La inmensa mayoría de los seres vivos, tras la etapa reproductiva, avanzan en un proceso característico de envejecimiento celular y de los tejidos que culmina con la muerte del organismo. Sin embargo, esto no le ocurrre a las medusas Turritopsis dohrnii. Estos seres diminutos de solo cuatro milímetros, que habitan en aguas del Mediterráneo y Japón, tienen la capacidad de deshacer el camino y rejuvenecer. Y es algo que pueden hacer de forma ilimitada, cuando las condiciones del medio son las idóneas para, desde una fase posreproductiva, volver a su estado de pólipo (un estadio anterior asexual).
Precisamente, esta condición de ser ‘inmortal’ es lo que despertó el interés de un grupo de investigadores de la Universidad de Oviedo, que han logrado descifrar su genoma. El trabajo, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, sienta una base para avanzar en el conocimiento de las enfermedades ligadas al envejecimiento.
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Aislar un ejemplar de estas medusas
En la imagen superior vemos el ciclo de vida de la Turritopsis dohrnii y, dentro del cuadrado verde, la vía de reversión, junto con los mecanismos potencialmente implicados en esta.
Durante el trabajo de investigación, María Pascual-Torner, una de las científicas principales del estudio, «viajó a Italia, a la costa de Santa Catalina, para aislar un ejemplar y traerlo a Asturias en una furgoneta manteniendo unas condiciones ideales para su supervivencia», contó la bióloga molecular Dido Carrero, otra de las investigadoras principales, a El Periódico de España. «Como Oviedo no tiene mar, colaboramos con el Acuario de Gijón, que nos prestó un apoyo fundamental. En esas instalaciones pudimos mantener la especie y hacerla crecer. Se tomaron muestras de ADN y se mandaron a secuenciar», explicó al citado medio.
Comparar el genoma de estas medusas con el de otra especie
Los investigadores, que han tardado cinco años en completar un trabajo en el que han participado también otros centros, secuenciaron el genoma de la medusa Turritopsis dohrnii y el de otra del mismo género, Turritopsis rubra, incapaz de regenerarse a sí misma de forma infinita y, por tanto, mortal. Al comparar ambas especies identificaron algunas claves genéticas presentes solo en la primera que permitirían explicar cómo es capaz de extender su longevidad hasta el punto de evitar su muerte.
Paralelamente, se realizaron otros estudios para ver qué genes se silenciaban o activaban durante el proceso de reversión. Y vieron que se ponían en marcha los «relacionados con la pluripotencia celular, que es la capacidad que tiene una célula para poder convertirse en otro tipo de célula. Por ejemplo, en un humano sería la transformación de una célula de la piel en otra del hígado. En la medusa, una célula diferenciada y adulta vuelve atrás y tiene la capacidad de convertirse en cualquiera”, manifestó Carrero a El Periódico de España.
En este sentido, Pascual-Torner, resaltó en una comunicación de la Universidad de Oviedo, que, más que existir una clave única de rejuvenecimiento e inmortalidad, “los diversos mecanismos encontrados en nuestro trabajo actuarían de forma sinérgica como un todo, orquestando así el proceso para asegurar el éxito de rejuvenecimiento de la medusa inmortal”.
Mejorar nuestra respuesta a numerosas enfermedades
En esta ilustración vemos qué genes están potencialmente implicados en la plasticidad biológica de Turritopsis dohrnii, clasificados en ocho de los mecanismos comunes del envejecimiento.
Por su parte, López-Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la universidad asturiana y director de la investigación sobre estas medusas, quiere dejar claro que este trabajo “no persigue la búsqueda de estrategias para lograr los sueños de inmortalidad humana que algunos anuncian, sino entender las claves y los límites de la fascinante plasticidad celular que posibilita que algunos organismos sean capaces de viajar atrás en el tiempo. De este conocimiento esperamos encontrar mejores respuestas frente a las numerosas enfermedades asociadas al envejecimiento que hoy nos abruman”.
De hecho, este avance, en palabras de los científicos, podría contribuir a encontrar herramientas para retrasar la aparición de enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas o incluso el cáncer, relacionadas con la vejez y el aumento de la esperanza de vida. Otra aplicación fundamental tendría que ver con el campo de la medicina regenerativa.
No obstante, son necesarios más estudios que validen el efecto de estos hallazgos en modelos celulares o animales, como en ratones, que son más próximos y parecidos a los seres humanos.
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Imágenes | Universidad de Oviedo