Desde hace un par de años en España (y un par de años más en Centroeuropa) un pensamiento verde se está abriendo paso en las conciencias de los ciudadanos, expresable en forma de neura. Nos hemos vuelto un poco neuróticos y obsesivos con el bajo consumo energético.
Y es algo maravilloso que estemos al tanto de qué bombilla consume menos, o qué televisor tiene un mejor funcionamiento en modo de espera. Si hace veinte años fue noticia el que observásemos con detenimiento cuantas calorias había en el yogur, ahora las mismas personas sostenemos en mitad de un pasillo dos bombillas y nos cuestionamos ¿cuál se comportará mejor una vez apagada?
¿Qué es el consumo fantasma?
Mucho se ha dicho sobre este ladrón invisible, incluido bulos y verdades. El consumo fantasma no es sino el que se produce cuando los dispositivos están aparentemente apagados pero conectados a la red eléctrica. Y esto no ocurre con todos los productos. Dicho de otro modo: no todo posee un consumo fantasma. Imaginemos el circuito de una bombilla:
Cómo funciona un interruptor de la luz. Fuente: M. de Vicente
Cuando abrimos la llave de la luz dejamos pasar millones de electrones que hacen que se ilumine la bombilla. Si cerramos la llave interrumpimos el flujo de energía, y no hay gasto de ningún tipo. Esto ocurre generalmente con la iluminación de pared, aquella que cuelga del techo o está empotrada en la pared. Pero desde hace unos años tendemos a colocar la luminaria en enchufes, así como otras cargas previas.
Estas luces utilizan transformadores que bajan el voltaje de la corriente eléctrica. Y aunque la luz esté apagada y el circuito o devanado secundario no demande electricidad (ver dibujo más bajo), el devanado primario (enchufado a la red eléctrica) tiene un gasto propio por la resistencia del transformador. Está consumiendo de forma permanente.
Esquema de un transformador. Vía: Wikipedia
En otras palabras, consume por el mero hecho de estar enchufada a la corriente. La lámpara, el microondas, la televisión… cualquier objeto que requiera de un transformador, sin llegar a hablar de los chips de control, drivers de ledes, que suponen un gasto añadido.
Pongamos el ejemplo de una lámpara led de 12 W frente a una bombilla de incandescencia de 57 W. Encendidas, el led consume un 85% menos que la bombilla, pero apagadas esta última no consume. Es porque no tiene que transformar los 230V mediante drivers que además conviertan la electricidad alterna a continua.
Esto ocurre con todos los ledes. No solo los de iluminación, sino también los informativos (televisión en espera, router recibiendo señal…). Y a esto hay que sumar el consumo de los chips de control que trabajan constantemente midiendo variables, como el reloj interno del microondas o la potencia de salida que tiene que dar un cargador de móvil.
El consumo fantasma doméstico, y lo que implica
Lo cierto es que la mayoría de los hogares gastamos unos 100 euros al año con el consumo fantasma. O lo que es lo mismo: en absolutamente nada. Porque el consumo fantasma no reporta ningún beneficio, tan solo pérdidas.
Según el IDAE, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, cada hogar consume una media anual de entre un 7 y un 11% solo en consumo fantasma. Basta con echar mano de la factura eléctrica para calcular que aproximadamente una décima parte es consumo que hemos gastado en nada.
Pero 50 o 100 euros anuales de consumo fantasma suelen pasar desapercibidos en el total anual. Quien lo percibe todo es el medio ambiente, que sufre ese 7-11% de consumo absurdo.
Según datos oficiales, en España tuvimos un consumo total de energía en 2014 un total de 83.525 Ktep (kilotoneladas equivalentes de petróleo, equivalente a la energía liberada de masa de petróleo). Si comparamos ese consumo con el 7% mínimo de gasto fantasma obtenemos que llegamos a gastar en absolutamente nada el equivalente a más de 5.846 toneladas de petróleo. Lo cual es bastante absurdo.
Una extrapolación de ese 7% mínimo de gasto fantasma a EE. UU. y Europa nos deja con la escalofriante cifra de que ese gasto en nada es superior a 115.000 kilotoneladas equivalentes de petróleo al año. Y teniendo en cuenta el consumo del resto del mundo desarrollado (y que el mundo no desarrollado tiene un consumo mucho menos eficiente) nos da como resultado que algo debemos hacer con ese consumo.
Cómo evitar el consumo fantasma
Hemos visto que el consumo fantasma se da por tres motivos diferentes: la transformación de 230V en un voltaje menor al funcionar el dispositivo; la rectificación de esa energía en caso de que funcione en corriente continua (hoy día, casi toda aplicación de hogar); y el consumo de energía que tienen los chips solo por el hecho de estar siendo alimentados.
El primer gran paso para evitar que los electrodomésticos consuman más allá de su necesidad es apagándolos de manera individual. Apagar la televisión si no se usa, apagar el router al acostarnos, apagar el ordenador, etc. El dejar los dispositivos en stand by, hibernando o en estado de suspensión nos ocasionará un gasto adicional.
Pero ocurre que todo lleva hoy día transformadores cuyo circuito primario se encuentra conectado a un enchufe con luz. Y su mera existencia consume algo. Una segunda solución sería desenchufar todos los dispositivos conectados a la red una vez hemos dejado de usarlos. Algo bastante engorroso.
Y como tercera opción estaría cerrar el circuito de estos dispositivos para que no les llegue la corriente. Tirar abajo los plomos de los circuitos que no usamos. Por ejemplo, dejando conectado el circuito de la cocina (la nevera es lo único que no debemos desconectar) podremos evitar cerca del 33% del consumo fantasma mientras dormimos ocho horas al día.
Los plomos del cuadro eléctrico son en realidad grandes interruptores para áreas de la casa: cocina, habitaciones, pasillos, enchufes a distintas alturas,… en función de cómo se hiciese la instalación eléctrica. Pero si el cuadro es poco accesible o tus fusibles no son de una calidad excepcional, aún nos queda un truco para evitar el consumo fantasma.
Regleta con botón de corte y salidas schuko y USB. Fuente: Marcos Martínez
Sectorizar la casa con regletas que incluyan un botón de corte es una solución a caballo entre bajar los plomos y desconectar los equipos. Con ella podremos dividir la casa según usos: salón, con la televisión, equipo de música y varias lámparas; habitaciones, con sus luminarias y dispositivos; oficina, con ordenadores, etc.
De este modo podremos cortar la corriente de una zona de una forma rápida y completamente efectiva, que ayude al medio ambiente y que nos haya reducir ese 7-11% de gasto innecesario. No solo para ayudar a nuestro bolsillo, sino para evitar ser parte del problema de unas emisiones innecesarias.
Imagen de portada: Chris Leggat