La energía solar es más potente y barata que nunca. Ahora queremos ver resultados

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Si has seguido la actualidad de la última década te habrás dado de bruces con una realidad interesante: la energía solar es más barata que nunca. Donde antes se hablaba de extensiones de terreno millonarias, hoy se habla de roll-ups como persianas que acumulan energía a unos costes mínimos históricos.

La energía solar va camino de convertirse en un boom global. A principios de siglo la producción estaba próxima en los 4 euros por vatio. Hoy día ha alcanzando los 0,40 céntimos de euros.

Si hasta 2010, los costes de producción en Japón se habían reducido en un 80%, con un precio de kilovatio por hora a 30 yenes (0,29 dólares americanos) —según los reportes anuales del Instituto Fraunhofer de Alemania—, en la actualidad la tasa se ha reducido hasta unos ridículos 15 yenes. En México la demanda es tal que se mantiene en unos “elevados” 3,5 centavos. En Chile el kWh está a 2,91 centavos. Récords históricos.

Las claves son varias: procesos de fabricación a bajo coste; utilizar paneles de silicio policristalino con plástico en vez de cristal como componente base; incluir una cantidad ínfima de plata y mejorar los conductores; o hacer los paneles cada vez más finos. Pero frente a esta sensación de crecimiento imparable, en España el progreso se ha ido deteniendo paulatinamente.

 

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Un horizonte termosolar

Antes de continuar, conviene marcar un par de pautas. No hay que confundir la CPV (energía solar fotovoltaica de concentración), donde una serie de lentes concentran radiación solar en células para generar electricidad, con la CSP (energía termosolar de concentración), donde las lentes concentran los rayos solares sobre una pequeña superficie para aprovechar la energía solar térmica.

La luz concentrada se convierte en calor y ésta, impulsada por un motor de turbina de vapor, genera electricidad. Si bien el primer modelo es el más popular, desde mediados de 2007 el segundo convive con él y en algunos países lo empieza a arrinconar. En cualquier caso, ambos utilizan sólo una parte de la longitud de onda del espectro solar.

Esta es una de las principales razones por las que en España, país de sol y calor, ha ido reduciendo la cantidad de paneles fotovoltaicos instalados. Si de 2007 a 2008 pasamos de los 620 a los 2.300 MW, de 2015 a 2016 incluso hemos descendido, de los 6.970 a los 6.960 MW. La crisis financiera tampoco ha ayudado. Si bien la energía fotovoltaica está supeditada a las horas de luz, la termosolar no deja de producir mientras quede un remanente calorífico. Y ya produce el 5% de la energía que consumimos en el país.

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¿Por qué debemos creer en la energía solar?

El combustible fósil vive un perpetuo encarecimiento. Para extraerlo y producirlo hace falta gastar energía. De su combustión obtenemos residuos, algunos reciclables. El principal escollo que encontramos con los combustibles fósiles está en su incapacidad de regenerarse. Día tras día son una fuente que va agotándose hasta quedar seca. El sol, bueno, esperemos que siga ahí arriba en el cielo por muchos siglos.

Además, como decíamos al principio, los costes han tocado mínimos históricos. En los Emiratos Árabes, la fase II de parque solar de Mohammed bin Rashid Al Maktoum ha comenzado con una producción a 5,84 centavos por kWh —un verdadero logro respecto a su región geográfica—. Prevén una reducción de aproximadamente 6,5 toneladas de carbono anuales, el equivalente a retirar 1.600 automóviles de la carretera al año, con la meta de producir suficiente energía para alimentar 30.000 hogares.

Pero esta es una de tantas anécdotas. Sin el apoyo gubernamental incondicional, solo tendremos logros puntuales como el Aeropuerto Internacional de Cochin, India, kilómetros de asfalto solar en Francia, o hitos como ese momento donde las Eléctricas pierdan dinero por tener las máquinas encendidas, que literalmente estén pagando porque los ciudadanos consuman energía. El futuro pasa irremediablemente por las renovables y ya va siendo hora de que nos demos cuenta.

El impacto medioambiental que hemos dejado es terrible, difícil de erradicar.

Sí, desde que existe IRENA, las renovables son cinco veces más fuertes, pero en EE.UU, país líder por consumo, apenas copan un 10%, que podríamos dividir en: 50% biomasa, 25% hidroeléctrica y 25% restante entre solar, geotérmica, eólica y termosolar. Tenemos en nuestra mano aquel sueño de «energía barata, verde y de alta eficiencia en relación coste-rentabilidad»; ahora sólo queda cumplirlo.

Qué dicen los expertos

Un insider como es el investigador Ramez Naam insistía en que sus estimaciones de 2015 fueron vapuleadas al año siguiente. Ya no es que el kWh fotovoltaico sea más barato que el de gas natural, sino que es mucho más rentable producirlo y que, además, no estamos explotando ningún bioma ni destruyendo elementos ambientales.

Si el autoconsumo privado hace ya tiempo que alcanzó el umbral de la rentabilidad, pese a esa larga cadena jerárquica de agotadoras leyes, anexos y puntos aparte que sólo traban el progreso ¿qué no podrán lograr grandes inversionistas a medio plazo? Pero eso no significa que la energía vaya a ser gratuita, ni mucho menos.

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Desde el MIT publicaron un interesante estudio multidisciplinar que podríamos resumir en los siguientes puntos de debate:

  • Este cambio depende en gran medida de las políticas públicas, y más en países donde la energía está totalmente privatizada y depende de la importación.
  • Es un factor determinante en la ecuación del cambio climático, ya que el principal enemigo de la dependencia del petróleo y derivados está en la importación-exportación, lo que crea grandes desequilibrios económicos en los países con peores redes de distribución.
  • Puede llevar electricidad a países en vías de desarrollo, gracias a la escalabilidad de los proyectos.
  • No debe verse la energía generada de la luz solar como fin, sino como medio. Se puede transformar la luz del sol en biocombustible o usarse para redes de comunicaciones (telefonía móvil). Es decir, podemos esperar de ella tanto como queramos apostar.

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Según Fortune, las estimaciones a gran escala dicen que para 2040 el precio podría caer hasta los tres centavos de dólar por kilovatio/hora, y a dos centavos en 2050. No obstante, una cosa es lo que cuesta a las empresas producirla y otra la venta: estimar el precio de la energía eléctrica es muy complejo, además de la propia producción se depende de la distribución, demanda, almacenamiento, impuestos, etcétera.

Qué podría cambiar la energía solar

Y ya no hablemos sólo de dinero o promesas de futuro: la energía solar propone soluciones reales e inmediatas. Allá van algunas de sus ventajas:

  • Fachadas de edificios en núcleos urbanos que son placas fotovoltaicas, para que el consumo eléctrico del mismo sea autogenerado y no incremente el gasto público, desde las cámaras de seguridad a la máquina de café. La Pearl River Tower es uno de muchos ejemplos.
  • Calentadores, cercos eléctricos y sistemas automáticos para ganadería. En muchas granjas industriales se utilizan generadores de gasoil. Este invasivo exceso de ruido ambiental empeora gravemente la salud de los animales. Con placas fotovoltaicas el problema desaparece.

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  • Industria juguetera. Juguetes donde parte de su recubrimiento exterior sea su propio generador de electricidad. Como las calculadoras o pesas de cocina, nunca agotan su energía, son más seguros y reducen drásticamente la huella medioambiental que sí dejan las baterías galvánicas tradicionales, donde una sola, basada fundamentalmente en cinc, dióxido de manganeso y óxido de hierro (o carbón), pueden llegar a contaminar hasta 3.000-3.500 litros de agua.
  • Bombas de agua potable, balizas, depuradoras o sistemas de desalinización. Allá donde la industria eléctrica tradicional no llega por estricta necesidad de infraestructura, las placas fotovoltaicas pueden solucionar esas necesidades de consumo.
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