La Vía Láctea tiene una fábrica de agua. Está situada a 1.344 años luz de nuestro planeta. Un poco más al sur del cinturón de Orión. Allí, cada día se crea el agua suficiente como para llenar los océanos de la Tierra 60 veces. Un ritmo de producción que la NASA cree se ha mantenido desde el origen de los tiempos. Y de esa fábrica, más conocida como nebulosa de Orión, el agua podría haber llegado a todos los rincones de la galaxia.
Hace tiempo que descubrimos que el agua no era exclusiva de nuestro planeta. A medida que mejora la tecnología y avanza la ciencia descubrimos más rastros de la presencia de H2O en otros cuerpos celestes, muchos de ellos de nuestro mismo sistema planetario. Así son los mares del sistema solar.
Plutón: el último en llegar
Cuando la sonda espacial New Horizons partió de la Tierra hace 13 años, apenas sabíamos nada del agua en el sistema solar. Muchos menos conocíamos la existencia de un océano subterráneo en el lejano Plutón. A pesar de los menos 228 grados centígrados que reinan en su superficie, varios estudios han confirmado la presencia de agua líquida en su superficie. El último, en base a imágenes y datos recabados por la New Horizons y elaborado por el Centro de Investigación Ames de la NASA, señala la presencia de moléculas orgánicas complejas, como aminoácidos, en esos mares y la presencia de amoniaco en el hielo de su superficie.
Las potentes mareas de Europa
Las lunas de Júpiter tienen mucho que decir en materia de agua líquida. Y eso que allí también hace mucho frío. En Europa, con sus 160 grados negativos, la superficie es puro hielo. Pero los científicos creen que bajo esa capa se encuentra un océano salado que podría contener el doble de agua que los de la Tierra (aunque la luna es cuatro veces más pequeña).
El encargado de mantener el agua líquida es Júpiter. Las fuertes mareas que genera el gigante gaseoso en Europa aumentan la temperatura del agua subterránea por lo que se conoce como calentamiento de marea o calentamiento por la fricción de las mareas. En 2014 y en 2016, el telescopio Hubble observó de forma directa lo que parecen ser erupciones de agua hacia la superficie. La misión Clipper (cuyo lanzamiento está previsto en 2020) nos sacará de dudas.
Y, muy cerca, los océanos de Ganimedes y Calisto
Los satélites de Júpiter esconden más secretos. Ganímedes es la luna más grande del sistema solar, un poco menos de la mitad de la Tierra. Y es la única luna conocida son su propio campo magnético. Esto es clave, ya que la protege frente a la radiación solar. Los primeros signos de hielo se encontraron en el año 2004. Los últimos estudios han señalado la presencia de un océano líquido de hasta 100 kilómetros de profundidad (10 veces más que el punto más profundo de los océanos terrestres).
De hecho, de parecerse a alguno, la gran masa salada de agua de la Tierra se parecería al océano de Calisto, otra de las lunas de Júpiter. De hecho, los primeros indicios de la existencia de agua salada en este satélite datan de 1998. Eso sí, para llegar a este océano habría que atravesar una capa de hielo de unos 200 kilómetros de espesor.
Titán y sus mares superficiales de metano
Mientras el agua brilla por su ausencia en los grandes planetas del sistema solar, la molécula de hidrógeno y oxígeno parece más habitual en sus satélites. Titán, la luna más grande de Saturno, es un mundo extraño. Pero con probabilidades de albergar vida, según la NASA. Tiene mares en superficie líquidos, pero están formados mayoritariamente por metano con trozos de hielo (de agua) flotantes. En su subsuelo, eso sí, yace un gigantesco océano de enorme salinidad (como el mar Muerto).
Los géiseres kilométricos de Encélado
Encélado es un recién llegado a las quinielas para la vida extraterrestre. Pero parece que cada vez acumula más décimos. La luna de Saturno, completamente helada, es el cuerpo celeste más blanco del sistema solar y cuenta con un océano subterráneo bajo todo su polo sur. No solo eso, sino que el pH, la salinidad y la temperatura de este son parecidos a los de los mares terrestres. ¿Y cómo se sabe? Pues por los datos obtenidos por la sonda Cassini de los enormes géiseres de vapor de agua que emanan desde el subsuelo y formados, entre otros elementos, por hidrógeno molecular.
Océanos perdidos y agua errante
Otros satélites como Mimas (Saturno) y Tritón (Neptuno) también podrían tener importantes cantidades de agua bajo su superficie, aunque todavía faltan datos para confirmarlo. Donde no se ha encontrado agua líquida en superficie, al menos de momento, es en ningún planeta más allá de la Tierra y las emanaciones esporádicas de Plutón y Marte. Sin embargo, esto no siempre ha sido así.
Marte fue, una vez, un planeta muy parecido a la Tierra. Hoy solo quedan restos de la presencia de agua líquida de forma permanente en su superficie (aunque sigue manando de forma intermitente). Según la NASA, el planeta rojo ha perdido un 87% de su agua desde que se quedó sin su campo magnético y, como consecuencia, sin su atmósfera protectora. Hoy es un mundo reseco con algo de hielo.
Hasta hace unos 2.000 millones de años, Venus también tenía océanos de agua. Pero hoy está lejos de ser un lugar acogedor para la vida. Su densa atmósfera de CO2 genera un potentísimo efecto invernadero que ha elevado la temperatura en superficie a una media de 462 grados. Con ese calor, la práctica totalidad del agua de Venus se ha evaporado.
Entre la fábrica de agua de Orión y los planetas y satélites hay, claro, un sistema de paquetería. Una red logística de agua errante. Y es que los cuerpos celestes con mayor proporción de agua son los cometas. No es que conecten la lejana nebulosa con la Tierra de forma directa, pero la ciencia cree que esconden la clave para sabre cómo llegó el agua a nuestro planeta en primer lugar.
Imágenes | NASA/Cassini-Huygens, JPL-Caltech, JPL/University of Arizona