Cuando los mineros exploraban nuevas galerías en las profundidades de las minas, les acompañaba un canario enjaulado. Si el pájaro perdía el conocimiento, los mineros abandonaban la zona: el aire no era respirable. Tuvalu, uno de los cuatro países que conforman la Polinesia, es como una especie de canario del cambio climático.
Con una altitud máxima de cinco metros sobre el nivel del mar, este archipiélago en el Pacífico ha sido señalado como el primer país que desaparecerá bajo las aguas. Cabeza de cartel de protestas ecologistas y de las demandas de los territorios que más sufren las consecuencias del cambio climático, Tuvalu ya sufre el efecto del calentamiento global. Sin embargo, algunos colectivos científicos y sociales empiezan a cuestionar que la subida del nivel del mar sea el problema más acuciante del archipiélago.
Inundaciones de agua salada en Tuvalu / Monise Laafai
Estandarte de la cumbre de Copenhague
En el año 2009, representantes de 192 países y multitud de ONGs y organizaciones se reunían en Copenhague en la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático, o COP-15. El protocolo de Kyoto había fallado y la insuficiencia de sus acuerdos se reflejaban, más que en ningún otro sitio, en Tuvalu.
Los efectos del calentamiento global en este territorio insular se monitorizan desde finales de los 70, mucho antes de que el fenómeno climático formase parte de las agendas de la mayoría de estados. Sin embargo, poco se ha hecho para ponerles freno y el país, situado en medio del océano más grande del planeta, sigue siendo muy vulnerable al calentamiento de mares y atmósfera.
Incluso aunque hoy se dejase de emitir CO2 y metano a la atmósfera por completo, Tuvalu sufriría las consecuencias. Allí saben que el cambio climático no es una conjetura para el futuro, sino un presente muy real. Por eso, en los últimos años, ha habido un ligero cambio en el discurso polinesio, pasando de un enfoque apocalíptico a uno bastante más práctico. Tuvalu ocupó las portadas hace menos de una década y hoy busca sobrevivir al calentamiento de un mundo que parece haberse olvidado ya de su existencia.
Atolón de la isla de Inaba, Tuvalu / Wikemedia Commons
Un cúmulo de fenómenos climáticos
Sin irnos a los pronósticos más catastrofistas, buena parte de la comunidad científica coincide en que el nivel del mar puede subir alrededor de medio metro en los próximos 100 años. Así, con una altura máxima de cinco metros, las islas de Tuvalu se verán afectadas, pero parece que no deberían desaparecer por completo. Sin embargo, otros fenómenos climáticos consecuencia del calentamiento global podrían darle la puntilla a este país.
Por ejemplo, los vientos alisios, que circulan entre los trópicos y hacia el Ecuador, han venido intensificándose desde principios de los 90 como causa del ascenso de las temperaturas. Dichos vientos, unidos a cambios semi-permanentes en la presión atmosférica, influyen directamente en el nivel del mar, llegando a multiplicar los niveles medios hasta por tres. La zona donde más anomalías se han registrado hasta la fecha es, precisamente, la Polinesia.
Sin montañas ni grandes masas forestales, el clima de Tuvalu depende por completo del océano Pacífico. Por ello, este archipiélago sufre más que cualquier otro lugar las consecuencias de los fenómenos El Niño y La Niña.
Debido al sobrecalentamiento del mar en la zona ecuatorial, en los períodos en los que El Niño es el fenómeno dominante, Tuvalu se enfrenta a fuertes sequías mientras lluvias torrenciales asolan la orilla este del Pacífico. Cuando La Niña domina el clima global, el archipiélago sufre fuertes tormentas tropicales. De hecho, antes de los 90, los ciclones rara vez tocaban tierra en Tuvalu, pero, desde entonces, las islas han recibido la visita de casi 20 potentes tormentas.
Tuvalu – Islands on the frontline of Climate Change / Panos Pictures
Las consecuencias ya son reales
El azote de los ciclones unido a periodos prolongados de sequía y la subida del nivel del mar tienen consecuencias directas en Tuvalu y la vida de sus habitantes. Consecuencias que obligarán a muchos a abandonar las islas antes de que lleguen a estar cubiertas por el Pacífico.
- Efectos de la salinización en la costa…
Las incursiones del mar en las islas son cada vez más frecuentes. Por un lado, el agua salada acaba con los cocoteros que cubren la primera línea de costa y que son base de la alimentación local. Por otro, destruye buena parte del terreno fértil de las islas impidiendo el cultivo de palma y de pulaka, una planta muy importante en la dieta tuvaluana. - Y en el medio de la isla
El océano no solo inunda la isla desde las playas, sino que brota, literalmente, en el interior de la isla. Antes de llegar a la superficie arruinando los cultivos más alejados de la costa, el mar saliniza los acuíferos de agua dulce, fundamentales para la vida en la isla. - Mareas impredecibles
El mar ya no solo sube empujado por el viento y el fuerte oleaje. Cada vez más, las mareas vivas que acompañan a la luna llena llevan el mar tierra adentro. - Evacuaciones y problemas con las infraestructuras
En más de una ocasión, el aeropuerto principal de la isla se ha visto afectado por las inundaciones y algunas aldeas se han vuelto inhabitables, al pasarse buena parte del año bajo el agua. De hecho, la isla de Tepuka, desaparece por completo durante las grandes tormentas y su superficie arenosa, en la que apenas queda vegetación, ha sido erosionada casi por completo. - Desaparición de la pesca
El ascenso de la temperatura del mar junto la erosión de las costas y los arrecifes, han empujado a muchas poblaciones animales a dejar la zona. El fenómeno no es único de Tuvalu, pero empeora la situación de una isla que cada vez tiene más difícil su sostenibilidad.
Inundaciones en Tuvalu causadas por una fuerte tormenta / Monise Laafai
La propia naturaleza intenta ayudar
La presión política en busca de soluciones no ha pasado a segundo plano en Tuvalu. De hecho, junto a otros 44 estados agrupados bajo The Alliance of Small Island States, el país polinesio sigue intentando llamar la atención sobre su situación. Sin embargo, sus propios ciudadanos, e incluso la propia naturaleza, parecen haber adoptado un enfoque más práctico en los últimos años, en busca de soluciones locales.
Así, las nuevas edificaciones están siendo construidas sobre una especie de palafitos a tres metros sobre el suelo, lo que mantiene los interiores secos durante todo el año y minimiza las consecuencias de unas inundaciones que se producen más de una vez al mes.
Algo parecido se ha intentado con la agricultura, aunque, de momento, no se ha implementado a gran escala. Algunos agricultores de Tuvalu han probado diferentes métodos para cultivar comestibles en grandes recipientes con compost aislados del suelo mediante bloques de cemento.
Aunque hay islas rocosas, la mayor parte de las islas polinesias son zonas de sedimentos generadas alrededor de un antiguo volcán y alimentadas por los arrecifes de coral. Un estudio reciente de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, señala que esta condición hace que la Polinesia tenga un extra de capacidad de adaptación ante los desafíos del cambio climático.
Su análisis de más de 600 islas coralinas en la zona indica que más del 80% de estas islas no solo no han perdido tierra en los últimos años, sino que incluso han crecido. Entre ellas, Tuvalu, cuyo atolón principal, Funafuti, donde se encuentra la capital, habría ganado 32 hectáreas durante el último siglo.
Vista aérea de la isla principal de Tuvalu, Funafuti / Wikemedia Commons
Mientras los arrecifes existan – aunque su pervivencia también está amenazada por la acidificación de los océanos – generarán una media de 21 kilos de sedimentos por metro cuadrado al año, asegura el estudio. Suficiente, de momento, para contrarrestar la erosión.
Aun así, los autores afirman que esto no impedirá, en líneas generales, mitigar los efectos del calentamiento global en las islas del Pacífico. Pero sí que podría evitar que Tuvalu fuese el primer país en desaparecer bajo las aguas del océano, con permiso de la Atlántida.