargo, en los últimos 10 años, una serie de investigadores han buscado las conexiones entre nuestro cerebro y la mano cuando escribimos de forma analógica.

En 2014, un estudio se centró en los hábitos de más de 300 estudiantes en las universidades de Princeton y California. Cada vez más alumnos tomaban notas en portátiles y los investigadores, Pam Mueller y Daniel Oppenheimer, querían saber si esto estaba teniendo implicaciones en su aprendizaje.

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Los resultados, publicados en Psychological Science, fueron claros. Los estudiantes que tomaban apuntes a mano recordaban mejor lo que había pasado en la clase que aquellos que usaban un portátil. La clave, al parecer, estaba en la velocidad de escritura. Los alumnos que usaban un ordenador podían tomar notas mucho más completas e incluso transcribir literalmente la clase.

Los alumnos que usaban papel y boli, sin embargo, tenían que ser selectivos y repensar la información antes de escribirla. Es decir, tenían que escuchar activamente, comprender lo que estaban oyendo y resumirlo o esquematizarlo. Así, estaban yendo un paso más allá que sus compañeros en el proceso de aprendizaje.

Un circuito cerebral complejo

Otro estudio, dirigido en 2012 por la psicóloga de la universidad de Indiana Karin James, quiso buscar respuestas en los niños, lejos de las facultades. De hecho, el estudio se hizo con niños que no sabían escribir y empezaban a aprender a leer. Se les pidió que representasen una letra, para lo cual tenían tres opciones: repasar un contorno punteado, escribirlo en un ordenador o escribirlo a mano en una hoja en blanco.

Cuando los niños dibujaron una letra a mano alzada, mostraron una mayor actividad en tres áreas del cerebro que se activan en los adultos cuando leen y escriben: el giro fusiforme izquierdo, el giro frontal inferior y la corteza parietal posterior. Mientras, los niños que repasaron el contorno punteado o teclearon la letra, registraron una activación muy débil de esas zonas.

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Para Karen James, la escritura manual y libre genera una serie de desafíos que no presentan otras formas. Nuestro cerebro debe planear y ejecutar la acción en total libertad y es probable que reproduzca resultados muy variables.

“Parece que este circuito complejo tiene beneficios que nunca podríamos habernos imaginado”, señalaba el investigador francés Stanislas Dehaene en su entrevista. “El aprendizaje es más sencillo de esta manera”. ¿Habrá llegado el momento de que todos recuperemos nuestros cuadernillos Rubio?

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