Todavía no está claro si el ser humano piensa porque tiene manos o tiene manos porque piensa, aunque es probable que ambos hechos se retroalimentasen hace cientos de miles de años mientras evolucionábamos a lo que somos. La elegancia de nuestras manos nos ha permitido un nivel de tecnología nunca visto.
Sin embargo, hemos llegado a un nivel de desarrollo en el que nuestras capacidades animales se quedan cortas frente a las de las máquinas. Ellas tienen mejor pulso, aguante físico, resistencia y capacidad de distinguir tejidos que nosotros, y por eso los robots nos ayudarán a operar.
Los robots llevan ayudándonos a operar desde hace años
Dentro de la ciencia ficción hemos visto cómo los robots nos operan de forma totalmente autónoma (Rama, Arthur C. Clarke; Olympo, Dan Simmons; Prometheus, Ridley Scott). Sin embargo, no es necesario ir a libros y películas futuristas para encontrar ejemplos en todos los quirófanos.
Uno de los más conocidos y usados es la máquina de circulación extracorpórea (o de derivación cardiopulmonar), que sirve como corazón en operaciones a corazón abierto en las que es necesario detener este órgano.
Otro ejemplo lo vemos en el robot Da Vinci, robot de obligada mención debido a su tecnología. Se trata de un robot de asistencia cuyos cuatro brazos mecánicos un médico (o equipo de médicos) controla desde un panel de mandos.
A finales de 2016 llevaba más de tres millones de operaciones desde que el mundo le conoció en el año 2000, y cuenta con demasiadas ventajas frente a los humanos como para que no se convierta en un estándar en el futuro.
Los robots tienen mejor pulso que los humanos
Esas mismas manos que nos granjearon nuestro nivel tecnológico hoy día se han quedado muy atrás con respecto a las máquinas, y la característica más visible es el pulso.
Incluso una persona con nervios de acero (metafóricos, se entiende) tendrá un pulso mucho peor y más agitado que un robot bien construido y afinado.
Esto es clave en quirófano, donde el más mínimo temblor quizá no ocasione un daño permanente al paciente, pero sí una leve lesión que haga que su recuperación se alargue horas, días o semanas.
Por ejemplo, el robot Da Vinci tiene un pulso tan bueno que los pacientes pueden irse a casa con un par de noches de hospitalización en lugar de una semana. Solo por el coste económico y la calidad de vida del paciente merece la pena un pulso más ajustado.
Este, además, no depende del estado del médico ni de su edad, sino del estado de conservación y mantenimiento de la máquina, algo mucho más fácil de conseguir.
Los robots distinguen los tejidos mucho mejor que nosotros
Saber qué estamos viendo no es fácil cuando nos encontramos en un quirófano. Si alguno de los lectores es asiduo a programas como Cuerpos Embarazosos, Extreme makeover o Botched saben que muchas veces la pantalla ha de congelarse y, sobre esta, dibujarse los distintos elementos físicos para que los espectadores sepan distinguir las imágenes.
Aunque los médicos disponen de una formación mucho más elevada que el grueso de los mortales a la hora de distinguir entre músculos, órganos, tendones, etc, lo cierto es que en numerosas ocasiones han de tantear y esperar a ver cómo se comporta el tejido, limpiarlo e incluso arriesgarse.
A principios de este año se hizo viral la noticia del redescubrimiento del mesenterio, el nuevo órgano que encontramos en nuestro vientre y que ha sido ignorado durante casi 500 años. Los médicos lo habían tratado como un repliegue de tejido cuando en realidad es un órgano. No es fácil tratar con tejidos.
Por eso es importante que los robots de quirófano nos ayuden a «diferenciar muy bien los tejidos», como comenta el urólogo y oncólogo Jorge Forero. Esto hace las operaciones más seguras, rápidas y la recuperación del paciente más corta.
El robot aguantará días de operación ininterrumpida
Uno de los mayores problemas a la hora de operar es el factor humano. Inclusive a través de un robot-puente como Da Vinci, tendemos a cansarnos a las pocas horas de comenzar la operación. Esto hace que varios médicos tengan que turnarse para operaciones largas, o que se de pie a errores por agotamiento.
Para retirar a los médicos de los quirófanos, en 2005 la DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa) realizó un encargo a la SRI (la empresa que en 1995 había diseñado el Da Vinci) con una misión muy tangible: que el único humano del quirófano fuese el paciente. ¿El objetivo? Eliminar el error humano durante las operaciones.
En 2009, un equipo liderado por el español Pablo García diseñaba el Trauma Pod (TP), una cápsula médica cuyo objetivo era estabilizar al paciente e incluso realizar operaciones de urgencia de manera autónomo o en modo operación a distancia. Ese mismo año el proyecto se llevó a la realidad:
Si nos recuerda a la mencionada vaina de Prometheus es porque el director se inspiró en este proyecto de medicina militar estadounidense para su película.
Aunque la tecnología es en parte secreta y no se ha comercializado, el TP ha supuesto un punto de inflexión de los quirófanos. Se ha convertido en el mínimo al que la tecnología médica en hospitales debe llegar en pocas décadas, y ha acelerado el avance en investigación.
El siguiente paso es enseñar a los robots a operar por nosotros como ya hemos enseñado a las IA a detectar tumores mejor que nosotros mismos. Esto sin duda desplazará muchos puestos de trabajo especializados, ya que una vez que una cápsula médica pueda suplir a un cirujano este dejará de hacer falta.
Si en el año 2000 el Da Vinci era el robot más futurista posible, hoy día nos imaginamos un futuro en el que los hospitales, en lugar de médicos, disponen de un equipo de ingenieros con conocimientos básicos de medicina para poner a punto a nuestros cirujanos mecánicos.
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