Las VPN son una tecnología magnífica para la disidencia cuando el país en el que vives incumple de manera sistemática la Declaración Universal de Derechos Humanos y puntúa mal en el Índice de democracia de The Economist o la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras, entre otros atropellos.
Cuando la disidencia se vuelve una cuestión de mínimos
Aún existen países en los que se puede morir por cubrir una noticia, por no nacer heterosexual, por proteger la naturaleza o por criticar abiertamente a diferentes autoridades o empresas con poder. Son entornos en los que la disidencia se vuelve obligatoria para aquellos que esperan una mayor democracia, sostenibilidad y transparencia pública, entre otros factores.
En 2013 el mundo conoció a Edward Snowden cuando, siguiendo las directrices de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y de la Constitución de los Estados Unidos, denunció públicamente a la NSA, CIA y otras agencias por el espionaje masivo e industrializado al que sometían al pueblo, hasta entonces absolutamente ignorante. Lo hizo, en parte, ayudado por redes VPN.
¿Qué es una VPN y cómo ayuda a la disidencia?
Una VPN (Red Privada Virtual) permite crear una red virtual oculta dentro de una red física. Oculta, cifrada y con contraseña, este tipo de navegación no es invulnerable pero sí muy segura. Permite, además de conectarse a un servidor específico en el ámbito empresarial o hackear Netflix para ver el contenido de otros países, navegar con cierta seguridad justo bajo los pies de Gobiernos no democráticos.
Estas herramientas digitales han sido usadas para organizar protestas prodemocracia en muchos países, siendo una de las más conocidas la Primavera Árabe, de 2010 a 2012. Si bien se centraron en las redes sociales públicas y abiertas, en este caso, las redes privadas virtuales ayudaron a la coordinación de decenas de miles de jóvenes para exigir derechos sociales.
Los mayores resultados se vieron tras las caídas de los Gobiernos de Ben Ali en Túnez, Mubarak en Egipto, Saleh en Yemen y Gadafi en Libia, acompañados de notables cambios de Gobierno. Aunque los avances en materia de derechos humanos fueron exiguos, las redes privadas fueron y siguen siendo un importante baluarte para la disidencia.
Cuando los países bloquean las VPN
Países poco democráticos suelen ampararse en preceptos como páginas ilegales o la protección del software de origen nacional para prohibir las VPN, lo que en la práctica supone la prohibición de la privacidad en internet. Esto choca con el Artículo 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos:
“Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”
En Rusia, por ejemplo, está prohibido proporcionar servicios de VPN con el objetivo de que no se compartan mensajes contrarios al Gobierno. En los Emiratos Árabes Unidos, hay multas de hasta medio millón de dólares estadounidenses por usar una VPN. En Irán, hay una lista de VPNs aprobadas. En Iraq, hay fuertes restricciones al uso de internet, y se prohibieron las VPN (en principio para combatir a ISIS; en la práctica, para silenciar toda disidencia).
La lista de países que prohíben o desincentivan el uso de VPN o de la red TOR es larga. Aunque algunos terminales actuales ya incluyen redes privadas virtuales integradas en las opciones del dispositivo. Es el caso del Lenovo Legion Phone Duel. Al igual que la opción ‘Configuración de VPN’ de Windows, este permite configurar una conexión VPN fácilmente.
Represión digital contra la disidencia: cuando se cae la red
Siguiendo el ejemplo de Egipto en 2011, Iraq suspendió internet en 2019 para tratar de frenar la disidencia ciudadana en contra de una legislación considerada obsoleta y represiva. Como era de esperar, no salió del todo bien. En 2021, países como Birmania o Cuba han hecho lo propio con resultados similares, dando como resultado protestas menos contenidas.
Los disidentes usaban las VPN para comunicarse y, cuando estas redes cayeron con internet, salieron a la calle a demandar el encendido. Como puntualizó la activista nigeriana Nnenna Nwakanma, “el corte de Internet es la prueba de la incapacidad del Estado, es confesar que son incapaces de gestionar una situación”. Cortan las comunicaciones porque no pueden lidiar con la realidad.
En lugar de afrontar las decisiones de los ciudadanos, tratan de apagarlos. Sin duda, cercenar la represión digital y el corte de la red son soluciones parciales cuando el objetivo es erradicar las VPN, pero solo traslada los incidentes al plano físico.
Allí donde se suspende internet, aparecen manifestaciones civiles que demandan no solo conexión, también la falta de derechos que los obligó a usarlas. Las VPN son una herramienta interesante, pero con alternativas a menudo ajenas a toda tecnología. Y es que cuando la población se organiza contra la opresión…
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Imágenes | Sigmund, ILGA, Randy Fath