sarcófago de chernóbil

Energía solar a los pies del sarcófago de Chernóbil

En el norte de Ucrania, cerca de la frontera con Bielorrusia, hay un agujero negro. Marcado con líneas rojas en los mapas, a orillas del río Prípiat, se encuentra un terreno prohibido. A 30 kilómetros a la redonda de la zona cero de uno de los mayores accidentes nucleares de la historia el acceso está restringido. En Chernóbil, sin embargo, ha vuelto a florecer la vida. Y, ahora, se propaga también el cambio en el modelo energético.

Cronología de la reconversión de un desastre

El 25 de enero de 1986 empezó a desencadenarse el desastre en la central de nuclear de Chernóbil. Lo que tenían que ser unas pruebas para aumentar la seguridad de la central, terminaron el 26 de enero en una gran explosión, una alarma internacional por radiactividad en buena parte de Europa y la evacuación inmediata de 116.000 personas. Las imágenes, a día de hoy, todavía son impactantes.

Tras el accidente de Chernóbil, que marcaría un antes y un después en la imagen de la energía nuclear entre la población, se inició el proceso masivo de descontaminación en los alrededores de la central. Se aisló un área de 30 km de radio alrededor de los reactores, conocida como la zona de alienación, que se mantiene a día de hoy, 32 años después del desastre.

sarcófago de chernóbil

Una de las partes más importantes del proyecto de contención de la contaminación fue la construcción de un sarcófago con el que aislar el foco de la radiactividad del exterior. El primero se construyó inmediatamente después. Tras sucesivas reparaciones y refuerzos, en 2016 se levantó el nuevo sarcófago de Chernóbil, una estrcutura móvil de 110 metros de alto y más de 30.000 toneladas de peso. A sus pies, Ucrania quiere volver a generar su energía, pero sin rastro de uranio.

Una granja solar para el futuro

Antes del accidente, los cuatro reactores de Chernóbil generaban 1000 MW de electricidad cada uno. El futuro energético de la zona avanza más despacio, pero el objetivo del gobierno de Ucrania es construir una gran granja solar que genere, en conjunto, algo más de 100 MW. Sí, es mucho menos de lo que un día generó la central nuclear a pleno rendimiento, pero su riesgo también es infinitamente menor. No es una mala salida para una zona en la que nadie podrá asentarse a vivir en los próximos 24.000 años.

De momento, la primera parte de esa granja solar, una instalación capaz de producir 1 MW, está a punto de ser inaugurada. Esta potencia, aseguran desde el proyecto Solar Chernobyl, desarrollado por la empresa local Rodina Energy Group y la alemana Enerparc Ages, es suficiente para cubrir las necesidades de 2.000 hogares. En el futuro, cuando la infraestructura solar esté completa, se podrán alimentar algo más de 200.000 casas.

La granja solar de Chernóbil es solo una parte de la estrategia de Ucrania para apostar por la producción propia y así reducir su dependencia de la energía y el gas procedentes de Rusia. Dentro de este plan, el país ya instaló en 2017 plantas solares capaces de generar 568 MW. Además, también el año pasado, Bielorrusia construyó una planta solar que genera 4,2MW en la zona contaminada tras el accidente.

sarcófago de chernóbil

Ventajas y desventajas de trabajar en Chernóbil

Construir una planta solar en la zona en la que antes se asentaba la central tiene muchas complicaciones, pero también algunas ventajas, como que la infraestructura de transporte eléctrico de la central puede ser reutilizada. Dado que Chernóbil era la mayor infraestructura de producción eléctrica de la zona, las líneas de alta tensión están conectadas con todas las grandes ciudades de Ucrania.

Por otro lado, el área en los alrededores de la central nuclear todavía está muy contaminada. De hecho, la mayor parte de las restricciones sobre su uso se mantienen. Por ejemplo, el acceso de personal humano es reducido y controlado, y está prohibido excavar en el terreno.  Así, los paneles solares de la nueva infraestructura no están asentados en el suelo, sino sobre unos pesados pies de hormigón.

Además, los trabajos en la zona se tienen que llevar a cabo de forma extremadamente segura. La mayor parte de la llamada zona de alienación es, hoy por hoy, un bosque frondoso de pinos al que la fauna salvaje, poco consciente de los riesgos, ha regresado. Un incendio en este bosque, como el ocurrido en 1992, liberaría una nube de humo con partículas radioactivas que contaminaría el terreno más allá de la línea de la zona restringida. Por lo que todas las precauciones son pocas.

Riesgos y oportunidades aparte, lo que se construye a un centenar de metros del epicentro de uno de los mayores accidentes nucleares de la historia (solo comparable al de Fukushima, en Japón, en 2011) es también un símbolo de la transición energética que intenta desarrollar Europa. Es, también, una metáfora de futuro para un terreno condenado por una prueba de seguridad que no salió como se esperaba. En su horizonte, al menos durante el próximo siglo, el sarcófago de Chernóbil se encargará de recordarlo.

Imágenes: Wikimedia Commons, Pixabay

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