Si la mascota del niño es un robot ¿aprende que las responsabilidades se apagan con un botón?

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Firma invitada: Armando Bastida.

El mundo de la tecnología ha conseguido abrir mercado con soluciones impensables años atrás. Ya existen robots que hacen la comida por ti, que te aspiran el piso, aplicaciones móviles que te dicen a qué hora sale el próximo tren y hasta juguetes que emulan animales de la vida real (perritos a pilas), o robots destinados a ser el mejor amigo del niño.

¿Cocina mejor el robot que una persona? No lo creo. ¿Limpia mejor el robot que una persona? Diría no lo creo, pero depende, que los hay muy poco motivados para la limpieza. Y si la mascota del niño es un robot, ¿aprende que las responsabilidades se apagan con un botón?

Un robot nunca podrá ser el mejor amigo de un niño

Lo inventan para eso, para que el perrito a pilas o el robot que habla con el niño se conviertan en su mejor amigo. Así lo explican en sus anuncios, y si no lo explican, lo dejan entrever y los niños piensan que es una idea maravillosa y que juntos pasarán ratos inolvidables.

Son juguetes que pueden dar juego pero cuya capacidad de divertir es bastante relativa. Por ejemplo, una mascota robot puede ser muy útil como peluche o acompañante, para desarrollar el juego simbólico en que un niño habla con su perro, lo pasea y lo cuida del mismo modo que lo pueden hacer los adultos con sus mascotas reales. El apartado de las capacidades del juguete queda más en segundo plano. Sé que es eso precisamente lo que más te muestran, que ladre, que dé vueltas, que levante una pata, etc. El problema es que todas esas capacidades del juguete no son más que un espectáculo: una vez se lo has visto hacer varias veces, pierde la gracia. Y es que el que tiene un perro de verdad o un gato, no lo tiene para hacerle ladrar o levantar la pata continuamente, sino para compartir la vida con él.

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Así que a largo plazo, son juguetes que sólo tienen la utilidad, como digo, de acompañar al niño por un tiempo limitado, que es lo mismo que decir: hasta que se canse de hablar con un juguete que no responde.

Con los robots pasa lo mismo. Algunos llevan su mando a distancia para que los controles, tienen botones para que digan sus frases, muchos hasta llegan a contestar de manera más o menos coherente, pero la interacción es tan artificial que el niño llega un día que se dice “es absurdo, podría estar jugando con otros niños o con otros juguetes”, porque con otros niños sí recibe diferentes respuestas y porque con otros juguetes, él mismo puede crear los diálogos. Es más estimulante coger dos muñecos inertes y darles vida creando conversaciones que hablar con un robot que responde siempre parecido.

Cuestión de responsabilidades

Si nos centramos en el tema de las responsabilidades, está claro que una mascota real no tiene nada que ver con una mascota robot. Si quiero jugar o interaccionar con el juguete, lo enciendo y lo hago. Si me canso, lo apago. Pero un animal no puede apagarse. Hay que cuidarle todos los días y hay que tenerlo presente a todas horas. Nada que ver.

Lo mismo pasa con las aplicaciones que emulan a una mascota (ahora mismo me viene a la cabeza “Pou”). Durante unos días, el niño se responsabiliza de jugar con su mascota, alimentarle, darle un baño, etc., pero pasadas las semanas es fácil abrir la aplicación y encontrarte al “bicho” medio muerto, con un termómetro en la boca, una caca al lado y pidiendo auxilio urgente.

Los robots nunca podrán ser mascotas

A ver, digo nunca y a saber, quizás con el paso de las décadas los robots tengan emociones y logren engañarnos en ese sentido, pero hoy por hoy, están a años luz de distancia.
Una mascota real hace lo mismo que un robot con un añadido: llegan a nuestra familia para formar parte de ella. Desde el día en que entra en casa es uno más. No es un juguete destinado a compartir horas de juego durante un tiempo y luego desaparecer porque ya no tiene pilas o al niño no le interesa. Bueno, de hecho, es que no es un juguete.

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Recibe todo lo que el niño le quiere contar y ofrecer pero, a diferencia de los robots, da acorde a lo que recibe, interacciona con el niño, le sigue y acompaña, comparte juegos con él y se convierte en un compañero y amigo fiel. No es el juguete, no es el artefacto que proporciona diversión (en ocasiones, sí, claro), sino el compañero con el que jugar a algo.

A la vez, es un animal con sus propias necesidades, inquietudes y deseos, y además de aportar diversión y de ganarse el cariño del niño genera unas responsabilidades diarias ineludibles.

Entonces, a la hora de pensar en la mascota del niño, o de la familia, debemos preguntarnos: ¿Queremos que tenga una mascota que no será tal y que el niño podrá desconectar cuando quiera, sin aprender demasiado acerca de las responsabilidades que una mascota real comporta o queremos que tenga una mascota de verdad, con todas las ventajas e inconvenientes que conlleva, teniendo claro que será la mascota de toda la familia?

¿Y no se puede hacer uso de la mascota de juguete para que el niño aprenda lo difícil que es cuidar de un animal?

Es una opción a tener en cuenta. Un niño pide un animal e insiste en que lo quiere. Los padres no están muy por la labor y le dicen que tendrá que ser él quien le alimente, le cuide, le saque a pasear, le aporte diversión, etc. (saben que ellos tendrán que ir con el niño, pero si la mascota la pide él, debe saber todo el trabajo que comporta). El niño dice que sí, que lo sabe y que lo hará. Promesas cargadas de buenas intenciones, pero que no siempre acaban cumpliéndose.

En casos así puede optarse por una mascota de juguete, si es que tiene la capacidad de empeorar si no recibe los cuidados oportunos, aunque puede ser suficiente con las aplicaciones de móvil o tableta que emulan la vida de una mascota.

Si el niño se responsabiliza y logra que la mascota esté en buenas condiciones, quizás sí esté preparado para tener un animal de verdad. Si no lo logra, quizás sea un buen momento para hablar con franqueza con él y explicarle que los animales no tienen botón de apagado, que dan mucho cariño pero también mucho trabajo y que quizás sea pronto aún para hacerse con una. El tiempo dará al niño madurez y llegará el momento en que, si la familia quiere, un nuevo miembro de cuatro patas entrará en casa para enseñarles a todos lo que es dar amor y cariño sin pedir mucho a cambio (sí, hablo del animal).

Fotos | Bondesgaarde, Jonas Smith, Yasuhiko Ito, Paul Roth

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