Desde que el COVID-19 obtuvo la calificación de pandemia y cada vez un mayor número de países se enfrentaban a la difícil tarea de controlar su propagación, Corea del Sur ha sido puesto como un ejemplo de cómo la tecnología podía ser un arma efectiva en esta lucha.
La geolocalización es una de las claves de todo este asunto. La otra está en el uso y análisis de todos los datos agregados que se tienen, tanto de salud como de movimiento de personas. Y, en medio, la privacidad de los usuarios.
Big data para frenar las pandemias
El uso de herramientas de big data en el análisis, seguimiento, monitorización, prevención e incluso solución de pandemias no es nuevo.
Hace ya cinco años la prestigiosa revista Nature publicó un estudio en el que se analizaba si los datos de los operadores móviles podrían predecir la evolución espacial temprana de la epidemia de cólera de Haití en 2010. Los datos de casos diarios se exaimaron en 78 áreas de estudio del 16 de octubre al 16 de diciembre de 2010. Se utilizaron movimientos de 2,9 millones de tarjetas SIM anónimas de teléfonos móviles para crear una red nacional de movilidad.
El modelo basado en los datos de estos teléfonos móviles funcionó mejor que otros modelos de gravedad optimizados retrospectivamente, por lo que el estudio concluyó que estos datos de telefonía móvil son una fuente muy prometedora para mejorar los esfuerzos de preparación y respuesta durante los brotes de cólera y de contención de enfermedades infecciosas emergentes, incluidas las cepas de fiebre de alta mortalidad.
Incluso antes, la aclamada investigadora española Nuria Oliver dio una charla en TedX sobre cómo los datos anónimos y agregados de teléfonos móviles pueden usarse para comprender y combatir la propagación de enfermedades infecciosas.
¿Por qué tanto interés en usar los datos de las redes de telefonía móvil? Por un lado, porque la movilidad es uno de los factores clave que contribuye a la propagación de una enfermedad infecciosa transmitida por el ser humano. Si se tienen estos datos y se puede controlar la movilidad humana en las áreas afectadas, se tiene más información y recursos para poder controlar la epidemia.
Y, además, porque estos datos móviles pueden ser anonimizados y hacerlo a gran escala. Y es aquí donde entramos en otro de los grandes meollos de la cuestión: la privacidad.
Quién cuida de mí y cómo protege mi privacidad
Los dos grandes creadores de sistemas operativos para teléfonos móviles han anunciado, en relación al COVID-19, un esfuerzo conjunto para permitir que los dispositivos pudieran usar Bluetooth y que esto permitiera a gobiernos y organismos de salud reducir la propagación del virus. Ambas compañías aseguran que la privacidad y la seguridad del usuario es un elemento central del diseño de estas herramientas.
Por su parte, desde Europa se apostaba por el rastreo paneuropeo de proximidad para preservar la privacidad (PEPP-PT). Se trata de una iniciativa con la que también se quiere frenar la transmisión del virus informando a las personas potencialmente expuestas, pero de nuevo con un enfoque de preservación de la privacidad.
Todos estos movimientos han generado cierta preocupación, especialmente entre los usuarios y los garantes de derechos a la privacidad recogidos en legislaciones como GDPR. Si ya fue polémica la decisión del Instituto Nacional de Estadística de acceder a los datos de todos los usuarios de telefonía móvil, el hecho de que ahora se quiera controlar para una información tan delicada como la salud genera aún más dudas.
No es la salud, es la vigilancia ciudadana
En una charla de OdiseIA, el Observatorio del Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial en España, el profesor, asesor y consultor Borja Adsuara aseguraba que “no hay que elegir entre privacidad y salud, sino exigir privacidad en nuestros datos de salud, incluso cuando se tratan con big data e IA”. Este experto aclara que RGPD recoge que, en caso de pandemias, se pueden utilizar datos, pero que “tiene que ser con las debidas garantías, igual que cuando cualquier médico lo hace con cualquier paciente”.
En su opinión, además, “sería una irresponsabilidad no usar los datos para frenar la pandemia”. Es más, este experto cree que quizá el problema no lo tengamos ahora, sino una vez que hayamos superado la pandemia. “Debemos estar vigilantes para no tener un sistema de vigilancia ciudadana”, avisa.
Así pues, como concluía Ángel Gómez de Agreda, analista geopolítico, es una cuestión de confianza más que de garantía. “Nadie te puede garantizar la seguridad completa, porque incluso han hackeado la NSA o el pentágono”, recuerda. Por eso, en su opinión, los estados y quienes desarrollen estas app deben construir reglas de confianza para la tecnología en general y para estos casos de usos en particular.
Será así cuando el uso de estas herramientas no generen controversia ni miedo a vivir, en primera persona, cualquier episodio de ‘Black Mirror’ o ser uno de los protagonistas de ‘1984’.