BearID utiliza inteligencia artificial para estudiar al oso pardo.

BearID: un grizzly con documento de identidad

Tras pasar todo el verano alimentándose, los grandes osos grizzly pueden llegar a superar los 400 kilogramos de peso. Sin embargo, una vez terminan los meses más cálidos se retiran a sus oseras, dispuestos a esperar a que el sol vuelva a calentar las frías tierras del norte de Estados Unidos y Canadá. Durante estos meses de hibernación pueden llegar a perder hasta casi la mitad de su peso.

Estos grandes cambios de aspecto, unidos al hecho de que muchos osos no tienen señales muy características que los diferencien de otros ejemplares, dificultan que científicos y conservacionistas puedan reconocerlos al realizar investigaciones y tareas de conservación.

Para poner fin a este problema, un grupo colaborativo de desarrolladores de software, científicos, conservacionistas y voluntarios ha desarrollado BearID. Un proyecto que usa tecnología de reconocimiento facial para identificar osos pardos en su hábitat y monitorear más fácilmente su actividad.

Qué es BearID y cómo sigue la pista a Dani, Blonde Teddy y Toffee

El oso pardo (ursus arctos) es la especie de oso más extendida del planeta. Vive en los bosques y montañas de Europa, Asia y América del norte. De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), la especie se encuentra en una situación estable y no preocupa, a nivel general, su supervivencia en el planeta.

Sin embargo, esto no quiere decir que no existan algunas poblaciones amenazadas. El principal peligro al que se enfrentan es la reducción de su hábitat debido a la agricultura, la minería o la construcción de viviendas y zonas industriales. La presencia cercana del ser humano ha provocado que su área de distribución se redujese notablemente durante las últimas décadas.

El color rojo señala las zonas en las que la especie está extinta (IUCN).

Dani, Blonde Teddy y Toffe son algunos de los más de 100 osos a los que los científicos de BeardID siguen la pista. La tecnología facilita que puedan monitorear su actividad de forma más efectiva. Les permite controlar su estado de salud y estudiar por qué zonas se mueven y cuándo lo hacen. Además, les posibilita analizar y entender cómo reaccionan a cambios en su entorno o a la interacción con humanos.

Todo empieza en el bosque

El primer paso para que las máquinas puedan reconocer a diferentes ejemplares de osos pardos es contar con gran cantidad de fotografías. Estas se toman en el bosque, sobre todo, gracias a cámaras de trampeo. Estas se consideran tecnología no invasiva, ya que funcionan sin que sea necesaria la presencia de humanos (que puede llegar a estresar a los animales). A lo largo de los varios años de vida del proyecto, los miembros de BearID han ido experimentando a la hora de colocar las cámaras para conseguir las mejores imágenes faciales.

Dar con un buen ángulo (y sacar una buena foto) es importante. Puede, en realidad, determinar el éxito del proyecto, pues las miles de fotografías tomadas con estas cámaras se usan para entrenar el sistema de aprendizaje profundo (deep learning). Poco a poco, el sistema aprende a reconocer a los diferentes ejemplares de osos en función de sus rostros.

Lo que ha logrado el equipo de BearID es adaptar un algoritmo de reconocimiento de rostros humanos para usarlo con osos en estado salvaje. Los resultados de sus primeras investigaciones se publicaron en la revista Ecology and Evolution a través del estudio ‘Automated facial recognition for wildlife that lack unique markings: A deep learning approach for brown bears. En este informe, el equipo señalaba que el sistema BearID había logrado una tasa de reconocimiento del 84 % tras haber analizado más de 5.000 fotografías tomadas en Alaska y Canadá.

Otra forma de estudiar la naturaleza

Durante las últimas décadas, las cámaras trampa han revolucionado la forma en que se observa la vida salvaje. Numerosos estudios e investigaciones han utilizado este tipo de dispositivos para entender mejor cómo se comportan los animales cuando no hay humanos de por medio.

A su vez, la tecnología de reconocimiento facial se usa cada vez más para monitorizar especies salvajes. Los primates fueron los primeros animales en los que se probó su uso, pero proyectos como BearID están expandiendo estas opciones hacia otras especies con rasgos faciales mucho más diferentes a los del ser humano.

El uso de esta tecnología es especialmente relevante para científicos, investigadores y conservacionistas. Fundamentalmente, si tenemos en cuenta que, como señalan desde BearID, estos trabajan normalmente bajo una presión cada vez mayor, pero con menos recursos disponibles.

Imágenes | Unsplash/Janko Ferli?, IUCN, Unsplash/Federico Di Dio photography

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