¿Por qué el ordenador nunca se quedará obsoleto? Pista: piensa en tu cerebro

cerebro-ordenador

Corría el año 1938 y Konrad Zuse dio a luz al Z1, el primer ordenador programable de la historia. De una tonelada, esta enorme CPU fue el primer paso hacia el ordenador industrial, al ordenador personal, y posteriormente al Smartphone. Todos cumpliendo la misma norma: el procesamiento de datos a velocidades cada vez más grandes.

Unos pocos millones de años antes, un saco de células se dividió, mutando, y creó una célula diferente a todas las anteriores. Los organismos que las poseían tenían más posibilidades de vivir. Desde entonces, han evolucionado cumpliendo una norma: el procesamiento de datos por parte del sistema nervioso a velocidades cada vez más grandes.

El procesador y sus periféricos

Tras el Z1 surgió en 1944 el Mark I, construido por IBM. Dentro de este ordenador estaba el primer procesador electromecánico del planeta, y el primero construido en los Estados Unidos. A diferencia del Z1, el Mark I pudo hacer algo increíble: era capaz de ser conectado a una impresora y dibujar en folios. Los humanos podían leer sus pensamientos.

Poco más tarde, y apoyado por la incipiente tecnología digital, aparece el EDVAC, el primer ordenador cuyo procesador actuaba como núcleo de diferentes periféricos: un osciloscopio para controlarlo, tarjetas perforadas para leer y escribir, un lector-grabador de cinta magnética… todo se conectaba al procesador, que servía como centro.

Ordenador personal y periféricos

Ordenador personal y periféricos clásicos. Fuente: Wikipedia

Pasada la mitad del siglo XX, la industria se dio cuenta que una separación entre el procesador y los periféricos ayudaría a que los ordenadores diesen el gran salto hacia delante en su evolución. Sale al mercado el IBM 604, un procesador del tamaño de un armario ampliable por medio de una memoria de ferrita a la que se bautizó con el original nombre de IBM 653.

Aunque hubo que esperar a que Douglas Engelbart y Bill English inventaran el ratón de escritorio en 1960, y a que IBM extrajese los teclados de sus centros de control (antes estaban integrados) en 1980, una vez realizado esto empezó la carrera. Los fabricantes se especializaron, surgieron marcas en nichos específicos que aceleraban cada dispositivo por separado.

La magia surgió con los puertos estándar, momento a partir del cual ya no importaba el año de fabricación del ordenador y del periférico. Al procesador no le importaba de dónde viniese la señal: la entendía e interactuaba con ella.

El sistema nervioso central, y sus periféricos orgánicos

Decía David Eagleman que «tu cerebro no sabe (y no le importa) de dónde vengan los datos. Sin importar qué tipo de información le llegue, él sabrá qué hacer con ella. Es una máquina muy eficiente. Es, en esencia, un dispositivo de computación multipropósito». El cerebro computa en función de las señales eléctricas que le llegan.

Eagleman decía que al cerebro le da igual escuchar por una oreja o ver con los ojos. Recibe impulsos eléctricos, «se da cuenta qué hacer con eso, y […] libera a la Madre Naturaleza para probar distintos canales de entrada»: ojos, nariz, piel… tras aparecer el sistema nervioso central han surgido una infinidad de periféricos, aunque tendemos a quedarnos en estos cinco:

  • Ojos, que captan la luz dentro de un rango, la llamada luz visible.
  • Nariz y lengua, que detectan concentraciones químicas disueltas en la atmósfera y fluidos
  • Oídos, que captan las variaciones de presión en la atmósfera, ayudados por las orejas.
  • Piel, una enorme red de sensores térmicos y de presión.

Dado que no percibimos la naturaleza con otros, nos plantamos en esos cinco sin pensar en que pueda haber más. Y los hay. Por mencionar unos pocos de los muchos que existen actualmente en el reino animal (en el pasado existieron muchos más):

Fosetas loreales

La foseta loreal es visible entre el ojo y el orificio del hocico. Fuente: Wikipedia
  • Sistemas de ecolocalización para algunos mamíferos (murciélago)
  • Detectores de ácido úrico en algunos insectos (garrapata)
  • Antenas que detectan campos electromagnéticos en peces (pez cuchillo)
  • Fosetas loreales, que detectan el infrarrojos en reptiles (crótalo)
  • Magnetorreceptores, en algunas aves, que ayudan en la percepción de campos magnéticos (paloma)

Gracias a la evolución de los diferentes periféricos para adaptarse al medio, el cerebro no tiene que constituirse único para cada especie. Las células nerviosas de todos los animales son, en esencia muy parecidas. Y sus cerebros funcionan del mismo modo: procesan información a nivel orgánico.

El futuro de los ordenadores

Es debido a todo esto que hay personas ciegas que hoy ven gracias al brainport (un sensor que usa la lengua para transmitir imágenes al cerebro) y que un ordenador que compres hoy podrá soportar cinco o seis generaciones de ratón. Es más, con un adaptador adecuado, nuestro Smartphone puede ser controlado con uno de esos ratones de bola antediluvianos.

Ratón de bola

Ratón de bola de los años 90. Fuente: Moebius Dream

Al procesador (y al cerebro) solo le importan los datos que le llegan a través del puerto USB (o de los sentidos).

De hecho, hace poco se hablaba de cómo el nuevo puerto USB-C podría usarse no solo para cargar el dispositivo o transferir datos, sino también como salida de audio. Algo que poco influirá en el diseño de los microprocesadores de los nuevos teléfonos. De este modo, la compañía que se dedique a fabricarlos solo tendrá un objetivo: un procesamiento cada vez más rápido.

Por eso el ordenador (procesador), ya sea como una enorme caja, un portátil o un teléfono móvil no pasará de moda ni caerá en el olvido. Porque los humanos hemos inventado otro cerebro, uno que trabaja con otro tipo de materiales pero que se ha convertido en otro dispositivo de computación multipropósito.

Imagen de portada | Marcos Martínez

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