La realidad sobre los radares COVID: así es cómo funcionan y cómo podrían mejorar

La aplicación “Radar COVID” es un fracaso. O lo es, matizando de justicia, en la actualidad, tras seis meses de uso. A mediados de enero, con 1,6 millones de infectados, solo había reportado 31.978. Es decir, el 2 % del total de casos reales. Un mes después, la suma reportada ascendía a poco menos de 50.000 casos.

Sabiendo que la aplicación cuenta con 7 millones de descargas, estas cifras no podrían ser más desalentadoras. Pero ¿qué ha pasado? ¿Cuál es el estatus actual de Radar COVID y cómo podría mejorarse de cara al futuro?

¿Qué es Radar COVID-19?

Radar COVID-19 es una aplicación oficial del Gobierno de España disponible tanto para Android como para iOS, un instalable de apenas 30 MB de peso. Ni es la primera incursión tecnológica en el control del COVID ni va a ser la última. En cierta medida, está sirviendo de programa piloto.

Desarrollada por Indra bajo las directrices de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial (SEDIA), la app se puso en circulación el pasado 14 de agosto en la isla canaria de La Gomera. Según un estudio publicado por Nature, hasta el 33 % de la población local la descargó y más del 95 % de los casos positivos fueron notificados.

Un éxito rotundo que nos dio esperanzas. Su implementación pasó después por Andalucía, pero los resultados, según los informes del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, comenzaron a fallar.

Una razón social… y tecnológica

¿Las razones? Varias. Fundamentalmente, debido a una implantación gradual que, más allá de servir para hacer un análisis regional, suspende la capacidad de imponer un modelo global. Pero hay dos factores clave a tener en cuenta.

El primero es de orden social: existen muchas reticencias a introducir datos, lo que bloquea la comunicación —de medio millón de casos en Andalucía, solo se introdujeron poco más de mil códigos—, pese a que desde el Gobierno insisten en que Radar COVID no recopila ningún dato personal, ni de geolocalización ni de correo electrónico o del propio teléfono.

La aplicación ni siquiera pide permisos —se basa en el protocolo descentralizado DP-3T— y dicha comunicación es voluntaria.

Lo que nos lleva a la segunda razón, de carácter tecnológica. Para que la app opere correctamente, debemos mantener activa permanentemente en nuestro smartphone la función de conexión Bluetooth. En caso de un positivo, debemos introducir el código que nos facilitan las autoridades sanitarias dentro de la app. Y listo.

La app, por cierto, solo opera con dispositivos Android 6.0 o superior y iOS 13.5 o superior, lo que excluye todo modelo Huawei, Honor, algunos Nokia y cualquier iPhone anterior al 6.

La recolección de datos es más eficaz en tanto cosecha más información. Es decir, para realizar una estimación en torno al 100 % veraz, necesitaríamos que el 100 % de la población registrase —y actualizase— su estatus de salud. Sin embargo, comunidades como Asturias ni siquiera reportan el 10 % del total. Extremadura, apenas el 0,7 %.

Pongamos algunos ejemplos en contraposición: en Reino Unido, el Gobierno del país mandó mensajes solicitando instalar la app con un enlace a la misma. En una semana, el radar del país había sido descargado más de 12 millones de veces. Y el control de la app no se lleva a cabo desde comunidades, sino que se “trackea” desde un sistema central.

Si hablamos de las aplicaciones desarrolladas por Gobiernos como el coreano o chino, los datos son aún más agresivos: el 85 % de la población urbana la usa de manera recurrente. En cambio, la alemana app Corona-Warn App también está resultando un fracaso total. Immuni, la opción italiana, ya ni siquiera se menciona en los medios: ha dejado de recibir soporte.

Cómo podría mejorar Radar COVID

El «detector de contacto cercano» chino no se valía únicamente de sus capacidades inherentes: los usuarios que descargaban la aplicación no solo la vinculaban a su dispositivo móvil, sino también a su ID (lo que entendemos en España por nuestro DNI). El registro se realizaba leyendo un código QR y podía vincularse a otras apps como Alipay y WeChat. ¿Imaginas sincronizar Radar COVID con Facebook, Twitter y nuestra cartera de PayPal? Pues lo mismo.

El resultado fue una vigilancia exhaustiva, si bien, consentida. A día de hoy esos datos siguen en posesión de la app, aunque a cambio se ha obtenido un control más amplio y a través de una metodología en apariencia más transparente. Algo que en España, a priori, parece imposible de emular.

¿Y en un futuro próximo? Tal vez ni siquiera sean necesarias apps de terceros ni radares temporales. Si las empresas aseguradoras ya tienen constancia de nuestro historial cardíaco, ¿podría el Ministerio de Salud contar con un mapa completo de nuestro estado? El pasado 26 de febrero, el blog del Instituto Tecnológico de Massachusetts, el prestigioso MIT, publicó un artículo adelantando una de las claves del futuro: la medicina hiperpersonalizada.

Este escenario plantea fármacos adaptados a nuestro ADN, un análisis exhaustivo de nuestro mapa genético con objetivos predictivos. Porque la mejor medicina es una buena prevención.

Una transformación a priori demasiado enérgica, cuando buena parte de la población ni siquiera conoce su grupo sanguíneo. Como fuere, parece que vamos encaminados justo hacia esa dirección, hacia la telemedicina a través del 5G.

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