A pesar de que escuchamos hablar mucho sobre inteligencia artificial y que incluso la Unión Europea ha elevado varios debates en torno a ella, lo cierto es que seguimos a las puertas de una implementación real de su tecnología.
A lo sumo, ahora estamos trabajando con algoritmos más o menos complejos que, aunque son tan útiles que salvan vidas, todavía no suponen una inteligencia real con la que conversar que pueda hacer de nuestro psicólogo, por ejemplo.
¿Cuándo la IA pasará al primer plano en nuestras vidas? es una pregunta que solemos hacernos, y cuya respuesta ponemos siempre a 10 o 20 años vista. Pero un día, quizá un martes por la mañana dentro de unos años, la inteligencia artificial nos dará una leche considerable (debido a la función exponencial).
Así llegaron los smartphones a nuestra vida
En 2006 no existían los teléfonos inteligentes. Los MP4 y MP5 trataban con poco éxito de cubrir el mercado, hasta que en 2007 llegaron los primeros modelos de smartphones. Hacia 2008, era raro el usuario que no tenía uno.
En cuestión de año y medio el teléfono inteligente pasó de no existir a convertirse en un producto imprescindible para socializar con nuestros amigos y familiares, para informarnos de las últimas novedades, para estudiar, como herramienta de trabajo e incluso para jugar, entre otros.
Se le llamó el boom de la venta de smartphones, y tiene como base diferentes factores, como la versatilidad mencionada arriba. Otro factor es que resulta muy difícil no querer acceder a la última tecnología, especialmente existiendo un importante agravio comparativo entre los teléfonos móviles clásicos y los teléfonos inteligentes.
Las propiedades emergentes de los sistemas complejos
Otro factor importante fue el efecto llamada de un smartphone a otro. Pensemos en lo que hacía una persona en 2007 con un teléfono inteligente cuando ninguno de sus conocidos tenía uno, y cuando los mercados de Apps todavía no existían.
Un teléfono inteligente aislado es una máquina bastante absurda, pero dos smartphones conectados son un vínculo importante entre dos personas, y varias decenas pueden cambiar el mundo. Eso es lo que hicieron, generando el crecimiento explosivo de diferentes mercados que, a su vez, consolidaron y afianzaron el uso del teléfono móvil.
Es lo que se conoce como propiedad emergente: si en 2007 hubiésemos estudiado un único móvil, nos hubiese sido difícil predecir cómo cambiaría Internet o el mercado de valores en base a un único terminal o sus propiedades.
En otras palabras, no se puede predecir el comportamiento de un sistema complejo estudiando sus componentes, como nos resulta difícil visualizar un mundo gobernado por la IA cuando esta se encuentra en una fase tan temprana de su desarrollo.
El mecanismo por el que la IA desplaza puestos laborales
Hemos dejado ligeramente de lado el tema de la inteligencia artificial para presentar el caso de los smartphones porque se espera que siga un patrón similar al que tuvo el móvil: de casi no existir a cubrir todos los aspectos de las relaciones humanas, de nuestro ocio y de nuestro trabajo.
Veamos el caso del mercado laboral. Hasta ahora, la automatización ha desplazado muchos puestos de trabajo catalogados como de baja cualificación para fomentar muchos puestos de trabajo de alta cualificación. Por ejemplo, una planta industrial se robotiza y gracias a ello los empleados que antes ocupaban puestos de peones industriales son sustituidos por ingenieros y técnicos.
Sin embargo, la IA no funciona del todo así. Debido a que la inteligencia artificial es una herramienta de software, es fácilmente escalable. Esto hace que muchos trabajadores (por ejemplo, teleoperadores) puedan ser cubiertos por un mismo algoritmo complejo (IA) que requiere un equipo mínimo de programadores. En otras palabras, no se crean tantos puestos de trabajo como los que se destruyen.
Además, inteligencias artificiales como Watson ya están empezando a suplir el diagnóstico de los médicos y ya han conseguido que decenas de personas pierdan sus puestos de trabajo. ¿El problema? Que estas personas no encontrarán un trabajo de nivel superior.
Como dice Noah Yuval Harari, estas personas no estarán sin empleo, sino que serán inempleables porque su trabajo lo hace mejor una máquina. Esto no tiene por qué ser malo (dará mucho tiempo libre a la humanidad), pero ocurrirá en un tiempo récord, quizá en el mismo año y medio que tardaron los móviles en copar el mercado. Y la culpa la tiene la función exponencial.
La función exponencial nos enseña la velocidad a la que se mueve la IA
Para la mayoría de nosotros, la inteligencia artificial sigue siendo algo exótico, una curiosidad moderna que en el futuro se volverá importante. Pero, como hemos adelantado antes, esas cosas pasarán dentro de muchas décadas, ¿no?
Existe un ejemplo bastante bueno para explicar la función exponencial que usaremos para ilustrar la leche que nos va a dar la inteligencia artificial:
Imaginemos que nos encontramos dentro de un tanque hermético en el que hay una gota de agua en el fondo. Cada minuto que pasa, la cantidad de líquido se duplica, hasta que al cabo de una hora el espacio está completamente cubierto de agua (y nosotros no podemos respirar). La pregunta es: ¿en qué minuto el agua estaba todavía por la mitad y pensábamos que saldríamos vivos de la experiencia?
Plantea este problema a tus conocidos, y a ti mismo, antes de seguir leyendo. Muchos de ellos afirmarán que en el minuto 30 el agua estará por la mitad del tanque, cuando lo cierto es que durante los primeros 59 minutos el agua irá subiendo hasta esa cota. Es durante los últimos 60 segundos (el 1,66% del tiempo) que esta aumenta su cantidad de golpe, ahogándonos.
Esa es la velocidad de la función exponencial y, en general, de la tecnología. Dentro de unos cuantos años viviremos meses no muy distintos a como lo son hoy día, pero iremos escuchando en las noticias eventos relacionados con la aparición de inteligencia artificial.
Estas noticias irán ganando velocidad, cubriendo cada vez más ámbitos de la sociedad, así como negocios. Y llegará un momento en que la IA, simplemente, se encuentre en todas partes.
De ahí la importancia de trabajar desde ya en una programación ética con vistas a una inteligencia artificial coherente con nuestros valores, dado que se espera que esta pase de ser una curiosidad a una pieza clave de nuestra sociedad (como hoy día lo son Internet o los teléfonos inteligentes).
Los expertos quieren adelantarse al boom de la inteligencia artificial mediante distintas leyes, una programación adaptada a nuestra cultura e incluso con algunos frenos que se consideran necesarios. Después de todo, un día despertaremos inmersos en un mundo en el que la IA formará parte de todo, y todo formará parte de ella. Qué menos que empezar a construir ese mundo con buen pie.
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