La impresión 3D que cambió la vida de niños y estudiantes y humanizó la tecnología

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“Las prótesis las entregamos gratis, pero recibimos mucho, tanto a nivel emocional como de valores”. Carlos Lizarbe de Luis, jefe del Departamento de Electrónica y profesor y responsable del proyecto Ikaslab del Instituto de Formación Profesional Don Bosco, resume en una frase todo lo que implica el proyecto Enabling the future en el que colaboran y por el que han protagonizado muchos titulares tras haber entregado a Unai, un niño de 3 años, su mano biónica.

El origen, en la impresión 3D

Carlos Lizarbe de Luis explica que desde hace tiempo en el Instituto Don Bosco, y más concretamente en el departamento de informática y electrónica, están trabajando con las impresoras 3D. “La primera la compramos en 2012, hace 4 años. Fue un descubrimiento ver cómo los alumnos la utilizaban, cómo desarrollaban su creatividad con ellas. Vimos que ahí teníamos un campo muy interesante por explotar, así que empezamos a trabajar con ellas y a comprar más”.

Aunque él mismo reconoce que, de entrada, pueda parecer que en una materia como la electrónica no tiene mucha utilidad una impresora 3D, explica que los alumnos no dejaban de imprimir cualquier cosa para cualquier proyecto.

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En ese contexto, el centro empieza a experimentar con robots imprimibles y otras cosas. Es entonces cuando los responsables de este proyecto deciden dar un paso más. “Una forma de meter aún más el gusanillo a los alumnos podía ser por esta vía: el hacer algo solidario que pudiera servir a la sociedad”. Algo que también servía al departamento para ligar la tecnología con con la sociedad y con otro tipo de valores más humanos. “Parece que la tecnología siempre es muy deshumanizada, o eso es al menos lo que piensa la mayoría de la gente”, reflexiona el profesor, alegando que su objetivo era demostrar todo lo contrario.

Una tecnología más humana y humanitaria

Tras investigar, los responsables conocen la existencia de un proyecto a nivel internacional, al que se le empezó a seguir la pista desde que surgió, siendo observadores de primera fila del desarrollo que ha tenido.

Hablamos de Robot hand. “Eran unas prótesis muy primitivas, muy poco funcionales y feas pero que fueron muy importantes porque era la primera vez que se vio que se podía hacer algo de bajo coste con estas impresoras 3D y que podía ser útil”, explica el profesor.

En junio de 2014, este instituto Don Bosco celebra unas jornadas de makers, con las que se quería reunir a los usuarios de impresoras 3D para demostrar cómo se podían fabricar estas manos. Aunque Carlos Lizarbe de Luis lo recuerda como un acto más testimonial, sentó las bases del proyecto futuro, ligado a Enabling the future.

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Un futuro más inclusivo

Bajo este proyecto se reúne una comunidad mundial formada por diferentes tipos de colaboradores: los diseñadores que son capaces de idear prótesis o de mejorar las que ya estaban; los makers, los que tenían impresoras estaban dispuestos a construir prótesis para la gente que los necesitaba; y, por último, este colectivo de gente que necesita las prótesis.

Don Bosco decidió apuntarse al segundo grupo y con un público muy definido: los niños. “Su cuerpo está creciendo constantemente y cada poco tiempo necesitan unas prótesis nuevas, lo que hace que no sea sostenible económicamente para muchas familias, puesto que las prótesis suelen ser caras. En ese contexto vimos que teníamos también algo que aportar y algo que a los alumnos también les podía ser muy útil en muchos sentidos. Así que nos hicimos voluntarios del proyecto en el curso pasado”.

Cabe señalar, además, que los alumnos (cerca de una docena) y profesores que están inmersos en este proyecto son voluntarios y realizan esta labor fuera de su horario curricular. Aunque durante las horas lectivas de las mañanas también se utilizan mucho las impresoras 3D, quienes trabajan en este proyecto acuden por las tardes para hacer esta labor.

https://www.youtube.com/watch?v=2HJY3HILFqU

“Nos inscribimos en la web como voluntarios y al poco tiempo nos llegaron un par de peticiones de México de dos personas que necesitaban prótesis”, relata Carlos Lizarbe de Luis. Tras esta primera experiencia muy positiva, en octubre de 2015 llegaron otras dos peticiones. “Nos enviaron desde México un vídeo y lo enlazamos a nuestra página web, en Facebook y en Twitter”, lo que permitió que otras familias se enterasen de que el instituto Don Bosco hacía están cosas. Una de las familias que se puso en contacto era la de Unai, residente en Zaragoza.

El profesor recuerda cómo acudieron a la Bilbao Makers Fair, a la que también fue la familia de Unai aprovechando que tenían familiares en Bilbao. “Se presentaron en Bilbao para ver si les podíamos hacer el brazo. Hasta entonces sólo habíamos hecho manos, por lo que proyecto nos planteaba nuevos retos”. Algo que no echó para atrás al grupo, que al cabo de 2 meses conseguía construir el brazo. “Aprovechando que venían a ver a visitar a unos familiares en carnavales, vinieron a conocernos e hicimos la entrega oficial del brazo”.

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Difundir todos los casos

Aunque el de Unai ha sido el más mediático, no es el único proyecto de este instituto. “La idea siempre ha sido difundir el proyecto, porque así llegamos a más gente. Siempre les pedimos colaboración para que otras familias se enteren de lo que hacemos y podamos ayudarles”.

Algo que se está logrando ya que, tal y como explica Carlos Lizarbe de Luis, “ha sido terminar este proyecto y ha llamado muchísima gente al centro. Tenemos muchas peticiones”, algunas de las cuales se desvían a otros tres centros con los que colabora Don Bosco (concretamente uno de Granada, otro de Orihuela en Alicante y otro de Zumárraga). De aquí a que acabe el curso, este centro va a construir curso otras dos manos. “Es lo que nos da nuestra capacidad. Los chavales también tienen que seguir su marcha normal del curso y no queremos que esto les impida desarrollar su formación”.

Para este profesor, una de las satisfacciones es ver cómo muchas familias afectadas desconocían que pudiera existir esta posibilidad. “Les hemos abierto una puerta a la esperanza”.

Modelos libres en la web

El profesor explica que todos los planos están disponibles de manera gratuita y libre en la web, de manera que todo aquel que quiera se puede construir con una impresora 3D uno de estos modelos. Y ése es otro de los grandes objetivos de este proyecto.

Pretendemos animar a todas las familias a comprarse una impresora 3D para que empiecen a trastear con ella. Lo ideal sería que ellos hicieran sus propias prótesis y fueran autosuficientes. Es algo completamente factible. Si nosotros somos capaces de hacerlo, ellos también”, sentencia Carlos Lizarbe de Luis.

Además, Don Bosco imparte cursos de formación en impresión 3D. “Animamos a todos a que hagan estos cursos, independientemente de que nosotros podamos hacer la primera de las prótesis. Pero lo importante es que se metan en este mundillo y aprendan a imprimir, porque les va a venir muy bien”.

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Mucho más que formación técnica

Aunque es indudable que los alumnos aprenden cosas teóricas y prácticas en este curso de formación profesional, este proyecto les ofrece también muchas otras enseñanzas. “Les da motivación para aprender mejor la tecnología (algo que les va a venir bien en el mundo laboral) pero también les forma en valores humanos, de solidaridad. Conoces a las personas a las que les estamos haciendo las manos y se genera un vínculo inolvidable”, relata el profesor que está seguro de que sus alumnos nunca olvidarán lo que están haciendo.

Para este profesor, es mucho todo lo que se recibe de este proyecto. “Las prótesis las entregamos gratis, pero recibimos mucho tanto a nivel emocional como de valores. Es muy enriquecedor y tiene un reconocimiento social para los alumnos”, a quienes incluso les invitan a dar conferencias. Esto, además, les permite trabajar la formación en comunicación. “Se desenvuelve muy bien porque conocen el tema, lo que les da un reconocimiento a la labor que están haciendo”.

La pregunta es evidente. ¿Quién se emociona más cuando se hace una entrega de una prótesis? “Todos”, resume el profesor. “Ver a un niño sonreír después de haber estado trabajando varios meses es muy emocionante para todos”.

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¿Cuál es el siguiente reto que se plantean? “El reto sería poder satisfacer todas las peticiones que llegan. De momento lo estamos consiguiendo, pero es verdad que hay gente que llama con otro tipo de peticiones, como pies y piernas, pero no hay ningún ingeniero que haya diseñado una pierna y la haya liberado”, relata Carlos Lizarbe de Luis para subrayar que ellos no diseñan las prótesis (“no somos ingenieros ni diseñadores”), sino que simplemente descargan los planos y, “como mucho”, adaptan las medidas y las imprimen.

Sin embargo, y aunque este otro tipo de necesidades de momento no se pueden atender, Carlos Lizarbe de Luis se muestra confiado en que, en un futuro no muy lejano, sí será posible. “Yo solo no puedo hacer nada, pero si tengo alumnos voluntarios que quieren seguir con este proyecto, no tengo ningún problema en seguir adelante con él”.

Por último, cabe señalar que Don Bosco fue uno de los primeros centros de formación profesional básica con laboratorios de impresoras 3D, dentro del proyecto Ikaslab, una red de 16 laboratorios de impresión 3D situados estratégicamente en diversas comarcas para que cada centro de servicio a la comarca con las posibilidades del mundo de la impresión 3D.

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