Cobra 30.000 dólares mientras aprendes. Las prácticas alternativas a la universidad

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Peter Thiel, co-fundador de PayPal y uno de los primeros inversores en Facebook, anunciaba en septiembre de 2010 la fundación de las becas Thiel, un programa por el que se pagaba 100.000 dólares a un joven emprendedor menor de 20 años para dejar los estudios y dedicarse, durante dos años, a hacer realidad una idea. Thiel había publicado un artículo en The New York Times asegurando qiue “la universidad no crea éxitos”, y que para los emprendedores en busca de avances radicales podía hasta ser contraproducente.

En Estados Unidos se cuestiona desde hace un tiempo el modelo universitario, en el que los estudiantes piden créditos para poder pagar sus estudios y, cuando terminan la carrera, necesitan encontrar cualquier trabajo que les permita saldar esa deuda con la institución que les diera el crédito. Robert Reich, antiguo secretario de trabajo, afirmaba en Salon que “una carrera de cuatro años en artes liberales es enormemente cara. Demasiados jóvenes se gradúan cargados de deudas que tardan años, si no décadas, en pagar. Y demasiados de ellos no pueden encontrar buenos trabajos cuando se gradúan, de todos modos. Así que tienen que conformarse con trabajos que no necesitan cuatro años de universidad”.

A la educación por el trabajo

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Empresarios de éxito como Thiel creen, de hecho, que la universidad puede coartar la innovación más radical en algunos campos, así que han optado por crear programas que ofrecen a los jóvenes la posibilidad de aprender de primera mano cómo se monta una startup desde cero, al mismo tiempo que ganan un sueldo y trabajan de verdad. Ésa es la idea, por ejemplo, detrás de Enstitute, fundada en 2012 por Shaila Ittycheria y Kane Sarhan, y que empareja a sus participantes con un emprendedor que hace de su mentor, que les enseña cómo es su trabajo y que les evalúa. Los estudiantes-empleados están haciendo, al mismo tiempo, un trabajo remunerado, no son meros becarios.

Lo que todas estas iniciativas buscan es captar y fomentar talento joven o, como dicen en Praxis, “jóvenes emprendedores que quieren una educación del mundo real”. Las capacidades tecnológicas, y las grandes innovaciones, se quieren cultivar e impulsar prácticamente desde la infancia, y los candidatos que aspiran a entrar en estas “universidades del mundo real” son todos menores de 25 años y, en su mayoría, están decididos a crear sus propias startups, y no encuentran utilidad para la universidad tradicional. Por ejemplo, The Next Big Think busca potenciales emprendedores con edades comprendidas entre los 17 y los 23 años, y en todas se potencia siempre la noción de que se buscan ideas que vayan a cambiar el mundo.

Un año sabático para aprender

En este esfuerzo por buscar nuevos talentos que puedan ser los Steve Jobs o Mark Zuckerberg del futuro hay iniciativas que hasta aprovechan una práctica bastante común entre los estudiantes estadounidenses, que es la del gap year, el año sabático que algunos de ellos se toman entre el instituto y la universidad para decidir qué quieren estudiar y, básicamente, qué quieren hacer con su vida. Ahí es donde UnCollege busca a sus emprendedores, ofreciéndoles un programa en cuatro fases.

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En la primera, viven dos meses en el extranjero con una familia local, empapándose de otra cultura y otro idioma y trabajando allí. Después, los participantes comienzan una fase llamada The Launch, el lanzamiento, en la que pasan diez semanas conviviendo con otros becarios, participando en talleres, mesas redondas y desarrollando su proyecto. En esa fase, tienen también la oportunidad de conocer a algunos de los mentores que participan en el programa y se aseguran una beca en alguna de sus empresas.

Esa beca tiene una duración de tres meses y puede ser en un gigante de Silicon Valley, en un pequeña startup o en una ONG, y culmina en la última fase del programa, que es el desarrollo ya en serio y la presentación del proyecto que se ha ido cultivando durante todo el año. La idea de UnCollege es que, si no acabas fundado tu propia compañía al final de tu gap year, al menos has construido un currículum que te hace más atractivo para encontrar un trabajo que se adecue a tus intereses.

La otra ventaja de la universidad

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La sociedad estadounidense está muy orientada a la consecución de metas y objetivos, a la planificación de tu proyecto vital, así que no es extraño que sea allí donde han surgido más iniciativas de prácticas remuneradas que quieren ser la alternativa a la universidad. Pretenden que los innovadores no se vean constreñidos y que puedan dar rienda suelta a su creatividad, pero a veces hay también gente a la que le conviene quedarse en la facultad.

Ben Lerer, de Thrillist, uno de los mentores de Enstitute, comentaba a la revista Forbes sobre su aprendiz que “si hay algo que puedo conseguir con él, es convencerlo de que vuelva a la universidad”. El objetivo de ese regreso no sería tanto seguir aprendiendo, como potenciar sus habilidades sociales, relacionarse con gente de su edad y divertirse. No todo en la vida es tener éxito fundando la próxima Google. No todo el mundo puede hacerlo.

Imagen | TaxCredits.net, Kevin Dooley

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