Un cadáver retornado del más allá que se alimenta de la sangre de los vivos para sobrevivir. Un ser mítico, originario del folclore eslavo, que ha llegado a nuestros días convertido en disfraz y serie de streaming. El vampiro. Su recuerdo aún pone la piel de gallina a más de uno. Un aura demoniaca con la que cargan los Desmodontinae, la familia de murciélagos que chupa sangre. Pero los vampiros reales no son tan terroríficos como podríamos pensar.
Un nuevo estudio publicado en la revista ‘Current Biology’ señala que los vampiros son mucho más que chupasangres y transmisores de enfermedades como la rabia. Son seres que crean vínculos sociales de por vida, amistades sólidas que cuidan a diario; y muestran un comportamiento altruista. De hecho, su estructura de relaciones sociales no se aleja mucho de la de sus primos (muy) lejanos: los simios.
Los vampiros son buena gente
El adjetivo gallego riquiño tiene una serie de significados oficiales y otros que no aparecen en el diccionario. Por un lado, se podría traducir por adorable, cuando nos referimos a un niño o una mascota, por ejemplo; y por salado o simpático. Pero también se usa para decir que alguien no es ni guapo ni feo. O más bien señalar que alguien es feo, pero ni es para tanto ni se quiere decirlo abiertamente.
Así pues, según las conclusiones del estudio dirigido por el departamento de evolución y ecología de la Ohio State University, los vampiros Desmodus rotundus pasan oficialmente a la categoría de riquiños. Muy guapos no son, pero son tan majos que su belleza deja de ser importante.
“En la cooperación animal es bastante común hacer algo de lo que dos individuos se benefician simultáneamente: vivamos juntos, cacemos juntos”, señala Gerald Carter, coautor del estudio y profesor de la universidad estadounidense. “Pero aquí [en el caso de los vampiros] existen ciertos riesgos […] Ayudar a otros individuos tiene un coste para ellos. Es un rasgo que la selección natural debería haber eliminado. Solo tendría sentido si los murciélagos tienen relaciones recíprocas a largo plazo”.
El altruismo vampírico
Dar y no recibir nada a cambio. La búsqueda del altruismo en el mundo animal nos ha dado varias sorpresas. Un comportamiento que creíamos exclusivamente humano no lo es tanto. De hecho, una de las primeras especies donde se encontró este rasgo fue en Desmodus rotundus. En 1988, en el paper ‘Reciprocal altruism in bats and other mammals’, Gerald S.Wilkinson, de la Universidad de Maryland, señalaba el caso más destacado de altruismo entre animales no primates.
Los vampiros, que pasan la mayor parte del tiempo en sus refugios oscuros, solo salen un par de horas al día a alimentarse. El éxito de estas salidas debe ser elevado si quieren mantenerse con vida. Si no comen, pueden morir de hambre en pocos días. Sin embargo, los más hambrientos suplican comida a sus compañeros de grupo y estos no muestran reparos en compartirla. Cada uno de los individuos que se ha alimentado con éxito regurgita una porción de alimento; y así el que ha fracasado logra sobrevivir algunos días más.
Claro, cuando las tornas cambian, el otrora hambriento no dudará en ayudar a quienes le echaron una mano en el pasado. Y sí, son capaces de recordar quién ha hecho qué. Los vampiros establecen vínculos fuertes, visitando con frecuencia a sus amigos más cercanos y acicalándose mutuamente. Ahora, los investigadores de la Ohio State University han podido comprobar hasta qué punto son sólidos esos vínculos.
La serendipia de la amistad
Los hallazgos publicados en ‘Current Biology’ empezaron con una casualidad. O, desde un punto científico, una serendipia. Todo empezó cuando Gerald Carter y Simon Ripperger, un investigador del Smithsonian Tropical Research Institute STRI, se encontraron de forma inesperada en Panamá. Carter estaba en un laboratorio en la selva, estudiando vampiros en cautividad. Ripperger se encontraba probando una nueva tecnología de seguimiento para monitorizar el comportamiento de los murciélagos.
Allí decidieron unir parte de sus investigaciones. Carter llevaba años estudiando el altruismo vampírico en cautividad. Así que cogieron a 23 vampiros cautivos, los equiparon con los sensores de Ripperger y los devolvieron a sus guaridas, donde colocaron los mismos sensores a otras 27 hembras salvajes. Los datos recopilados mostraron que los 23 que habían estado en cautividad mantenían una relación mucho más estrecha con aquellos con los que habían compartido laboratorio.
Es decir, los 23 amigos que habían estado cautivos compartían comida y tiempo y se acicalaban entre sí y no con el resto de vampiros en la colonia. “Los vampiros cooperan de forma similar a cómo los humanos u otros animales cooperan en sociedades complejas individualizadas”, añade Carter.
Sin embargo, los individuos más jóvenes no fueron aceptados con los brazos abiertos por la comunidad, al contrario que los de mayor edad. Los investigadores especulan con que, al haber nacido en cautividad, no habían aprendido todas las normas sociales, provocando el rechazo de los vampiros salvajes e, incluso, abandono y marginalidad social. Es decir, que los vampiros pueden ser tan riquiños como los primates y, claro, los humanos.
Imágenes | Unsplash/Todd Cravens, Clément Falize, Tine Ivani?, Ohio State University