El miedo a la tecnología no es nada reciente. Históricamente lo nuevo siempre ha dado miedo. Incluso tiempo después de que se demostrara una tecnología inocua e incluso beneficiosa. Es el caso de la electricidad, de las vacunas, y de todas las generaciones de telecomunicaciones. Tras el 4G, ahora le toca al 5G.
Tememos la nueva tecnología olvidando que ya le tuvimos miedo al 2G y al 3G, y que el 4G iba a condenarnos a todos a un futuro de cáncer que, obviamente, no ha ocurrido. En unos años todos usaremos el 5G y no habrá pasado nada. Probablemente entonces se verán noticias absurdas sobre el 6G.
Decenas de estudios a favor del 4G
Aún es pronto para disponer de cualquier resultado a gran escala sobre el impacto del 5G en nuestra salud. Sin embargo contamos con una amplia cobertura en literatura del 2G al 4G, y toda ella dice lo mismo: no se observan patrones que indiquen que las ondas de telefonía sean dañinas.
Estos estudios se realizan de muchas formas diferentes, tanto de forma observacional durante décadas (veremos alguno más abajo) como estudios más cortos que buscan entender cómo funciona la percepción del miedo. Por ejemplo, podríamos construir un experimento “sencillo” estableciendo cuatro escenarios en cuatro barrios diferentes:
- Escenario 1. Se colocan antenas encendidas sobre un edificio.
- Escenario 2. Se colocan antenas encendidas sobre un edificio, pero mimetizadas de forma que parecen chimeneas de hogares.
- Escenario 3. Se colocan antenas apagadas sobre un edificio.
- Escenario 4. Edificio sin antenas.
Lo curioso de estos experimentos es que en los escenarios 1 y 3, aquellos en los que se ven las antenas, se detectan más casos de cáncer. Pero no porque en lugares con antenas (incluso apagadas) haya más cáncer por cada 100.000 habitantes. De ser el caso el 2º escenario daría cifras similares al 1.
Lo que ocurre es que los vecinos acuden más al médico al preocuparse por la radiación, y como consecuencia se detectan más casos. El motivo puede deberse a varios factores, pero el principal es que la población general no sabe cómo funciona una antena. También ayuda que las fuentes de desinformación corran más que las de información. Para tratar de paliarlo, veamos algunos experimentos conocidos.
- 2012. The Interphone Study. Realizado por la OMS, incluyó la ayuda directa de 50 científicos en 13 países diferentes. Después de más de 5.000 entrevistas personales se descartó la relación entre antenas y enfermedad. Se puede consultar aquí.
- 2013. Million Women Study. Se estudió durante más de 50 años un grupo de un millón de mujeres. El estudio, por tanto, entró de lleno en la era de la telefonía móvil. Se demostró, sin ser ese su objetivo inicial, que la telefonía no enferma. El estudio está aquí.
- 2016. Instituto nacional del Cáncer. El Instituto Nacional del Cáncer realizó uno de los últimos metaestudios. Usa los datos de 56 estudios independientes previos y vuelve a desvincular la radiación no ionizante de las antenas con el cáncer u otras enfermedades. Aquí el estudio.
- 2017. Informe sobre radiofrecuencias y salud. El ‘Informe sobre radiofrecuencias y salud’ es probablemente de los mayores compendios sobre el tema. Es un metaestudio español que analiza nada menos que 350 estudios previos. Es básicamente un resumen de todos los hallazgos previos, y vuelve a resaltar que las antenas son seguras.
Argumentos magufos contra el 5G
Se dijo que el 3G daría cáncer. Se demostró que no. Se dijo que el 4G daría cáncer. Se demostró que no. Ahora se dice que el 5G dará cáncer. Es más que probable que se demuestre que no, y es que no hay motivos para preocuparse más en esta tecnología que en otras.
Sin embargo, los gorritos de aluminio tratan de usar datos ciertos para infundir miedo en la población. Por ejemplo, que el 5G aumenta bastante su frecuencia y por tanto la energía de radiación. Pero no es algo por lo que debamos preocuparnos, y explicamos el motivo.
El máximo legal de emisión es de 200 µW/cm2 medido a pie de calle. Esta medida fue elegida por la Comisión Internacional de Protección de Radiación no Ionizante (ICNIRP) porque se sabía que a esa potencia las ondas eran inocuas. A menos potencia seguiremos a salvo.
Aún así las antenas de 3G y 4G suelen irradiar, por seguridad, cerca de los 0,2 µW/cm2. Para hacernos una idea la irradiación solar ronda los 90.000 µW/cm2, un 45.000.000% más. ¿En qué se traduce esto? En que aunque el 5G multiplique por dos, diez, mil o un millón la potencia, seguiremos a salvo.
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