Misiles contra Venus y bombas atómicas sobre Marte: así podríamos colonizar el Sistema Solar interior

Con frecuencia en la ciencia ficción la colonización se debe únicamente a llegar a un planeta, como pueda ser Marte. Qué bien, qué bonito es todo, piensan sus protagonistas (o no) sin hacer demasiado caso a los graves problemas ambientales que ofrece cada planeta.

La Tierra se encuentra localizada en una privilegiada posición con respecto al Sol, y cuenta con una serie de estabilizadores (como un núcleo externo de hierro fundido y la Luna) que hacen habitable el planeta. Pero en cuanto nos vamos a Venus o Marte, nuestros vecinos más cercanos, encontramos problemillas de adaptación.

Como un planeta sin atmósfera y calcinado por la radiación (Marte) o un planeta con una atmósfera tan densa y corrosiva que cualquier cosa que lancemos se derretirá como mantequilla al Sol (Venus). Entonces, ¿cómo vamos a colonizar estos cuerpos planetarios? ¿Cómo vamos a salir de nuestro planeta?

¿Por qué salir de la Tierra y tener un segundo hogar?

Existe por ahí una expresión que simplifica mucho la respuesta, y es que no se deben poner todos los huevos en la misma cesta. Este principio, que los inversores aplican a su cartera de negocio, podría preservar en un futuro a la humanidad.

Lejos de ser catastrofistas, lo cierto es que en mitad del espacio estamos expuestos a absolutamente cualquier suceso cósmico. Desde una llamarada solar dirigida a nuestro pequeño mundo azul pasando por el impacto de un meteorito de tamaño considerable.

Aunque la probabilidad de que ocurra alguno de estos sucesos es realmente baja, su riesgo es enorme. Basta un evento fuera de lo normal para extinguirnos. Y entonces fin de partida. ¿No sería buena idea tener un back-up para nosotros y para todas las especies que podamos sacar del planeta?

Estamos haciendo un back-up de todo, menos de lo más importante: la vida. Fuente: OpenClipart-Vectors.

Dejar nuestra semilla por otros planetas, además de protegernos contra peligros externos nos podrían ayudar contra problemas futuros. Por ejemplo, una pandemia que diezmase la población lo tendría realmente difícil para saltar de un mundo a otro, por no hablar de las ventajas en tecnología que surgirían de intentar afincarse en un nuevo mundo.

Sin embargo, buscar piso fuera de la Tierra no es tan fácil. En cuanto uno mira alrededor no ve más que problemas para afincarse. El mercado está realmente mal, y las reformas que hay que hacer antes de pensar en la mudanza son de importancia.

Marte y Venus, un par de notas sobre habitabilidad actual

Si algo sabemos de Marte (y sabemos mucho) es que la vida de superficie es prácticamente imposible a día de hoy. Desde luego no como la conocemos en nuestro mundo. Marte tiene un par de pequeños problemas que deberíamos considerar antes de empezar a construir un chalet a orillas del Valle Marineris.

Para empezar, cuesta bastante respirar.

El 95% de su atmósfera está compuesta por CO2, a lo que se suma que la presión atmosférica es tan solo un 2,96% de la terrestre. En otras palabras: la atmósfera de Marte es terriblemente débil, por lo que un respirador (o un equipo de renovación de oxígeno en el interior de los edificios) se vuelve necesario. Con las complicaciones que eso trae en la vida diaria.

Superficie marciana. Fuente: Mars Pathfinder, 1997.

Además, Marte no tiene un núcleo externo de hierro fundido que proteja al planeta de la radiación solar. Sumado a la agradable temperatura de -63ºC, una corriente continua de partículas radioactivas solares barren a diario su superficie. Un día en Marte aporta 0,67 milisieverts (o 30 radiografías de pecho de radiación).

Imagen generada por ordenador de la superficie de Venus. Fuente: NASA.

Venus, más cerca del Sol, no lo tiene mucho más fácil. Su clima no es precisamente agradable. Para hacernos una idea de lo poco amable que es el planeta, un ejemplo. Si lanzamos una estatua de plomo (el metal más denso) hacia su superficie, no se sabe qué pasará primero:

  • podría sublimarse parte de su superficie mucho antes de caer al suelo, es decir, pasar de ser sólida a ser gaseosa en un segundo (la atmósfera se encuentra a 460ºC, más la temperatura causada por el rozamiento);
  • podría aplastarse hasta reventar debido a las altas presiones, 92 veces la atmósfera terrestre;
  • podría deshacerse en el aire debido a las nubes de ácido.

Lejos de ser el mundo verde que un día imaginaron los astrónomos de la antigüedad, Venus promete ser mucho más divertido.

Aunque parezca mentira, y con todo lo dicho anteriormente, Marte y Venus son los planetas cuya colonización parece más fácil. ¿Cómo podríamos hacerlo?

Misiles de cianobacterias contra Venus

Disparar misiles sobre un planeta quizá no sea la primera opción que uno baraja cuando piensa en colonizar un mundo rocoso con alta concentración de gases. Pero con Venus sería sin duda la opción más rápida y económica, ya que la idea es generar una reacción en cadena que haga llover en ese infierno.

Es aquí donde entran las cianobacterias (Cyanophyta), llamadas algas azul-verdosas, las mismas que en su día generaron la atmósfera terrestre. Ocurre que este tipo de organismo es muy resistente. De hecho, tan resistente como para haber encontrado muestras buceando en keroseno y dándose chapuzones en el agua de refrigeración de las centrales nucleares, soportando niveles de radiación alarmantemente altos.

cianobacterias (Cyanophyta). Fuente: Bob Blaylock.

Lo complicado del plan, que tardaría al menos tres años en mostrar resultados visibles, es llevar enormes cantidades de misiles o torpedos cuya cabeza esté cargada con cianobacterias vivas. Una vez situadas docenas de naves cargadas con estos misiles sobre la superficie venusina, se lanzarían cada pocos minutos oleadas de estos curiosos torpedos.

El plan, del astrónomo y divulgador Carl Sagan, se ha dado en llamar La gran lluvia por sus consecuencias. Tras un lanzamiento inicial, las algas se reproducirían sobre las nubes de CO2, devorándolo y devolviendo H20 que bajaría drásticamente la temperatura del planeta en su caída. Si esto en la Tierra tardó dos mil millones de años en ocurrir es por la baja concentración de algas que existía, que además partían del suelo para liberar oxígeno y agua.

Con el plan de Sagan, las cianobacterias colonizarían las áreas superiores de la atmósfera en pocos años, y es posible que meses después viéramos por primera vez el suelo rocoso de Venus tras un aluvión. Un primer paso para poder bajar a echar un vistazo y quién sabe, quizá para poner un huertecito.

Aunque para esto habrá que esperar décadas tras el bombardeo, ya que llevará tiempo enfriar mediante lluvia los 500ºC a los que se encuentra el suelo. De hecho, las primeras Grandes Lluvias (habrá ciclos de ellas) no llegarán a tocar el suelo, evaporándose sus gotas en vapor de agua mucho antes de acercarse a la superficie.

La gran ventaja del plan es que el oxígeno liberado por las cianobacterias, en las capas externas de la nueva atmósfera venusina, formarán una tenue capa de ozono (O3) que poco a poco se volverá más densa. Si para entonces hemos descubierto algún mecanismo que acelere aún más el proceso podríamos tener un Venus terraformado en unas pocas décadas.

Bombas atómicas contra Marte

Si las medidas para hacer más habitable Venus te han sorprendido, Marte te dejará con la boca abierta. Aunque da la impresión de ser más fácil, Marte cuenta con el gran problema de que es demasiado pequeño como para conservar una atmósfera.

Esto significa que, aunque consigamos crearla, no nos durará muchos millones de años (vaya, hombre). Además, como no tiene una atmósfera densa de la que partir, hay que extraerla del suelo rojo. Algo que requiere de medidas poco ortodoxas. Digamos… ¿bombas nucleares?

Operación de pruebas Upshot-Knothole-Badger, 1953, Nevada. Fuente: NNSA.

Pero tranquilos, que no contaminaremos mucho Marte con radiación porque usaremos bombas nucleares limpias, como las de cobalto, las de fisión-fusión-fisión o bombas de neutrones. Estas bombas generan una gran destrucción a su paso (adiós, geografía y orografía marciana) sin contaminar de radiación la zona. Al menos, no a niveles inhabitables pasados unos años.

La idea, genial aunque no exenta de polémica, es la de detonar miles de bombas de este tipo por toda la superficie marciana. La temperatura alcanzada en toda ella hará que el regolito marciano (ese polvillo tan molesto en las expediciones del Rover) se desgasifique. Dicho de otro modo, se extraerá parte de los gases necesarios para formar una atmósfera del polvillo marciano usando calor.

Las alternativas son muchas: desde la emisión constante de gases CFC de efecto invernadero a irse a por asteroides ricos en amoníaco para lanzarlos contra el planeta. El problema es el factor tiempo. Por ejemplo, hay por ahí un plan que dice que se pueden plantar miles de millones de plantas resistentes a la radiación solar y que requieran muy poco oxígeno con la esperanza de que en unos cuantos cientos de miles de años tengamos una atmósfera estable.

 

Periodos difícilmente justificables en una inversión planetaria que pedirá una terraformación en menos de una generación. Al menos, para nuestros primeras colonizaciones.

Aunque no es algo en lo que solemos pensar, ¿crees que debemos despojar a Venus de sus nubes tóxicas (para nosotros) para poder vivir allí? ¿Es justificable barrer con la geografía marciana (y con el Olimpo) para tener un segundo hogar?

El debate está servido.

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