La telepresencia nos lleva persiguiendo desde hace muchos años. Muy unida al teletrabajo, ha sido una búsqueda constante de hablar y colaborar desde lejos como si se estuviese al lado.
Empecemos por una videollamada
La forma más primitiva de telepresencia es la videollamada o videoconferencia. Sus orígenes se remontan a principios del siglo XX. Su primera aparición en el cine es en Metrópolis (1927) de Fritz Lang. Resulta cuanto menos curioso que por aquel entonces el director imaginara una compleja videollamada, ¡cuando el cine aun era mudo!
Sin embargo, haría falta esperar casi 40 años para que la primera videollamada tuviera lugar en la Feria Mundial de Queens en Nueva York. El 20 de abril de 1964 Laboratorios Bell, en colaboración con AT&T, presentaron al público el Picturephone, un dispositivo que permitía realizar llamadas con vídeo en blanco y negro.
La idea de ambas compañías era que la tecnología se convirtiera en toda una revolución, e incluso se llegaron a instalar Picturephones públicos en Nueva York, Washington y Chicago. Sin embargo, su elevado coste (una llamada de 3 minutos podía llegar a costar 27 dólares de la época, que son 200 ajustados a la inflación) hizo que no fuera viable ni siquiera para las grandes empresas.
De hecho, la videollamada en el ámbito personal no ha llegado nunca ha sustituir a la llamada tradicional o a la mensajería instantánea, y eso que ahora podemos realizarlas sin coste alguno y cómodamente desde nuestro teléfono, tablet u ordenador, algo que solo la ciencia ficción más reciente llegó a imaginar.
En la empresa, por otro lado, las videoconferencias son una parte esencial del teletrabajo, especialmente útiles a la hora de realizar reuniones entre miembros del equipo ubicados en diferentes localizaciones.
De nuevo, un ordenador o cualquier dispositivo con cámara y micrófono es más que suficiente, pero se ha avanzado mucho en este sentido, con salas de reunión equipadas con tecnología capaz de hacernos sentir que aquellos con quienes hablamos se encuentran realmente frente a nosotros, y no a muchos kilómetros de distancia.
Es lo que Cisco llama telepresencia envolvente y colaboración inmersiva. La misma sala, con media mesa ovalada a un lado y varias pantallas en el otro, se replica en diferentes localizaciones, de manera que en conjunto parece que estemos en una única estancia. Pero no sólo eso, sino que incluso se ha trabajado en el sistema de cámaras y sonido para que, por ejemplo, nuestra voz parezca provenir de donde estamos sentados.
La telepresencia es mucho más que una videollamada
Aunque como hemos visto se ha avanzado mucho en la tecnología en torno a las videoconferencias, la telepresencia es mucho más que una videollamada vitaminada. El objetivo último es poder trasladar nuestra presencia a distancia y esa es en la línea en la que trabajan compañías como Double Robotics, aunque lógicamente no es la única.
Básicamente lo que han diseñado es una especie de Segway con un tablet acoplado, que podemos controlar remotamente con nuestro teléfono o tablet. Nosotros vemos a través de la cámara del dispositivo, y la pantalla del mismo muestra lo que capta la cámara del nuestro, normalmente nuestra cara.
Gracia a dispositivos como Double, no sólo podemos mantener reuniones como las que ofrecen las videoconferencias, sino también movernos libremente por la oficina, almorzar con los compañeros… todo remotamente, al igual que Sheldon Cooper en uno de los capítulos de The Big Bang Theory, en el que decir relacionarse con el mundo desde su dormitorio, a través de un dispositivo de telepresencia muy similar.
Puede que la realidad virtual sea el futuro de la telepresencia y el teletrabajo
Ya hemos visto las posibilidades que ofrece la telepresencia para el teletrabajo, ya sea a través de videoconferencias o con dispositivos de presencia virtual como Double, permitiéndonos “sentirnos” en la oficina sin tener que desplazarnos a ella, con las ventajas económicas, medioambientales y de conciliación de la vida laboral que eso supone.
Si embargo, puede que el futuro de la telepresencia y el teletrabajo se encuentre en la realidad virtual. Imaginemos por ejemplo que todo un equipo de trabajo dispusiera de dispositivos de realidad virtual en su domicilio o puesto de trabajo, y se encontraran todos en una oficina virtual donde pudieran trabajar e interactuar como en una oficina convencional, pero sin tener que desplazarse. Una especie de Matrix oficinista o Second Office.
Esto supondría un ahorro en costes más que significativo tanto para la empresa como para el trabajador, y evitando de un plumazo la mayoría de las trabas e inconvenientes que supone el teletrabajo actualmente. Ahora, sería cuanto menos curioso andar por casa con un Oculus Rift en la cara mientras escribimos en un teclado imaginario.
Lógicamente, seguirán existiendo muchísimo trabajos en los que ni siquiera la más sofisticada telepresencia podrá evitar que tengamos que ir a trabajar, y que difícilmente pueda llegar siquiera a compararse con la complejidad de la interacción humana, donde intervienen también detalles imperceptibles como los olores o las feromonas, pero no cabe duda de que la telepresencia acabará formando parte de nuestras vidas.