Qué buscar en un disco SSD para que la compra sea perfecta

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Ya podemos decirlo: el SSD, o disco duro de estado sólido, ha sustituido oficialmente al HD de toda la vida (e instalarlos en nuestros ordenadores es un proceso sencillo). Cada día más sistemas montan estos discos: tablets, convertibles, consolas, PC’s y, según confirman varios fabricantes, teléfonos móviles.

Pero, ¿qué ha llevado al mercado a adoptar esta decisión? Un SSD es tentativamente más seguro, bastante más rápido en la lectura y transmisión de datos y, sobre todo, no sufre tanta degradación con el paso del tiempo.

Si en los discos tradicionales de platos, eje y aguja, la lectura implicaba un deterioro casi obligatorio, con este tipo de celdas no hay partes mecánicas —sino reacciones químicas—. Y claro, al sustituir los elementos mecánicos, se reduce el ruido y la necesidad de ventilación extra.

La interfaz: el elemento diferencial de un disco SSD

Empecemos por la parte más ignorada y, a su vez, la más relevante. Dependiendo del tipo de interfaz y protocolo de conexión que utilice tu disco duro, será más o menos rápido en la transferencia de datos.

Las conexiones SATA ofrecen transmisiones de 100 a 600 MB/s, mientras que las conexiones PCI Express más actuales tienen un límite teórico de 64 GB/s bidireccionales. La versión 4.0 tiene un ancho de banda máximo, en carril, de 15,8 Gbit/s. Si nos fijamos en iniciativas como el Project Spark de Lenovo, han conseguido una velocidad estable de 12 Gygabites por segundo, vía PCI-Express, en discos SSD de hasta 48TB, un récord histórico.

Claro, este plus de potencia también se traduce en el precio. Además, muchos sistemas actuales no cuentan con salida PCI Express. Si queremos montar un SSD, por ejemplo, en un portátil, conviene que pensemos en la interfaz SATA III, que ofrecen en torno a 540 MB/s. Los 250 GB giran en torno a los 80 euros; los 500 en torno a los 150 euros.

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El formato: no es sólo una cuestión de tamaño

Existen varias versiones de SSD SATA, en cualquier caso. Los tenemos, de mayor a menor, de 3.5, 2.5 y 1.8 pulgadas. Los más habituales son los intermedios, son los elegidos para montar la memoria física de portátiles y convertibles.

Un SSD de 2.5 pulgadas no suele pasar de los 9,1 milímetros, estando el estándar en 7 mm. Las unidades de tipo M.2 son las más comunes pero, no obstante, siempre podemos comprar una carcasa según nuestras necesidades. Podemos adaptar sin problemas de compatibilidad cualquiera de estos tres formatos.

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¿Por qué unos son más caros que otros si tienen el mismo espacio?

Una vez hemos determinado el formato y la interfaz de conexión, nos queda algo muy importante: el espacio. Aquí entra otro factor en juego: cuanto mejor es la tecnología, más caro es el SSD. Podemos encontrarnos con unos discos primerizos de tecnología single-cell (SLC) a precios de saldo, probablemente con poco espacio. Y podemos toparnos con monstruos con tecnología Triple-Level Cell (TLC) que tripliquen el precio.

Estos protocolos hacen referencia a la composición interna de las celdas —cantidad de bits almacenados por celda, para ser exactos—. Las memorias flash más avanzadas pueden llegar a multiplicar por seis el precio de un MLC normal.

¿Y por qué hay que tener todas estas siglas en cuenta? Porque la vida útil de nuestro SSD depende de ellas. Una analogía sencilla: las tecnologías que menos memoria son capaces de contener son, a su vez, las que más vida útil tienen. Es decir: no busques el disco duro SSD de mayor tamaño, ya que aún no se ha desarrollado la tecnología tanto como para encontrar precios similares a los HD tradicionales. Busca el más rápido, el más ágil y transportable.

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Pensando en el futuro

Cuando pensamos en un SSD pensamos en algo volátil. Por su propia composición, estos discos tienen un número límite de ciclos de lectura y escritura. Pasado este periodo el disco muere y la información se vuelve irrecuperable. Pero las cosas han cambiado mucho. Hemos pasado de los 20TB de datos de escritura —unos dos años, depende del uso que se le dé— a 300-350 TB, es decir: suficiente vida para 30 años de uso continuado.

Un anexo: existen aplicaciones que monitorizan el uso de tu SSD y, en base a ese ratio, predicen un límite de vida. SSDready es una fantástica herramienta para conocer este dato. El ratio variará siempre dependiendo del uso: por ejemplo, 10GB de escritura al día suponen unos 25 años de vida útil. Además, esta degradación cada vez es menor gracias a tecnologías como TRIM, una orden que hace que el Sistema Operativo pase la información específica a los bloques exactos donde está situada, bien para borrar o escribir, ahorrando tiempo de lectura y reduciendo el deterioro.

Como decíamos, los actuales SSD son robustos y fiables, aguantan el transporte y los golpes mucho mejor que cualquier HD de platos. Así que el talón de Aquiles de los discos duros tradicionales aquí no es tal: los discos se pueden apilar en zonas de pobre ventilación y seguirán funcionando “casi” igual.

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Clonando nuestros viejos archivos

Ya existen multitud de herramientas para copiar no sólo los archivos sino la estructura interna por carpetas. AOMEI Partition Assistant Standard es una opción gratuita ideal para crear particiones y migrar nuestros datos de un HD a otro.

Y tampoco olvides que aquí tenéis una guía completa para cuidar la salud del disco duro, sea del formato que sea, y aquí otra guía de instalación para proteger nuestro SSD.

Código rojo: máxima seguridad

Por último, hay que destacar que una de las grandes virtudes de estos nuevos discos está en su seguridad. Ya sea para empresas o usuarios particulares, borrar un SSD es mucho más seguro, ya que la información no se sobreescribe, sino que realmente se hace desaparecer.

Los SSD son como “pendrives” en grande, usan memoria NAND, similar a la RAM, sólo que ésta no es volátil. Es decir: permanece guardada hasta que decides borrarla, no necesita estar recibiendo un suministro de energía constante. Se ha demostrado que, tras un único formateo, en los equipos que utilizan este comando reducen el promedio de recuperación de datos hasta en un 27%. Con tres formateos habrá desaparecido para siempre.

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Así que ya sabes, no sólo por ser más ligeros, transportables y rápidos: los SSD también son un aliado en caso de querer borrar datos en un futuro sin miedo a que alguien los recupere y nos los robe.

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