Un reactor nuclear sostenible, accesible y mucho más seguro. Una tecnología capaz de acabar con la pobreza energética, atender las demandas de los países en vías de desarrollo y reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Puede parecer imposible, pero ese es el objetivo que se ha marcado la startup danesa Seaborg Technologies.
Uno de sus fundadores y actual CTO, Eirik Eide Pettersen, ha sido seleccionado en la lista de jóvenes innovadores de ‘MIT Review’ este año. El reactor de sal fundida que han diseñado permitirá descentralizar la producción energética, abrir la energía nuclear a la inversión privada y reutilizar buena parte de los residuos nucleares existentes. Todo con un reactor compacto, unas 30 veces más pequeños que los reactores convencionales.
– Necesitamos descarbonizar nuestras industrias. Y, al mismo tiempo, la demanda de energía no deja de crecer, sobre todo en los países en desarrollo. ¿Cómo solucionamos la crisis climática sin frenar el progreso?
La ciencia y el IPCC [Panel Intergubernamental del Cambio Climático] dibujan dos escenarios principales para no frenar el desarrollo y descarbonizar la industria energética: captura y almacenamiento de carbono o apostar por aumentar la producción nuclear de energía. La energía nuclear tiene una huella de carbono muy baja. Además, se trata de una tecnología probada y muy desarrollada, al contrario que la captura de carbono. De hecho, los países que más han logrado descarbonizar sus economías en el pasado son países que han apostado por la energía nuclear, como Suecia o Francia.
Sabemos que la energía nuclear es una solución real que puede impulsar una reducción dramática de las emisiones de CO2. Y puede hacerlo en un tiempo reducido de tiempo.
“La producción de energía nuclear convencional, hoy en día, es segura y es limpia. Pero es muy cara”.
– El debate alrededor de la energía nuclear vuelve a estar sobre la mesa. Si es el camino más corto para la descarbonización, ¿por qué no se sigue?
La producción de nuclear tiene muchos desafíos que no pueden ignorarse. La tecnología convencional se basa en reactores de agua a presión y combustible sólido. Si se pierde el control de la reacción nuclear tenemos una gran cantidad de agua contaminada a mucha presión y con mucha capacidad de dispersión. Además, el combustible sólido genera gases y otros productos volátiles.
En caso de accidente, la radiactividad puede extenderse sin control, como hemos visto en el pasado. Hablamos de Chernóbil o Fukushima. Accidentes grabados en la memoria de la gente. Con consecuencias enormes, humanas y económicas.
– A pesar de que, en varias comparativas, la nuclear aparece como una de las formas más seguras de producir energía…
Si se observan las estadísticas, es así. Si dividimos el número de muertes provocadas entre la cantidad de energía generada, se trata de una forma muy segura de producir electricidad. Pero tiene otras consecuencias que no pueden ignorarse, como las evacuaciones de miles de personas tras un accidente que no pueden volver a sus pueblos durante años.
Otro aspecto que a veces se ignora es que, por causa de estos grandes impactos, no hay compañía que pueda hacerse responsable de una central. Son consecuencias que van más allá de las fronteras de países, que tienen un coste de reparación y limpieza altísimo… Esto ha llevado a que las centrales hoy sean super seguras, pero es una seguridad que se ha logrado gracias a la complejidad de los sistemas. Complejidad que ha disparado los costes.
La producción de energía nuclear convencional, hoy en día, es segura y es limpia. Pero es muy cara. Necesitamos energía nuclear para poder sustituir la producción energética con combustibles fósiles. Pero los costes actuales la hacen poco práctica.
“Nuestro modelo de reactor no puede explotar porque funciona casi a la misma presión que el entorno. Y puede ayudarnos a solucionar el desafío climático al que nos enfrentamos”.
– Otro de los grandes desafíos de la energía nuclear son los residuos. No tanto por su volumen o por su impacto directo en el medioambiente, sino por los miles de años que tienen que pasar hasta que dejan de ser peligrosos.
No se trata tanto de un desafío técnico (tenemos soluciones que funcionan bien) sino de un problema ético. Necesitan estar bajo tierra durante cientos de miles de años. No sabemos cómo va a ser el mundo para entonces, es un desafío de difícil solución.
También es cierto que cada proceso industrial genera residuos de una forma u otra. Los combustibles fósiles generan polución de forma descontrolada. La industria nuclear sabe al menos cómo manejar y tratar sus residuos de forma segura.
Pero, claro, sería mejor no tener que gestionar residuos que son tóxicos durante cientos de miles de años. Sobre todo, si tenemos en cuenta la cantidad de energía contenida en estos residuos. Si pudiésemos reutilizarlos en un nuevo tipo de reactor, podríamos reducir la cantidad de residuos enormemente.
– Esa es una de las ventajas del reactor de sal fundida [MSR, por sus siglas en inglés] que habéis desarrollado, ¿no?
Este fue uno de los desafíos que nos propusimos resolver en un principio. Nuestro modelo puede hacerlo y puede disminuir en gran medida la generación de recursos nucleares. Sobre todo, puede extraer mucha más energía y, por lo tanto, disminuir el tiempo que hay que esperar para que sean inofensivos a unos 300 años.
Además, es un modelo de reactor que no puede explotar porque funciona casi a la misma presión que el entorno. Un reactor que no puede usarse como excusa para desarrollar armas. Y un reactor que puede ayudarnos a solucionar el desafío climático al que nos enfrentamos, convirtiéndose en una solución energética flexible y accesible para cualquier país.
“En el peor de los casos tras un accidente podemos tener un pequeño vertido que se solidificará atrapando todo el material radiactivo. No tenemos una nube de radiactividad alejándose kilómetros a la redonda”.
– ¿Cómo funciona un reactor de sal fundida como el vuestro?
La diferencia principal con un reactor convencional es que el combustible en el MSR es líquido. Utilizamos sal de flúor, que es una roca que se funde a unos 500 °C. Se convierte en un líquido que mezclamos con elementos radiactivos como uranio o torio. El resultado es un líquido radiactivo transparente que se comporta como el agua, desde un punto de vista hidrodinámico.
Este líquido se hace circular en un circuito en el núcleo del reactor rodeado de un material moderador. Un catalizador que lo hace más eficiente, ralentizando la reacción nuclear. Cada reactor es capaz de generar 250 megavatios de energía, suficiente para cubrir las necesidades de unos 200.000 hogares.
– Antes señalabas que es un reactor que reduce mucho los riesgos de la energía nuclear. ¿En qué sentido?
Existen varias ventajas añadidas de usar un combustible líquido. En el caso de accidente, el combustible puede verterse inmediatamente en un contenedor seguro en el que se enfría de forma pasiva y se solidifica. Los núcleos de los reactores convencionales necesitan enfriarse con agua. Si por cualquier razón no puedes suministrar ese refrigerante, tienes un gran problema.
Otra de las ventajas es que la sal líquida contiene toda la radiactividad. El flúor es un elemento muy reactivo, así que los componentes radiactivos de nuestro combustible están ligados químicamente a la sal de flúor. Si unimos esto a que es posible operar el reactor a presiones normales, en el peor de los casos tras un accidente podemos tener un pequeño vertido de ese combustible que se solidificará atrapando todo el material radiactivo. No tenemos una nube de radiactividad alejándose kilómetros a la redonda del reactor.
Los reactores de sal fundida eliminan muchos de los riesgos, permitiendo afrontar la generación de energía nuclear de una manera muy diferente para empresas y gobiernos. Las propias leyes de la física y la química se encargan de mantener la seguridad del reactor de sal fundida, reduciendo los costes de seguridad, de capital y humanos. Cambia por completo el modelo de negocio de la energía nuclear.
“Nuestro objetivo es cubrir las necesidades crecientes de los países en vías de desarrollo, que en la actualidad están apostando por los combustibles fósiles”.
– ¿Qué tipos de elementos radiactivos se pueden utilizar en un reactor de sal fundida?
Nuestro objetivo es reutilizar plutonio y torio. El plutonio es el elemento predominante en los residuos nucleares de larga vida. Si lo mezclamos con torio, logramos reducir la vida de los residuos y extraer la energía remanente en el plutonio.
Sin embargo, nuestro primer prototipo no funcionará con plutonio. Hoy por hoy, no es un elemento accesible. Si nos ponemos en contacto con una empresa para comprar plutonio, lo más probable es que llamen a la policía.
La cadena de suministro más accesible hoy en día es la del uranio. Así que la reutilización de residuos para aumentar la sostenibilidad de la energía nuclear todavía no es posible. De todas formas, creo que el mayor problema hoy en día, el más inmediato, no es qué hacer con los residuos, sino abandonar los combustibles fósiles y la emisión de gases de efecto invernadero.
Necesitamos descarbonizar la producción energética y tenemos que hacerlo ya. El problema de los residuos es menos urgente, aunque deberemos resolverlo en el futuro.
– Al margen de los elementos radiactivos, ¿qué problemas existen para disponer de sal de flúor?
La sal de flúor no es nada exótico. El flúor es un elemento que se usa ya en muchas industrias y está ampliamente disponible. Incluso el fluoruro de uranio forma parte de la cadena de suministro habitual de la industria nuclear. Es un combustible que ya está disponible.
– ¿Qué hoja de ruta os habéis marcado para los próximos años?
En el mejor escenario, esperamos construir el primer reactor de sal fundida en 2023 y encenderlo en 2025. Depende del dinero y de temas regulatorios. El escenario más conservador retrasa todo un par de años.
No se pueden ignorar los riesgos que rodean a este proyecto, muchos de ellos de carácter regulatorio. Es habitual que la tecnología se desarrolle antes que las leyes, y este caso no es una excepción. La industria nuclear ha utilizado la misma tecnología durante los últimos 50 años y la regulación actual está basada en ella.
– En Europa existen varios proyectos de reactores de sal fundida. ¿Es de esperar que la regulación se adapte a ellos?
Nuestro principal mercado objetivo no es Europa. Aquí tenemos las necesidades energéticas cubiertas, aunque haya que avanzar en la descarbonización. Nuestro objetivo es cubrir las necesidades crecientes de los países en vías de desarrollo, que en la actualidad están apostando por los combustibles fósiles.
En el sudeste asiático tenemos países en los que la demanda de electricidad aumenta entre un 5% y un 10% cada año. Países que están desarrollándose y en los que la población aumenta muy rápido. Como resultado, los gobiernos de la zona están construyendo un gran número de plantas de combustibles fósiles, sobre todo, carbón y gas. ¿Por qué? Necesitan energía y la necesitan barata; y no tienen potencial geográfico para centrales hidroeléctricas, ni climático para granjas de paneles solares o parques eólicos.
“Si conseguimos hacer que la energía nuclear pueda competir en costes con los combustibles fósiles, eliminando los riesgos, habremos solucionado una parte importante del problema”.
– Entonces, vuestro objetivo es construir el reactor de sal fundida en uno de esos países.
Puede que lo construyamos en Dinamarca, pero seguro que no lo vamos a operar aquí. La idea es llevarlo a una de las muchas islas del Sudeste Asiático, para así poder probar también la versatilidad de estos reactores. Se trata de una solución modular y transportable, que puede instalarse en poco tiempo allí donde es necesaria. Podemos incluso instalarlo en plataformas flotantes que puedan desplazarse.
Una planta nuclear convencional tiene una vida útil de entre 60 y 80 años. Es decir, cuando haces la inversión inicial, que es altísima, no tienes ni la más remota idea de cómo va a ser el mercado a muy largo plazo. Planear el retorno de la inversión es imposible. Sin embargo, si tenemos un reactor móvil, podemos llevar el activo allí donde exista la demanda.
– Se trata de un proyecto con un riesgo elevado y muchas incertidumbres. ¿Cómo habéis logrado convencer a los inversores que os apoyan?
Existe una necesidad clara en el mercado y eso es fundamental. Es un proyecto de alto riesgo, muchos factores pueden complicarse, y además necesita mucho capital para hacerse realidad. Desarrollamos hardware, pero no cualquier hardware. Probablemente se trate de una de las tecnologías más complejas que existen. Algo que nunca se ha llevado a nivel comercial.
Pero la necesidad de una solución al desafío energético es real y es altísima. Si piensas en la importancia que tienen hoy los combustibles fósiles y la dificultad de substituirlos por completo, es fácil perder la esperanza. Lo que estamos haciendo no es suficiente. Las emisiones siguen subiendo a pesar de los esfuerzos de algunos países.
No existen apenas soluciones al problema. Soluciones reales y probadas. La energía nuclear es una de ellas. Si conseguimos hacer que la energía nuclear pueda competir en costes con los combustibles fósiles, eliminando los riesgos que frenan a gobiernos, personas y aseguradoras, habremos solucionado una parte importante del problema.
Imágenes | Seaborg Technologies